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Adán Uno había pedido voluntarios para que acogieran a las familias que se habían encontrado desplazadas tan de repente: no podían volver al Buenavista, había dicho, porque estaría plagado de hombres de Corpsegur, de manera que tenían que despedirse de sus posesiones materiales.

– Si el edificio estuviera en llamas no volveríais a entrar para rescatar unos pocos trastos y baratijas -dijo-. Es la forma que tiene Dios de poner a prueba nuestro apego al reino de la ilusión inútil.

Se suponía que a los Jardineros no tenía que importarles esta parte: cosechaban sus posesiones materiales en vertederos, de manera que siempre podían coger otras, en teoría. No obstante, hubo llantos por una copa de cristal perdida y una desconcertante disputa por una plancha para hacer gofres rota pero de gran valor sentimental.

Adán Uno pidió entonces a todos los presentes que no hablaran de Burt y el Buenavista, y menos de Corpsegur.

– Nuestros enemigos podrían estar escuchando -dijo.

Decía eso cada vez con más frecuencia. En ocasiones, Toby se preguntaba si no se estaba poniendo paranoico.

– Nuala, Toby -había dicho cuando los demás se estaban marchando-. Un momento. ¿Puedes pasarte por allí a ver qué pasa? -le dijo a Zeb-. No creo que haya nada que hacer.

– No -dijo Zeb-. Nada que valga una mierda, pero echaré un vistazo.

– Lleva tus ropas de plebilla -dijo Adán Uno.

Zeb asintió con la cabeza.

– El traje de motero solar. -Se alejó hacia la escalera de incendios.

– Nuala, querida -dijo Adán Uno-. ¿Puedes arrojar algo de luz sobre lo que ha dicho Veena sobre Burt y tú?

Nuala empezó a gimotear.

– No tengo ni idea -dijo-. ¡Es mentira! ¡Es muy irrespetuoso! ¡Es muy hiriente! ¿Cómo puede pensar una cosa así de mí y… Adán Trece?

«No cuesta tanto de imaginar -pensó Toby-, considerando la forma en que te frotas con cualquier pernera.» Nuala flirteaba con cualquier cosa de sexo masculino. Sin embargo, Veena había estado en barbecho durante el tiempo del flirteo, así pues ¿qué había levantado sus sospechas?

– Nadie de aquí lo cree, querida -dijo Adán Uno-. Veena ha debido estar escuchando algún rumor, quizás un agent provocateur enviado por nuestros enemigos para sembrar la disensión entre nosotros. Preguntaré a los porteros si Veena recibió alguna visita inusual en días recientes. Ahora, querida Nuala, deberías enjugar tus lágrimas e ir a la Sala de Costura. Los miembros desplazados de nuestra congregación necesitarán muchas prendas, como colchas, y sé que te gustará ser de utilidad.

– Gracias -dijo Nuala con sinceridad.

Puso su expresión que decía «sólo tú me entiendes» y se dirigió apresuradamente hacia la escalera de incendios.

– Toby, querida, ¿crees que podrás reunir ánimo suficiente para ocuparte de los deberes de Burt? -preguntó Adán Uno cuando Nuala se hubo marchado-. La Botánica de Jardín, las Hierbas Comestibles. Te convertiríamos en Eva, por supuesto. Hace tiempo que pensaba hacerlo, pero Pilar ha valorado mucho tu papel de ayudante, y creo que estabas contenta con ese papel. No quería privarla de ti.

Toby reflexionó.

– Sería un honor -dijo al fin-, pero no puedo aceptar. Ser una Eva hecha y derecha… sería hipócrita.

Nunca había logrado repetir el momento de iluminación que había experimentado en su primer día con los Jardineros, aunque lo había intentado con frecuencia. Había acudido a los retiros, había observado una semana de aislamiento, había hecho vigilias, se había tomado los hongos y elixires requeridos, pero no había experimentado ninguna revelación especial. Visiones, sí, pero ninguna con significado. O ninguna con un significado que supiera descifrar.

– ¿Hipócrita? -dijo Adán Uno, torciendo el gesto-. ¿En qué sentido?

Toby eligió cuidadosamente sus palabras: no quería herir sus sentimientos.

– No estoy segura de creer en todo. -Se quedó corta: creía en muy poco.

