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Mordis me dio su tarjeta de todos modos, y me insistió en que si cambiaba de idea me aceptaría en el Scales en cualquier momento, sin hacer preguntas.

53

El balneario de AnooYoo se encontraba en medio de Heritage Park. Había oído hablar mucho de él, porque Adán Uno estaba muy en contra: decía que muchos animales y también árboles habían sido sacrificados para construir un pabellón a la vanidad. En ocasiones en el Día de la Polinización daba un sermón entero al respecto. Pero, a pesar de ello, me sentía feliz allí. Tenían rosas que brillaban en la oscuridad, grandes mariposas rosas durante el día y hermosas polillas de kudzu por la noche, y una piscina, aunque el personal no podía usarla, y fuentes y su propio huerto de verdura ecológica. El aire era más sano allí que en medio de la ciudad, así que no tenías que ponerte tanto los conos nasales. Era como un sueño reconfortante. Me pusieron a trabajar en la lavandería, doblando sábanas y toallas, y eso me gustó porque era pacífico: todo era rosa.

En mi tercer día allí, Tobiatha me salió al paso mientras llevaba una pila de toallas limpias a una de las habitaciones y me dijo que quería hablar conmigo. Pensé que tal vez había hecho algo mal. Caminamos hasta el césped y ella me dijo que hablara en voz baja. Me explicó que se había dado cuenta de que la había reconocido en parte y ella sin duda me había reconocido a mí. Me había contratado porque había sido Jardinera y ahora que habían ¡legalizado a los Jardineros y destruido el Jardín teníamos el deber de cuidar los unos de los otros. Se daba cuenta de que estaba metida en problemas, además de no tener nada de dinero. ¿Qué pasaba?

Rompí a llorar, porque no me había enterado de lo del Jardín. Fue un impacto: tal vez tenía en mente que podía volver allí si las cosas se ponían feas de verdad. Ella me hizo sentar al lado de las fuentes: así el agua que corría ahogaría nuestras voces en caso de que hubiera micrófonos direccionales, dijo, y yo le hablé de HelthWyzer, le expliqué cómo había estado en contacto con los Jardineros a través de Amanda antes de perder el móvil y que no había vuelto a saber nada más del Jardín. No mencioné que me había enamorado de Jimmy y que me había roto el corazón, pero sí le hablé de la Martha Graham y de que Lucerne se había desprendido de mí de ese modo tan abrupto después de que secuestraran a mi padre.

Le dije que no tenía un norte en la vida, que me sentía entumecida por dentro, como una huérfana. Ella sabía que todo eso tenía que resultar inquietante, porque también había pasado una temporada difícil cuando tenía mi edad, y le había ocurrido algo parecido respecto a su padre.

Esta nueva versión de Toby no se parecía en nada al incordio que había sido como Eva Seis. Era más serena. O quizá yo era más mayor.

Toby miró a su alrededor y bajó la voz. Me contó que había tenido que irse del Jardín del Edén en el Tejado apresuradamente y que se había hecho algunas alteraciones porque corría riesgo allí, así que tenía que tener mucho cuidado de no decirle a nadie quién era. Se había arriesgado conmigo y esperaba que pudiera confiar en mí, y yo le dije que podía hacerlo. Entonces me advirtió que Lucerne venía al balneario en ocasiones, y que tenía que saberlo y estar atenta para mantenerme alejada de su vista.

Por fin dijo que si ocurría algo -alguna crisis- y ella no estaba, tenía que saber que había reunido un jardín estilo Ararat de comida no perecedera en el almacén de AnooYoo; me dijo el código de la puerta por si alguna vez necesitaba entrar, aunque esperaba que nunca fuera necesario.

Le di las gracias, y luego le pregunté si sabía dónde estaba Amanda. Quería volver a verla, dije. Era mi única amiga verdadera. Toby dijo que a lo mejor podría encontrarla.

Después de eso no hablamos con mucha frecuencia -Toby decía que sería sospechoso aunque no sabía quién podía estar vigilando-, pero intercambiábamos algunas palabras y señas. Sentía que me estaba protegiendo como con algún tipo de campo de fuerza alienígena. Aunque, por supuesto, eso me lo estaba inventando.

