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– ¿No fuiste a la Costa Oeste? -le pregunté-. Después de que…

– Sí -dijo ella-. Bueno, he vuelto.

Me explicó que Veena había reincidido y se había unido a una religión completamente distinta llamada Frutos Conocidos, que afirmaba que ser rico era una señal del favor de Dios porque, «por sus frutos los conoceréis», y frutos significaba cuentas bancarias. Veena había adquirido una franquicia de complementos vitamínicos de HelthWyzer y enseguida se había extendido a cinco outlets, y le iba muy bien. Bernice dijo que la Costa Oeste era perfecta para eso, porque aunque todos hacían cosas como yoga, y decían que eso era espiritual, en realidad sólo eran materialistas retorcidos que comían pescado, rendían culto al cuerpo, con liftings, silicona y manipulaciones genéticas, y tenían valores completamente degenerados.

Veena había querido que Bernice estudiara Económicas en la universidad, pero Bernice había permanecido fiel a la fe de los Jardineros, así que discutieron por eso; y la Martha Graham era una solución de compromiso porque tenía cursos como Aplicaciones Productivas de la Sanación Holística. Que era el que estaba cursando Bernice.

No podía imaginarme a Bernice sanando nada, porque no podía imaginármela deseando sanar nada. Ponerte tierra en un corte era más su estilo. Aun así, dije que era muy interesante.

Le conté lo que iba a estudiar yo, pero vi que no le importaba. Así que le hablé de mi compañero de habitación Buddy Tercero, y me dijo que toda la Martha Graham estaba llena de tipos como ése: exfernales que desperdiciaban su tiempo en la Tierra sin ninguna idea seria en sus cabezas salvo beber y follar. Ella al principio había tenido un compañero de habitación así, que además había sido un asesino de animales porque llevaba sandalias de cuero. Bueno, eran de cuero falso, pero parecía auténtico. Así que se las quemó. Y gracias a Dios que no tenía que compartir cuarto de baño con él más, porque lo oía haciendo cosas sexuales con chicas prácticamente todas las noches, como si fuera algún tipo de híbrido degenerado de bonobo y conejo.

– Jimmy -dijo-. ¡Qué aliento de carne!

Cuando oí el nombre de Jimmy pensé que no podía ser el mismo. Pero luego pensé: sí, sí que puede ser el mismo. Mientras le daba vueltas a todo ello, Bernice dijo que por qué no me trasladaba a la habitación contigua a la suya, porque ahora que Jimmy se había marchado estaba vacía.

Quería arreglarme con ella, pero no tanto. Así que me lancé a lo que tenía que decirle:

– Siento mucho lo de Burt -dije-. Tu papá. Que muriera así. Me sentí muy responsable.

Ella me miró como si estuviera loca.

– ¿De qué estás hablando? -dijo.

– Esa vez que te conté que se estaba tirando a Nuala y tú se lo dijiste a Veena, y ella se puso hecha una furia y llamó a Corpsegur. Bueno, no creo que tuviera sexo con Nuala. Amanda y yo, bueno, más o menos nos lo inventamos porque queríamos ser malas. Me siento fatal por eso y lo lamento mucho. No creo que hiciera nunca nada peor que lo de los sobacos de las niñas.

– Al menos Nuala era adulta -dijo Bernice-. Pero él no paraba con los sobacos. Con las niñas. Era un degenerado, como decía mi madre. El me decía que yo era su niña favorita, pero ni siquiera eso era verdad. Se lo conté a Veena. Por eso lo delató. O sea que ya puedes dejar de darte tono. -Me dedicó otra vez esa vieja mirada, aunque esta vez con ojos rojos y llorosos-. Tienes suerte de que nunca te tocara a ti.

– Oh -dije-. Bernice, lo siento mucho.

– No quiero volver a hablar de esto más -dijo Bernice-. Prefiero usar mi tiempo de maneras más productivas.

Me preguntó si quería ir a pintar carteles de protesta contra Happicuppa con ella, y le dije que ya me había saltado una clase ese día, pero que tal vez en otra ocasión. Bernice me dedicó esa mirada de ojos entrecerrados que decía que sabía que estaba escurriendo el bulto. Entonces le pregunté qué aspecto tenía su antiguo compañero de habitación Jimmy, y ella dijo que no me importaba.

