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En ocasiones decía que estaba trabajando en soluciones al mayor problema de todos, que eran los seres humanos: su crueldad y sufrimiento, sus guerras y pobreza, su temor a la muerte.

– ¿Cuánto pagarías por el diseño de un ser humano perfecto? -diría.

Entonces había insinuado que el Proyecto Paraíso estaba diseñándolo y que invertirían más dinero en él.

Para los finales de estas reuniones, alquilaba la habitación con el techo de plumas y pedía bebidas, drogas y scalies, no para él mismo sino para los tipos que lo acompañaban. En ocasiones, incluso trataba con los capitostes de Corpsegur. Esos tipos eran siniestros. Yo nunca tenía relaciones con los painballers, pero sí con los de Corpsegur, y eran los clientes que menos me gustaban. Era como si tuvieran mecanismos detrás de los ojos.

De vez en cuando, Glenn contrataba a dos o tres scalies durante toda la noche, no para sexo sino para cosas muy extrañas. Una vez quiso que maulláramos como gatos para poder medir nuestras cuerdas vocales. En otra ocasión nos pidió que cantáramos como pájaros para grabarnos. Starlite se quejó a Mordis de que no le pagaban para eso, pero Mordis sólo dijo:

– Bueno, es un chiflado. Ya has visto otros antes. Pero es un chiflado rico, y es inofensivo, así que complácelo.

Yo formaba parte del trío de chicas la noche que nos sometió a una especie de cuestionario. ¿Qué nos haría feliz?, quería saber. ¿La felicidad era más parecida a la excitación o a la contención? ¿La felicidad era interior o exterior? ¿Con árboles o sin ellos? ¿Había agua corriente cerca? ¿Un exceso de felicidad aburría? Starlite y Crimson Petal trataban de adivinar lo que quería oír para poder decirle las mentiras adecuadas.

– No -dije. Sabía cómo era Glenn-. Es un geek. Quiere que digamos lo que de verdad sentimos.

Eso las confundió mucho.

Eso sí, nunca nos preguntaba por la tristeza. Quizá pensaba que ya sabía suficiente de eso.

Un buen día empezó a traer a una mujer: físicamente parecía una Asian Fusion y tenía acento extranjero. Glenn dijo que la mujer quería conocer el Scales porque Rejoov nos había elegido como uno de los principales lugares experimentales, y ella nos presentaría un nuevo producto: la píldora BlyssPluss, que resolvería todos los problemas relacionados con el sexo. Nos habían concedido el privilegio de darlo a conocer a nuestros clientes. La mujer tenía un título ejecutivo de Rejoov -vicepresidenta de Incremento de Satisfacción-, aunque su verdadero trabajo era ser la primera de Glenn.

Me di cuenta de que había sido una de las nuestras: una chica de alquiler, de un tipo o de otro. Resultaba obvio cuando conocías las señales. Estaba actuando siempre, sin delatar nada de sí misma. Yo los observaba en la pantalla: tenía curiosidad porque Glenn era un tipo seco, aunque, claro, podía tener sexo, como cualquier ser humano. Esa chica tenía más movimientos que un pulpo, y su trabajo primario era asombroso. Glenn actuaba como si ella fuera la primera, la última y la única chica del planeta. Mordis también solía observarlos, y decía que el Scales pagaría mucho dinero por esa chica. Yo le dije que no podía costeársela: ella estaba muy por encima de su escala salarial.

Los dos tenían nombres de mascota. Ella lo llamaba Crake, y él la llamaba Oryx. A las otras chicas les resultaba extraño que los dos fueran tan acaramelados, porque no coincidía con el carácter de Glenn. A mí, en cambio, me parecía algo bonito.

– ¿Es ruso o qué? -me preguntó Crimson Petal-. ¿Oryx y Crake?

– Supongo -dije.

Eran nombres de animales extinguidos -los Jardineros teníamos que memorizar infinidad de nombres-, pero si lo decía las chicas se preguntarían cómo era que lo sabía.