Un día, cuando llevaba casi un año allí, Toby dijo que había localizado a Amanda a través de conocidos mutuos en Internet. Lo que me contó fue sorprendente, aunque no tanto cuando pensé en ello. Amanda se había convertido en una bioartista: hacía arte con animales o partes de animales que disponía en el exterior a escala gigante. Vivía cerca de la entrada oeste de Heritage Park y, si quería verla, Toby podía conseguirme un pase y que me llevaran allí en uno de los monovolúmenes rosas de AnooYoo.

Eché mis brazos al cuello de Toby y la abracé, pero ella me señaló que tuviera cuidado con eso: las chicas de la lavandería no abrazaban a una directora. Luego me dijo que no debería implicarme mucho con Amanda: Amanda tenía tendencia a ir demasiado lejos, porque no conocía los límites de su propia fuerza. Quería preguntarle qué quería decir, pero ya se estaba yendo.

El día de la visita, Toby me dijo que Amanda estaría avisada de mi llegada: pero las dos teníamos que esperar hasta que cerráramos la puerta antes de abrazarla o gritar o hacer cualquier tipo de manifestación. Me dio una canasta con productos de AnooYoo para entregar, como excusa en caso de que alguien parara el monovolumen y preguntara adónde iba. El conductor me esperaría: sólo dispondría de una hora, porque sería extraño que una chica de AnooYoo pasara demasiado tiempo en el mundo exfernal.

Dije que tal vez debería disfrazarme, y ella dijo que no, porque los guardas harían preguntas. Así que me puse mi mono rosa de AnooYoo encima del blusón de trabajo y los pantalones de algodón y salí con mi canasta, como caperucita rosa.

El monovolumen de AnooYoo me dejó delante del deteriorado edificio de Amanda como estaba planeado. Recordaba lo que me había dicho Toby. Esperé hasta que estuve dentro de la puerta, donde me estaba esperando Amanda, y las dos dijimos: «No puedo creerlo», y nos abrazamos. Pero no mucho tiempo, Amanda nunca había sido de abrazar.

Era más alta que la última vez que la había visto en carne y hueso. Estaba bronceada -pese a los protectores solares y los sombreros- de tanto trabajar al aire libre, dijo. Fuimos a la cocina, que tenía un montón de dibujos suyos colgados de las paredes y algunos huesos aquí y allá; y nos tomamos una cerveza cada una. Nunca me había gustado mucho tomar alcohol, pero la ocasión era especial.

Empezamos a hablar de los Jardineros: Adán Uno y Nuala y Mugi el Músculo y Philo el Niebla y Katuro y Rebecca. Y Zeb. Y Toby, aunque no dije que ahora era Tobiatha y que dirigía el balneario de AnooYoo. Amanda me contó por qué Toby había tenido que abandonar el Jardín. Era porque Blanco de la Alcantarilla iba tras ella. En la calle, Blanco tenía la reputación de cargarse a cualquiera que le molestara, en especial a mujeres.

– ¿Por qué ella? -dije.

Amanda dijo que había oído que era por un antiguo rollo sexuaclass="underline" me desconcertó, porque los rollos sexuales y Toby nunca habían encajado, lo cual era el principal motivo de que los chicos la llamáramos la Bruja Seca. Y comenté que quizá Toby había sido más húmeda de lo que habíamos pensado, y Amanda rio y dijo que obviamente yo todavía creía en los milagros. Pero ahora sabía por qué Toby se escondía bajo una identidad diferente.

– Recuerdas lo que solíamos decir: toc, toc, quién es. Tú y Bernice y yo -dije. Se me estaba subiendo la cerveza.

– Peli -dijo Amanda-. ¿Qué peli?

– Peligroso -dije, y las dos rompimos a reír, y parte de la cerveza me salió por la nariz.

Entonces le conté que me había encontrado con Bernice y que estaba más cabreada que nunca. Nos reímos también de eso. Pero no mencionamos al difunto Burt.

– Y la vez que me conseguiste esa superyerba con Shackie y Croze -dije-, y fuimos todos a la cabina del holocentrifugador y vomité.