– En algunas religiones la fe precede a la acción -dijo Adán Uno-. En la nuestra, la acción precede a la fe. Has estado actuando como si creyeras, querida Toby. «Como si», estas palabras son muy importantes para nosotros. Continúa viviendo según ellas y la fe llegará con el tiempo.

– No es mucho para empezar -dijo Toby-. Seguramente una Eva debería estar…

Adán Uno suspiró.

– No deberíamos esperar demasiado de la fe -sentenció-. El conocimiento humano es falible, y vemos a través de un cristal oscuro. Cualquier religión es una sombra de Dios. Pero las sombras de Dios no son Dios.

– No me gustaría ser un ejemplo mediocre -dijo Toby-. Los niños detectan la impostura, verán que sólo estoy cumpliendo el expediente. Eso podría ser dañino para lo que estás tratando de lograr.

– Tus dudas me reafirman -insistió Adán Uno-. Muestran que eres de fiar. ¡Para cada no también hay un sí! ¿Harás una cosa por mí?

– ¿Qué? -preguntó Toby con precaución.

No quería la responsabilidad de ser una Eva, no quería reducir sus opciones. Quería sentirse libre para dejarlo si tenía que hacerlo. Sólo he estado cumpliendo condena, pensó. Aprovechándome de su buena voluntad. Menudo fraude.

– Pide orientación, nada más -dijo Adán Uno-. Haz una vigilia de una noche. Reza para tener fuerzas para afrontar tus dudas y temores. Tengo confianza en que obtendrás una respuesta positiva. Tienes dones que no deberían desperdiciarse. Todos estaríamos encantados de recibirte como una Eva entre nosotros, te lo aseguro.

– De acuerdo -dijo Toby-. Eso puedo hacerlo. -Para cada sí, pensó, también hay un no.

Pilar era la encargada de los materiales de vigilia y el resto de sustancias de viaje extracorpóreo de los Jardineros. Toby no había hablado con ella en varios días por su enfermedad: un virus estomacal, decían. Sin embargo, en su conversación con Adán Uno, éste no había mencionado nada de la enfermedad, de modo que tal vez Pilar volvía a estar bien. Esos virus nunca duraban más de una semana.

Toby buscó el pequeño cubículo de Pilar en la parte posterior del edificio. Pilar estaba tumbada, apoyada en su futón; una vela de cera de abeja temblaba en una latita en el suelo, a su lado. El aire estaba cerrado y olía a vómito. Pero el bol que había al lado de Pilar estaba vacío, y limpio.

– Querida Toby -dijo Pilar-. Ven y siéntate a mi lado.

Su carita parecía más que nunca una nuez, aunque tenía la piel pálida, o tan pálida como podía ponerse una tez morena. Gris. Turbia.

– ¿Te sientes mejor? -inquirió Toby, tomando la garra tendinosa de Pilar entre sus dos manos.

– Oh, sí. Mucho mejor -dijo Pilar, sonriendo con dulzura. Su voz no era fuerte.

– ¿Qué era?

– Comí algo que me sentó mal -dijo Pilar-. Bueno, ¿qué puedo hacer por ti?

– Quería asegurarme de que estabas bien -dijo Toby, que acababa de descubrir que eso era verdad.

Pilar tenía un aspecto macilento, consumido. Toby reconoció el temor en su interior: ¿y si Pilar -que le había parecido eterna, que seguramente siempre estaría allí, o si no siempre, al menos durante un tiempo largo, como una roca o un tocón antiguo-, y si desaparecía de repente?

– Eres muy amable -dijo Pilar. Apretó la mano de Toby.

– Y Adán Uno me ha pedido que sea una Eva.

– ¿Supongo que has dicho que no? -aventuró Pilar, sonriendo.

– Exacto -dijo Toby. Pilar normalmente podía adivinar lo que estaba pensando-. Pero quiere que haga una noche de vigilia. Para rezar en busca de orientación.

– Eso sería lo mejor -sentenció Pilar-. Ya sabes dónde guardo las cosas de la vigilia. Es el frasco marrón -dijo al tiempo que Toby levantaba la cortina de goma y cuerda que cubría los anaqueles-. El marrón de la derecha. Sólo cinco gotas, y dos del púrpura.

– ¿He hecho esta mezcla antes? -preguntó Toby.