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Festividad de las Arcas

Año 10

De los dos Diluvios y de las dos Alianzas.

Narrado por Adán Uno

Queridos amigos y compañeros mortales:

Hoy los niños han construido sus pequeñas arcas y las han lanzado al Arboretum Creek para llevar sus mensajes de respeto a las criaturas de Dios a otros niños que puede que las encuentren en la orilla. ¡Qué acto más generoso en un mundo que se encuentra cada vez más en peligro! Recordémoslo: es mejor tener esperanza que lamentarse.

Esta tarde compartiremos una comida festiva especiaclass="underline" la deliciosa sopa de lentejas de Rebecca, que representa el primer diluvio, con albóndigas de verdura del Arca de Noé con forma de animales. Una de esas albóndigas contiene un nabo Noé, y quien encuentre ese Noé tendrá un premio especial; así aprenderemos a no zamparnos la comida de un modo inconsciente.

El premio es una pintura de Nuala, nuestra talentosa Eva Nueve: San Brandán el Navegante, representado con los objetos esenciales que deben incluirse en nuestras despensas de Ararat en preparación para el Diluvio Seco. En esta obra de arte, Nuala ha dado a las sojadinas en lata y a los bocaditos de soja su justa prominencia. Pero acordémonos de renovar regularmente nuestros Ararat. No nos gustaría abrir esa lata de sojadinas el día que las necesitemos y descubrir que se han estropeado.

La virtuosa esposa de Burt, Veena, está en barbecho y no puede acompañarnos en esta festividad, pero esperamos que pueda reunirse pronto con nosotros.

Ahora centremos nuestra devoción en la Festividad de las Arcas.

En este día lloramos, pero también nos regocijamos. Lloramos las muertes de todas las criaturas de la Tierra que perecieron en el primer Diluvio de extinciones -cuando ocurriera-, pero nos regocijamos de que se salvaran los peces y las ballenas y los corales y las tortugas de mar y los delfines y los erizos de mar y, sí, también los tiburones. Nos regocijamos de que se salvaran, pese a que un cambio en la temperatura y salinidad del océano causado por un gran vertido de aguas dulces acabara con algunas de las especies que desconocemos.

Lloramos la matanza que se produjo entre los animales. Dios evidentemente estaba deseando acabar con numerosas especies, como atestiguan los registros fósiles, pero muchos se salvaron hasta nuestros días, y éstos son los que Él legó de nuevo a nuestro cuidado. Si hubieras compuesto una sinfonía excelente, ¿te gustaría que la destruyeran? La Tierra y la música de la misma, el universo y la armonía que contiene: ésas son las obras de la creatividad de Dios de la cual la creatividad del hombre no es más que una pálida sombra.

Según las Palabras Humanas de Dios, se encomendó a Noé, símbolo de los conscientes entre la humanidad, la tarea de salvar las especies elegidas. Sólo él fue advertido; él solo se ocupó de la labor original de Adán, manteniendo las especies amadas de Dios a salvo hasta que las aguas del Diluvio se retiraron y su arca encalló en el monte Ararat. Entonces las criaturas rescatadas quedaron sueltas en la Tierra, como en una segunda Creación.

En la primera Creación todo era regocijo, pero en la segunda había matices: Dios ya no estaba tan complacido. Sabía que algo había fallado en su último experimento, el hombre, pero era demasiado tarde para solucionarlo. «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez; ni volveré a herir a todo ser viviente, como lo he hecho», decían las Palabras Humanas de Dios en Génesis 8:21.

Sí, amigos míos: cualquier maldición posterior del planeta no la hizo Dios, sino el hombre mismo. Consideremos la costa meridional del Mediterráneo, antes tierra fértil y ahora un desierto. Consideremos las ruinas en la cuenca del río Amazonas; consideremos la carnicería total de los ecosistemas, cada uno de ellos reflejo viviente de la infinita atención al detalle de Dios… pero éstas son cuestiones para otro día.

Entonces Dios dice una cosa valiosa. Dice: «Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición» (Génesis 9:2). No es que Dios estuviera diciendo al hombre que era correcto destruir a todos los animales, como algunos sostienen, sino que se trataba de una advertencia a las criaturas amadas de Dios. Tened cuidado con el hombre y con su corazón malvado.

Por tanto, Dios establece su Alianza con Noé, y con sus hijos, y «con todo ser viviente». Muchos recuerdan la Alianza con Noé, pero olvidan la Alianza con los demás seres vivos. No obstante, Dios no la olvida. Recalca que establece su Alianza «con todo ser viviente de toda especie» para asegurarse de que nos queda claro.

Nadie puede hacer una Alianza con una piedra: para que una Alianza exista, ha de haber un mínimo de dos partes vivas y responsables. Por consiguiente, los animales no son materia sin sentimientos, ni meros trozos de carne. No; tienen almas vivas, o Dios no habría hecho una Alianza con ellos. Las Palabras Humanas de Dios afirman esto: «Interroga a las bestias, que te instruyan -dice Job 12-; a las aves del cielo, que te informen… y a los peces del mar.»

Recordemos hoy a Noé, el elegido para cuidar de las especies. Nosotros, los Jardineros de Dios, somos un Noé pluraclass="underline" a nosotros también nos han llamado, a nosotros también nos han advertido. Somos capaces de sentir los síntomas del desastre inminente como un médico percibe el pulso de un paciente enfermo. Hemos de estar preparados para el momento en que aquellos que han abusado de la confianza con los animales -sí, quienes los barrieron de la faz de la tierra donde Dios los colocó- serán arrasados por el Diluvio Seco, que traerán en sus alas los ángeles oscuros de Dios, que vuelan de noche y en aeroplanos y helicópteros y en trenes bala, y en camiones y otros medios de transporte.

Pero nosotros los Jardineros sabremos apreciar el conocimiento de las especies y lo preciosas que son para Dios. Debemos transbordar este conocimiento de incalculable valor sobre la faz de las Aguas Secas, como si estuviera en un arca.

Construyamos con esmero nuestros Ararat, amigos. Dotémoslos de visión, y de bienes enlatados y secos. Camuflémoslos bien.

Que Dios nos libre de la red del cazador, que nos cubra con sus plumas y nos proteja bajo sus alas, como dice en Salmos 91; que no temamos ni la peste que avanza en las tinieblas ni el azote que devasta a mediodía.

Os recordaré la importancia de lavarse las manos, al menos siete veces al día, y después de cada encuentro con un desconocido. Nunca es demasiado pronto para practicar esta precaución esencial.

Evitemos a cualquiera que estornude.

Cantemos.

Es mi cuerpo mi arca terrena

Es mi cuerpo mi arca terrena, es el refugio contra el Diluvio; contiene todas las criaturas y bien sabe que todas son buenas.
Está hecha de genes y células, y también de neuronas sin número; tiene dentro millones de años, lo que duró el sueño de Adán.
Y cuando llegue la Destrucción, hacia el monte Ararat pondré rumbo; mi arca alcanzará tierra firme por medio de la luz del Espíritu.