Algunos de vosotros habéis elegido disipar las sospechas comiendo con audacia la carne de nuestros compañeros animales; pero no intentéis hitos que superen vuestras fuerzas, queridos amigos. Morder un SecretBurger y luego atragantarnos con él atraerá un escrutinio no deseado. Si tenéis dudas respecto a vuestros límites, debéis ceñiros al helado SoYummie. Esos semialimentos pueden tragarse sin excesiva tensión.
Demos las gracias a la célula trufa de Fernside, que ha convertido esta Calle de los Sueños en un refugio disponible para nosotros. El letrero en la puerta dice Genes Verdes, que afirma ser una empresa de diseñadores de híbridos botánicos. El segundo cartel -el que dice Cerrado por reformas- es nuestra protección. Si os preguntan, decid que estamos teniendo problemas con el contratista de obras. Ésa siempre es una explicación plausible.
Hoy es el Día de la Polinización, en el que recordamos las contribuciones a la preservación del bosque realizadas por santa Suryamani Bhagat de la India, san Stephen King del bosque Pureora de Nueva Zelanda y san Odigha de Nigeria entre muchos otros. Esta festividad se consagra a los misterios de la reproducción de las plantas, sobre todo la reproducción de esos árboles extraordinarios, las angiospermas, con especial énfasis en las drupas y las frutas pomáceas.
Los antiguos nos legaron leyendas de tales frutas: las manzanas doradas de las Hespérides, la similarmente dorada manzana de la discordia. Algunos dicen que la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal era un higo, otros prefieren un dátil, y otros una granada. Habría tenido sentido que esa comida hubiera sido realmente infame: un trozo de carne, un bistec. ¿Por qué, pues, una fruta? Porque nuestros antepasados eran fructívoros, sin duda, y sólo una fruta los habría tentado.
La fruta sigue siendo un símbolo de profundo significado para nosotros, pues incorpora las nociones de recolección sana, de la rica culminación y de un nuevo inicio, en el cual cada fruta es una semilla: una nueva vida en potencia. La fruta madura cae y vuelve al suelo; pero la semilla se enraiza y se desarrolla, y genera nueva vida.
Como las Palabras Humanas de Dios han dicho: «Por sus frutos los conoceréis.» Oremos porque nuestros frutos sean frutos de Dios y no frutos del mal.
Y unas palabras de advertencia: veneramos a los insectos polinizadores, y en especial a las abejas, pero ahora nos han informado de que, además de la cepa resistente a los virus introducida después de la reciente extinción de la abeja de la miel, las corporaciones han desarrollado ahora una abeja híbrida. No es un híbrido genético, amigos míos. No: ¡es una abominación mayor! Cogen a las abejas cuando todavía se encuentran en estado larval y les insertan sistemas micromecánicos. El tejido crece en torno al injerto, y cuando emerge el imago, el adulto pleno, es una abeja ciberespía controlada por un operador de Corpsegur, equipada para transmitir, y por tanto para traicionar.
Los problemas éticos que plantea son inquietantes: ¿deberíamos recurrir a los insecticidas? ¿Una abeja esclava tan mecanizada es un ser vivo? Y en ese caso, ¿es una criatura de Dios o algo completamente distinto? Hemos de ponderar las implicaciones profundas, amigos míos, y rezar para pedir orientación.
Cantemos.
Melocotoneros o ciruelos
Del Libro Oral de Himnos
de los Jardineros de Dios
49
Año 25
Adán Uno decía: si no puedes parar las olas, navega. O también, lo que puede arreglarse también puede cuidarse. O también, sin luz no hay opción, sin oscuridad no hay baile. Lo que significa que incluso las cosas malas hacían algún bien, porque representaban retos y no siempre sabías qué efectos positivos podrían tener. No es que los Jardineros hicieran nunca un baile como tal.
Así que decidí hacer una meditación, lo cual sería una forma de tratar con el hecho de que ya no había nada que hacer en el Cuarto Pringoso. Si nada es el problema, trabaja con nada, diría Philo el Niebla. Apaga la charla mental. Abre tu ojo interior, tu oído interior. Ve lo que puedas ver. Oye lo que puedas oír. Con los Jardineros lo que vería serían las coletas de la niña de delante de mí y lo que oiría serían los ronquidos de Philo, porque cuando impartía Meditación siempre se dormía.
Esta vez no tuve mucho más éxito. Podía oír el zum, zum de los graves que llegaban del Nido de Víboras y el zumbido de la mininevera, veía las luces de la calle proyectando formas desdibujadas a través de los ladrillos de vidrio de la ventana, pero nada de eso era espiritualmente iluminador. Así que abandoné la meditación y puse las noticias.
Había otra epidemia menor, explicaban, pero nada de lo que alarmarse. Los virus y las bacterias estaban siempre mutando, pero sabía que las corporaciones siempre podían inventar tratamientos para ellas, y además fuera cual fuese ese bicho, yo no lo tenía porque había estado aislada con una doble barrera antivirus que me protegía. Estaba en el lugar más seguro en el que podía estar.
Volví al Nido de Víboras. Se había entablado una pelea. Debían de haber sido los painballers, los tres que habían venido primero y luego el otro.
Mientras observaba, entraron los gorilas de Corpsegur. Echaron al suelo a uno de los painballers, y lo redujeron con pistolas aturdidoras. Los gorilas ahora también estaban peleando: uno de ellos trastabilló hacia atrás, llevándose una mano al ojo; luego otro golpeó la barra. Por lo general, no tardaban tanto en controlar la situación. Savona y Crimson Petal todavía estaban en los trapecios tratando de seguir con su número, pero las chicas de barra se estaban escabullendo del escenario. Enseguida volvieron corriendo: las salidas de atrás estarían bloqueadas. Oh, no, pensé. Entonces una botella voló hacia la cámara y la rompió.