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– Te he enseñado bien -dijo Pilar. Los ojos se le arrugaron en las comisuras, como si todo fuera una broma-. A ver si lo adivinas. Síntomas: calambres y vómitos. Luego un periodo de respiro en el cual el paciente parece mejorar. Pero entretanto, el hígado se va destruyendo lentamente. No hay antídoto.

– Una de las amanitas -dijo Toby.

– Chica lista -susurró Pilar-. El Ángel de la Muerte es un amigo para cuando lo necesitas.

– Pero será muy doloroso -dijo Toby.

– No te preocupes por eso -dijo Pilar-. Siempre está la adormidera concentrada. Es la botella roja, ésa. Ya te diré el momento. Ahora, escúchame con atención. Esta es mi voluntad. Como decimos, las mortajas no tienen bolsillos. Los moribundos deben legar a los vivos todas las cosas terrenas, y eso incluye el conocimiento.

Quiero que tengas todo lo que he reunido aquí: todos mis materiales. Es una buena colección y confiere un gran poder. Guárdalo bien y úsalo bien. Confío en que lo hagas. Ya conoces algunas de estas botellas. He hecho una lista en papel del resto, has de memorizarla y destruirla. La lista está dentro del tarro verde: ése. ¿Lo prometes?

– Sí -dijo Toby-. Lo prometo.

– Las promesas en el lecho de muerte son sagradas entre nosotros -dijo Pilar-. Eso lo sabes. No llores. Mírame. No estoy triste.

Toby conocía la teoría: Pilar creía que estaba donándose a la matriz de la vida por propia voluntad, y también creía que eso debería ser cuestión de celebración.

Pero ¿qué pasa conmigo?, pensó Toby. Me están abandonando. Era como cuando había fallecido su madre, y luego su padre. ¿Cuántas veces tendría que pasar por el proceso de quedarse huérfana? No gimas, se dijo con gravedad.

– Quiero que seas Eva Seis -dijo Pilar-. En mi lugar. Nadie más posee ni el talento ni el conocimiento. ¿Puedes hacer eso por mí? ¿Me lo prometes?

Toby lo prometió. ¿Qué más podía decir?

– Bien -susurró Pilar, soltando el aire-. Ahora, creo que es el momento de la adormidera. La botella roja, ésa es. Deséame lo mejor en mi viaje.

– Gracias por todo lo que me has enseñado -dijo Toby.

No puedo soportarlo, pensó. La voy a matar. No. Voy a ayudarla a morir. Estoy cumpliendo sus deseos.

Observó mientras Pilar bebía.

– Gracias a ti por aprender -dijo Pilar-. Ahora voy a dormir. No olvides decírselo a las abejas.

Toby se sentó junto a Pilar hasta que ésta dejó de respirar. Entonces colocó la colcha por encima de su cara calmada y apagó la vela. ¿Era imaginación suya o la vela se había avivado en el momento de la muerte de Pilar como si le hubiera insuflado un soplo de aire? Espíritu, diría Adán Uno. Una energía que no puede aferrarse ni medirse. El inconmensurable espíritu de Pilar. Se había ido.

Pero si el espíritu no era material, podía influir en la llama de una vela. ¿Podía?

Me estoy volviendo tan ñoña como todos los demás, pensó Toby. Estoy podrida. Lo siguiente que haré será hablar con las plantas. O con los caracoles, como Nuala.

Sin embargo, Toby fue a contárselo a las abejas. Se sintió como una idiota al hacerlo, pero lo había prometido. Recordó que no bastaba con pensarlo: tenías que pronunciar las palabras en voz alta. Las abejas eran las mensajeras entre este mundo y los otros mundos, le había dicho Pilar. Entre los vivos y los muertos. Llevaban la palabra hecha aire.

Toby se cubrió la cabeza -como era costumbre, decía Pilar- y se quedó de pie delante de las colmenas del tejado. Las abejas estaban volando como de costumbre, yendo y viniendo, acarreando el polen en las patas, moviéndose en sus danzas semafóricas en figuras de ocho. Desde el interior de las colmenas llegaba el zumbido de las alas al batir en el aire, enfriándolo, ventilando las celdas y los pasajes. Una abeja son todas las abejas, solía decir Pilar, así que lo que es bueno para la colmena es bueno para la abeja.

