Toby se sintió ultrajada: ¿cómo podía Adán Uno menospreciar la experiencia micológica de Pilar? Pilar nunca habría cometido semejante fallo: los viejos Jardineros tenían que saberlo. Aunque tal vez era sólo una forma de hablar, igual que se referían al suicidio como «muerte por desventura».
– Me alegra anunciar -continuó Adán Uno- que nuestra apreciada Toby ha accedido a ocupar la posición de Eva Seis. Éste era el deseo de Pilar, y estoy seguro de que no hay nadie más adecuado que ella para esa posición. Yo mismo confío completamente en ella por… por muchas cosas. Sus virtudes no se limitan a sus amplios conocimientos, sino que también tiene buen sentido, fortaleza ante la adversidad y un corazón noble. Por eso la eligió Pilar.
Hubo algunas señales de asentimiento y sonrisas en dirección a Toby.
– Nuestra querida Pilar deseaba que la compostaran en Heritage Park -continuó Adán Uno-. Ella misma seleccionó cuidadosamente el matorral que deseaba plantar encima de su cuerpo (un fino espécimen de saúco), de manera que algún día obtengamos dividendos de recolección. Como sabéis, un compostaje no oficial comporta un riesgo y conlleva duras penas: en el mundo exfernal piensan que incluso la muerte debe someterse a disciplina y, por encima de todo, que hay que pagar por ella. Sin embargo, nos prepararemos para este acto con precaución y lo llevaremos a cabo con discreción. Entretanto, aquellos que deseen ver a Pilar por última vez, pueden hacerlo en su cubículo. Si deseáis ofrecerle un tributo floral, me atrevo a sugerir las capuchinas, que abundan esta temporada. Por favor, no cojáis ninguna de las flores de ajo, porque las estamos guardando para la propagación.
Hubo lágrimas y sollozos de los niños: Pilar era muy querida. A continuación, los Jardineros empezaron a salir. Algunos sonrieron de nuevo a Toby para mostrar que estaban complacidos con su ascenso. Toby se quedó donde estaba, porque Adán Uno la estaba sujetando del brazo.
– Perdóname, querida Toby -dijo cuando el resto se hubieron ido-. Te pido disculpas por mi excursión a la ficción. En ocasiones debo decir cosas que no son transparentemente honestas. Pero es por el bien mayor.
Eligieron a Toby y Zeb para seleccionar la localización del compostaje de Pilar y para precavar el hoyo. El tiempo era esencial, dijo Adán Uno: los Jardineros aprobaban la refrigeración y el clima era cálido, así que si no compostaban a Pilar pronto lo más probable era que ella misma iniciara el proceso demasiado pronto.
Zeb tenía un par de trajes de empleado de Heritage Park: monos verdes y camisas con el logo del parque en blanco. Los dos se los pusieron y salieron con un par de palas, rastrillos, un azadón y una horqueta que repiqueteaban en la parte de atrás de su vehículo. Para Toby era una novedad que los Jardineros tuvieran una furgoneta, pero la tenían. Era una furgoneta de aire comprimido, que guardaban en una tienda de animales domésticos de la Alcantarilla. Una tienda de animales domésticos abandonada: no había mucho interés por mimar a las mascotas en la Alcantarilla, según Zeb, porque si tenías un gato allí era probable que terminara en la freidora de algún vecino.
Los Jardineros pintaban diferentes cosas en su furgoneta, dijo Zeb, según la necesidad. En ese momento tenía un logo de Heritage Park, impecablemente falsificado.
– Hay varios ex artistas gráficos entre los Jardineros -dijo Zeb-. Por supuesto, hay varios ex de todo.
Circularon por el Sumidero, haciendo sonar el claxon para apartar de su camino a los plebiquillos y ahuyentar a cualquiera que intentara limpiarle el parabrisas.
– ¿Has hecho esto antes? -preguntó Toby.
– ¿Con «esto» te refieres a enterrar ilegalmente a damas ancianas en un parque público? No -dijo Zeb-. No había visto morir a ninguna Eva hasta ahora. Pero siempre hay una primera vez para todo.
– ¿Es muy peligroso? -inquirió Toby.
– Supongo que lo descubriremos -dijo Zeb-. Por supuesto, siempre podemos dejarla en un solar abandonado para los carroñeros, pero podría terminar en un SecretBurgers. La proteína animal se está poniendo muy cara. O podrían venderla a los tipos del basuróleo; cogen cualquier cosa. Vamos a salvarla de eso: la vieja Pilar odiaba el petróleo, iba contra su religión.