La primera vez que Glenn vino al Scales lo reconocí de inmediato, pero por supuesto él no me reconoció, con mi integral de biofilm y con lentejuelas en toda la cara, y yo no le dije nada. Mordis nos decía que no forjáramos vínculos personales con los clientes, porque si querían una relación podían conseguirla en cualquier otro sitio. Decía que a los clientes del Scales no les importaba nuestra vida, sólo querían epidermis y fantasía. Querían que los llevaran a la tierra de Nunca Jamás, donde disfrutarían de experiencias pecaminosas que nunca jamás podrían tener en casa. Damas libélula envolviéndolos, mujeres serpientes deslizándose por encima de ellos. Así que era mejor que nos guardásemos nuestra charla emocional privada para gente que de verdad se preocupara por nosotras, como las otras scalies.

Una noche Glenn preparó una velada de tratamiento extraespecial, para un invitado extraespecial, dijo. Reservó la sala de plumas con la colcha verde, los martinis más potentes del Scales and Tails -kicktails los llamaban- y dos scalies, Crimson Petal y yo. Mordis nos eligió a nosotras porque Glenn dijo que este invitado extraespecial prefería las chicas más delgadas.

– ¿Quiere un rollo colegiala vestida de marinerita? -pregunté; en ocasiones esto era lo que significaba chicas delgadas-. ¿He de llevar mi cuerda de saltar a la comba?

Si era así tendría que cambiarme, porque justo entonces estaba llena de lentejuelas.

– Este tipo está tan colgado que ya no sabe lo que quiere -dijo Mordis-. Sólo dale tu recital de conejita. Queremos ver propinas de las gordas. Haz que le salgan los ceros por las orejas.

Cuando llegamos a la habitación, el tipo estaba tumbado sobre la colcha verde de satén como si la hubieran arrojado desde un avión, pero contento con ello, porque tenía una sonrisa de cuerpo entero.

Era Jimmy. Dulce, hecho polvo Jimmy. Jimmy, que había arruinado la vida.

Mi corazón dio un vuelco. Oh, mierda, pensé. No estoy preparada para esto. Voy a perder los nervios y me echaré a llorar. Sabía que no me reconocería: iba cubierta de lentejuelas, y él estaba tan colgado que era casi ciego. Así que me deslicé a la actuación habitual y empecé con los botones y el velcro. Las scalies lo llamábamos «pelar la gamba».

– ¡Qué abdominales! -susurré-. Cariño, túmbate.

¿Odiaba hacerlo o me gustaba? ¿Por qué tenía que ser una cosa o la otra? Como Vilya siempre decía de sus tetas: «Llévate dos, están baratas.»

Jimmy trató de quitarme las escamas de la cara, así que tuve que cogerle las manos y ponérselas en otro sitio.

– ¿Eres un pez? -estaba diciendo.

No parecía que lo supiera.

Oh, Jimmy, pensé. ¿Qué queda de ti?

Santa Dian, mártir

AÑO 24

De la persecución. Narrado por Adán Uno

Queridos amigos, queridos compañeros fieles: El Jardín del Edén en el Tejado ya sólo florece en nuestro recuerdo. En este plano terrenal ya sólo hay desolación: un lago o un desierto, en función de la lluvia. ¡Cuánto ha cambiado nuestra situación desde nuestros antiguos días de verdura y ensalada! ¡Qué encogidas y menguadas están nuestras filas! Nos han llevado de un refugio a otro, nos acosan y nos persiguen. Algunos antiguos amigos han renunciado a nuestro credo, otros han presentado falso testimonio contra nosotros. Otros han elegido el extremismo y la violencia, y han sido asesinados en el curso de redadas llevadas a cabo contra ellos. Recordamos en este sentido a nuestra antigua y querida hija, Bernice. Pongamos luz a su alrededor.

Algunos han sido mutilados y arrojados en solares vacíos para sembrar el pánico entre nosotros. Aun hay otros que han desaparecido, secuestrados de sus lugares de refugio para desvanecerse en las prisiones de los poderes exfernales, privados de juicio, imposibilitados incluso de conocer los nombres de sus acusadores. Puede que sus mentes ya hayan sido destruidas mediante drogas y tortura, puede que sus cuerpos se hayan fundido en basuróleo. Leyes injustas nos impiden conocer el paradero de estos compañeros Jardineros. Sólo podemos esperar que mueran en fe inquebrantable.