Varias abejas doradas volaron en torno a su cabeza. Tres chocaron en su cara, probándola.

– Abejas -dijo ella-. Os traigo noticias. Debéis decírselo a vuestra reina.

¿Estaban escuchando? Quizás. Estaban chupando en las comisuras de sus ojos secos. Por la sal, habría dicho un científico.

– Pilar ha muerto -dijo-. Os envía sus saludos y os da las gracias por vuestra amistad de tantos años. Cuando os llegue el momento de seguirla al lugar al que se ha ido, ella os recibirá allí. -Éstas eran las palabras que Pilar le había enseñado, y Toby se sintió estúpida diciéndolas en voz alta-. Hasta entonces, yo soy vuestra nueva Eva Seis.

Nadie estaba escuchando, aunque si lo hubieran estado haciendo no les habría parecido extraño, al menos allí en el Tejado. En cambio, más abajo, al nivel del suelo, la habrían tildado de loca que vagaba por las calles y hablaba en voz alta sin ningún interlocutor.

Pilar llevaba las noticias a las abejas todas las mañanas. ¿Se esperaba que Toby hiciera lo mismo? Sí. Era una de las funciones de la Eva Seis. Si no les contabas a las abejas lo que estaba ocurriendo, decía Pilar, se sentirían heridas en sus sentimientos, se enjambrarían y se irían a otro sitio. O morirían.

Las abejas que tenía en la cara vacilaron: quizá notaran su temblor. Sin embargo, sabían distinguir el dolor del miedo, porque no le picaron. Al cabo de un momento, alzaron el vuelo para mezclarse con las multitudes que describían círculos sobre las colmenas.

35

Una vez que recobró la compostura y se lavó la cara, Toby fue a contárselo a Adán Uno.

– Pilar ha muerto -dijo-, se ha ocupado ella misma.

– Sí, querida. Lo sé -dijo Adán Uno-. Lo discutimos. Usó el Ángel de la Muerte, y después, ¿adormidera?

Toby asintió.

– Pero (esto es una cuestión delicada y cuento con tu discreción) ella no creía que hubiera que decir toda la verdad a los Jardineros en general. El viaje personal final es una opción moral sólo para los experimentados y, debo decirlo, sólo para los enfermos terminales como era el caso de Pilar; pero no debemos hacerlo ampliamente accesible, sobre todo en el caso de nuestros jóvenes, que son impresionables y dados a las depresiones mórbidas y al falso heroísmo. Confío en que te has hecho cargo de esos frascos de medicamentos de Pilar. No queremos ningún accidente.

– Sí -dijo Toby. He de conseguir una caja metálica. Con candado, pensó.

– Y ahora eres Eva Seis -dijo Adán Uno, sonriendo-. ¡Estoy encantado, querida!

– Supongo que también discutiste eso con Pilar -dijo Toby.

Pensó que toda la cuestión de la vigilia había sido un entretenimiento para mantenerla controlada hasta que Pilar pudo cerrar el trato.

– Era su deseo más querido -expuso Adán Uno-. Tenía un profundo amor y respeto por ti.

– Y espero ser digna de ella -dijo Toby.

Así que entre los dos la habían atrapado. ¿Qué podía decir? Sintió que se metía en un ritual como quien se prueba un par de zapatos.

Adán Uno convocó una asamblea de Jardineros, en la cual hizo un discurso mentiroso.

– Por desgracia -empezó-, nuestra querida Pilar (Eva Seis) ha fallecido hoy trágicamente después de equivocarse en la identificación de una especie. Tenía muchos años de práctica impecable que la acreditaban, pero quizás era la forma que tiene Dios de reclamar a nuestra querida Eva Seis para Sus propósitos mayores. Dejadme que os recuerde la importancia de aprender a conocer las setas a conciencia; y limitaos a las actividades micológicas de las especies bien conocidas, tales como las colmenillas, las barbudas y los champiñones, aquellas sobre las que no puede haber confusión.

»A lo largo de su vida, Pilar expandió enormemente nuestra colección de setas y hongos, añadiendo diversos especímenes salvajes. Algunos de éstos pueden ayudaros en la meditación durante vuestros retiros, pero por favor, no los probéis sin antes informaros bien, y vigilad esas copas y anillos delatores, no queremos más incidentes desafortunados de esta naturaleza.