No escupid en su sopa, quería aconsejarles, pero eso habría sido salirse demasiado de su personaje de Tobiatha.
En los días más fastidiosos se entretenía viendo el balneario como una revista sensacionalista: «Hallado en el césped el cadáver de una mujer de la alta sociedad, se sospecha de un tóxico facial. Amanita implicada en muerte por exfoliación. La tragedia acecha junto a la piscina.» Pero ¿por qué tomarla con las damas? Ellas sólo querían sentirse bien y ser felices, como cualquier persona del planeta. ¿Por qué debería envidiar sus obsesiones con las venas salidas y la barriguita? «Piensa en rosa», les decía a sus chicas siguiendo la plantilla de instrucciones de AnooYoo, y luego se lo decía a sí misma. ¿Por qué no? Era un color más bonito que el amarillo de la bilis. Después de una cauta pausa, empezó a guardarse unas pocas provisiones para construirse un Ararat particular. No estaba segura de si creía en el Diluvio Seco. Con el paso del tiempo las teorías de los Jardineros se le antojaban cada vez más remotas, más inverosímiles, más creativas -en una palabra, más descabelladas-, pero creía en ellas lo suficiente para tomar las precauciones rudimentarias. Estaba a cargo del inventario del balneario, así que acumular era fácil. Bastaba con que se llevara algunos contenedores vacíos de las papeleras, unos pocos cada vez -los de Sacudida Intestinal de AnooYoo resultaban especialmente útiles, porque eran grandes y tenían tapas que encajaban- y los llenaba con bocaditos de soja o algas secas o sucedáneo de leche en polvo o latas de sojadinas. Luego volvía a taparlos y los guardaba en las partes de atrás de los estantes del almacén. Un par de miembros del equipo poseían el código de la puerta, pero como Toby era conocida por ser estricta con los inventarios y dura con los rateros, no era probable que nadie se llevara sus contenedores rellenados.
Toby tenía su propia oficina, y en esa oficina había un ordenador. Conocía los peligros de usarlo para cuestiones ajenas a la empresa: algunos funcionarios de AnooYoo Corp podrían estar monitorizando sus búsquedas y mensajes y supervisando para asegurarse de que el personal no estaba viendo pelis porno en horario laboral, así que la mayoría de los días sólo examinaba noticias generales, esperando de esa forma captar alguna noticia sobre los Jardineros.
No había gran cosa. De vez en cuando, salía una noticia de acciones subversivas por parte de verdes fanáticos, pero ya había varios grupos de ese tipo. Toby atisbó algunos rostros de Jardineros entre la multitud durante la Boston Coffee Party, cuando estaban arrojando granos de Happicuppa en la bahía, pero podría estar equivocada en eso. Varias personas llevaban camisetas con la leyenda D es V (Dios es Verde), lo cual no demostraba nada: los Jardineros no habían llevado esas camisetas, al menos en los viejos tiempos.
Corpsegur podría haber acabado con los disturbios de Happicuppa. Podrían haber pulverizado al grupo, más a algunos cámaras de televisión que anduvieran cerca. Claro que no podían eliminar por completo la cobertura de tales sucesos: la gente usaba las cámaras de los móviles. Aun así, ¿por qué Corpsegur no actuaba abiertamente, cargándose a la gente a la vista de todos, e imponía un gobierno totalitario, puesto que eran los únicos que disponían de armas? Incluso dirigían el ejército ahora que éste se había privatizado.
Una vez había planteado esta pregunta a Zeb. Él le respondió que oficialmente eran una empresa de seguridad privada empleada por las corporaciones y que esas corporaciones aún querían ser vistas como honestas y confiables, agradables como amapolas, cándidas como conejos. No podían permitirse ser vistos por el consumidor promedio como mentirosos, despiadados y carniceros tiranos.
– Las corpos han de vender, pero no pueden forzar a la gente a comprar -dijo-. Todavía no. Así que la imagen limpia sigue considerándose imprescindible.
Ésa era la respuesta breve: la gente no quería el gusto de la sangre en sus Happicuppas.