– ¿Contra la tuya no? -dijo Toby.
Zeb se rio.
– Dejo los puntos más delicados de la doctrina a Adán Uno. Yo uso lo que tengo que usar para llegar a donde necesito ir. Vamos a por un Happicuppa. -Viró en un aparcamiento de centro comercial.
– ¿Vamos a tomar Happicuppa? -dijo Toby-. Modificado genéticamente, crecido al sol, rociado con venenos. Mata aves, arruina a los campesinos, eso lo sabemos todos.
– Estamos de camuflaje -dijo Zeb-. ¡Has de meterte en el papel! -Le hizo un guiño a Toby, luego se estiró por encima de ella y abrió la puerta de la furgoneta-. Date un respiro. Apuesto a que eras un encanto hasta que te recogieron los Jardineros.
Eras, piensa Toby. Esto lo resume todo. No obstante, estaba complacida: no había oído un cumplido en relación a su género en mucho tiempo.
Happicuppa había sido un componente de la hora de comer cuando trabajaba en SecretBurgers: parecía que había pasado toda una vida desde que se había tomado uno. Pidió un Happicappuccino. Había olvidado lo delicioso que era. Lo degustó a pequeños sorbos: podían pasar años antes de que se tomara otro, si es que alguna vez volvía a tomarlo.
– Será mejor que nos vayamos -dijo Zeb antes de que ella hubiera terminado del todo-. Hemos de cavar un hoyo. Ponte la gorra, escóndete el pelo dentro, así es como lo llevan las chicas del parque.
– Eh, zorra del parque -dijo una voz detrás de ella-. ¡Muéstranos tu matorral!
Toby tenía miedo de volverse a mirar, aunque Blanco volvía a estar en Painball. Se lo había contado Adán Uno, eso se decía en la calle.
Zeb captó su miedo.
– Si alguien te molesta, le daré con el azadón -dijo.
De nuevo en la furgoneta, recorrieron las calles de la plebilla hasta que llegaron a la entrada norte de Heritage Park. Zeb mostró su pase falsificado a los vigilantes y pasaron. El parque era oficialmente peatonal, de manera que no había más vehículos que los suyos.
Zeb condujo despacio, pasando junto a familias de habitantes de las plebillas sentadas a las mesas de picnic, con sus barbacoas a plena potencia. Había grupos de plebiquillos pendencieros que bebían y molestaban. Una piedra rebotó en el camión: el personal del parque no iba armado, y los plebiquillos lo sabían. Había habido broncas e incluso víctimas, le contó Zeb. Los árboles tenían algo que hacía que la gente pensara que se podía soltar.
– Donde hay naturaleza, hay capullos -dijo con alegría.
Encontraron una buena ubicación: un trozo de suelo abierto donde el saúco recibiría suficiente luz solar, y donde seguramente ellos no encontrarían demasiadas raíces de árboles al cavar. Zeb se puso a trabajar con el azadón, esponjando el suelo; Toby usó la pala. Plantaron un carteclass="underline" «Plantación cortesía de HelthWyzer West.»
– Si alguien pregunta, tengo la autorización en el bolsillo -dijo Zeb-. Ni siquiera me ha costado mucho.
Cuando el hoyo fue lo bastante grande, recogieron, dejando el cartel en su sitio.
El compostaje de Pilar se llevó a cabo esa tarde. Pilar viajó hasta allí en furgoneta, en un saco de arpillera etiquetado «Mantillo», con el saúco y un depósito de agua de veinte litros a su lado. Nuala y Adán Uno hicieron desfilar al Coro de Flores y Capullos por el parque, junto al lugar de sepultura, de manera que cualquiera que estuviera cerca los estaría mirando a ellos en lugar de a Zeb y a Toby, y su plantación de arbustos. Estaban entonando a pleno pulmón el Himno del Día de los Topos. Cuando llegaron al verso final, Shackleton y Crozier, disfrazados con sus camisetas de plebiquillos, los abuchearon desde el camino lateral. Cuando Crozier lanzó una botella, los Flores y Capullos gritaron, rompieron filas y corrieron por el sendero. Todos los presentes observaron la persecución con interés, esperando violencia. Zeb encajó con destreza a Pilar en el hoyo, todavía en el interior del saco de arpillera, y plantó una mata de saúco encima de ella. Toby echó unas paladas de tierra y la apisonó; luego regaron.