Había vuelto a su modo mandón, y yo sabía que si me quedaba mucho tiempo más con ella volvería a tener nueve años, y ella tendría el mismo poder sobre mí, o peor aún porque, por más cosas horribles que me deparara la vida, la suya siempre sería peor, y ella me inmovilizaría con esa llave de víctima. Le dije que de verdad tenía que irme, y ella dijo:

– Sí, claro.

Y luego me soltó que no había cambiado nada, que seguía siendo la misma pánfila de siempre.

Años después -cuando ya estaba trabajando en el Scales and Tails- vi en la tele que a Bernice la habían matado en una incursión en un piso franco de los Jardineros. Eso fue después de que ¿legalizaran a los Jardineros. El hecho de que la ¿legalizaran no iba a parar a Bernice; era una persona de valor y convicciones. Tenía que admirarla por eso -por las convicciones, y también por el coraje-, porque yo nunca había tenido ni una cosa ni la otra.

Mostraron un primer plano de su rostro, con aspecto más suave y pacífico en la muerte del que nunca le había visto en vida. Quizás ésa era la verdadera Bernice, pensé: amable e inocente. Quizás era así por dentro, y todas las batallas que habíamos tenido y todas sus maneras desagradables eran su forma de pelear por salir de la dura coraza que se había formado en torno a su cuerpo como el élitro de un escarabajo. Y por más que arremetiera y se debatiera, Bernice estaba atrapada en su coraza. Esa idea me hizo sentir tanta lástima por ella que me eché a llorar.

52

Antes de esa conversación con Bernice en la que ella había hablado de su antiguo compañero de habitación, yo casi había estado esperando ver a Jimmy: en una clase, en el Happicuppa, o sólo caminando por ahí. Sin embargo, ahora sentía que tenía que estar muy cerca. Estaría al doblar la esquina o al otro lado de la ventana; o me despertaría una mañana y lo encontraría a mi lado, sosteniéndome la mano y mirándome como me solía mirar la primera vez que estuvimos juntos. Era como si me persiguiera.

Quizás estaba marcada por Jimmy, pensé. Como un patito que al salir de un huevo lo primero que ve es una comadreja, y por eso la sigue durante el resto de su vida. Que probablemente sea corta. ¿Por qué tenía que ser Jimmy la primera persona de la que se había enamorado? ¿Por qué no podía ser alguien con mejor carácter? O al menos una persona menos veleidosa. Una persona más seria, alguien no tan dado a hacerse el tonto.

Lo peor de todo era que no me podía interesar por nadie más. Había un agujero en mi corazón que sólo Jimmy podía llenar. Sé que es una idea muy manida -por entonces ya había oído bastante de esa música mundana en mi Sea/H/Ear Candy-, pero es la única forma en que puedo explicarlo. Y no es que no fuera consciente de los defectos de Jimmy, porque lo era.

Por supuesto, al final vi a Jimmy. El campus no era enorme, así que tenía que ocurrir antes o después. Lo vi en la distancia, y él me vio, pero no vino corriendo. Se quedó en la distancia. Ni siquiera me saludó, hizo como si no me hubiera visto. Así que si había estado esperando la respuesta a la pregunta que siempre me había planteado -¿todavía me quiere?- ya la tenía.

Entonces en Danza Calisténica conocí a una chica que había estado un tiempo con Jimmy, Shayluba algo. Dijo que al principio era genial, pero que luego empezó a decirle lo malo que era para ella, que era incapaz de comprometerse por la novia que había tenido en el instituto. Eran demasiado jóvenes y terminó mal, y había sido un vertedero emocional desde entonces, aunque quizás era destructivo por naturaleza porque la cagaba con cada chica que tocaba.

– ¿Se llamaba Wakulla Price? -pregunté.

– La verdad es que no -dijo Shayluba-. Eras tú.

Jimmy, qué farsante y mentiroso eres, pensé. Pero luego pensé: ¿y si es verdad? ¿Y si yo había jodido la vida de Jimmy igual que él había jodido la mía?