Muffy, su niñera en la célula trufa, se mantenía en contacto con Toby apuntándose ella misma a tratamientos de AnooYoo. De vez en cuando, traía noticias: Adán Uno estaba bien, Nuala le enviaba saludos, los jardineros continuaban extendiendo su influencia, pero la situación era inestable. De vez en cuando traía a una fugitiva necesitada de una ocultación temporal. Ella vestía a la mujer con ropa de mujer como la suya -colores de matronas ricas de SolarSpace, azul pastel, beis crema- y la apuntaba a tratamientos.
– Tú sólo ponle barro y envuélvela en toallas y nadie notará nada -decía, y resultaba cierto.
Una de estas invitadas de emergencia era Pez Martillo. Toby la reconoció: sus manos inquietas, los ojos de mártir de un azul intenso, pero ella no reconoció a Toby. Así que al fin y al cabo Pez Martillo no había logrado una vida más tranquila en Oregón, pensó Toby: seguía en la zona, arriesgándose, huyendo siempre. Lo más probable era que la hubieran absorbido en la guerrilla urbana verde; en cuyo caso sus días estaban contados, porque se decía que Corpsegur iba a eliminar a todos esos activistas. Tenían muestras de su antigua identidad de HelthWyzer, y una vez que entrabas en su sistema no volvías a salir, salvo que aparecieras en forma de cadáver con dentadura y ADN coincidente con sus registros.
Toby pidió la Aromática Total para Pez Martillo, y un Exfoliante Profundo extra. Tenía aspecto de necesitarlos.
Había un riesgo grave en AnooYoo: Lucerne era cliente habitual. Venía todos los meses, con un vestuario de esposa de empleado de complejo de nivel alto. Siempre pedía Brillo Voluptuoso, el Reafirmante Piel de Ciruela y la Inmersión en la Fuente de la Juventud de AnooYoo. Daba la impresión de que tenía más estilo que con los Jardineros: no es difícil, pensó Toby, porque con un saco de plástico tendrías más estilo que un Jardinero, pero también parecía más vieja y más seca. Aquel exuberante labio inferior se había hundido, a pesar de todo el colágeno y los extractos de planta que Toby sabía que le habían inyectado, y sus párpados estaban adoptando la textura arrugada de los pétalos de amapola. A Toby estas señales de declive le resultaban gratificantes, aunque la consternaba cargar con una emoción tan mezquina y celosa. «Déjalo -se decía a sí misma-, sólo porque Lucerne se esté convirtiendo en una seta arrugada no significa que tú seas una tía cañón.» Por supuesto habría sido catastrófico que Lucerne hubiera aparecido de repente de detrás de un arbusto o una cortina de ducha y hubiera gritado el verdadero nombre de Toby. Así que Toby tomaba medidas evasivas. Revisaba las reservas para saber con exactitud cuándo iba a aparecer Lucerne. Le asignaba sus operadoras más vigorosas -Melody, con sus anchos hombros, Symphony con sus manos firmes- y se mantenía alejada de su línea de visión. Además, como Lucerne normalmente estaba tumbada y con los ojos tapados, era poco probable que localizara a Toby; e incluso si la veía, seguro que miraría directamente a través de ella. Para mujeres como Lucerne, las mujeres como Tobiatha no tenían rostro.
¿Y si me acerco a ella cuando esté en la Fuente de Inmersión de Juventud Total y le disparo los láser?, se preguntaba Toby. O acorto la onda de la lámpara de calor. Se fundiría como un malvavisco. Un snack de nematodo. La Tierra entonaría un hurra.
Querida Eva Seis, decía la voz de Adán Uno. Estas fantasías son indignas de ti. ¿Qué pensaría Pilar?
Una tarde llamaron a la puerta de la oficina de Toby.
– Pase -dijo.
Era un hombre grande con un mono verde tejano. Estaba silbando una tonada familiar.
– He venido a podar las lumirrosas -dijo.
Toby levantó la mirada, contuvo el aliento. Sabía que no debía decir nada: su oficina podía estar plagada de micrófonos.
Zeb miró por encima del hombro hacia el pasillo. Entró y cerró la puerta. Se sentó delante del ordenador de Toby, sacó un rotulador y escribió en el calendario de mesa de Toby: «Mira lo que hago.» «¿Los Jardineros? -escribió Toby-. ¿Adán Uno?»