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Hoy es el Día de Santa Dian, consagrado a la empatía entre las especies. En esta jornada invocamos a san Jerónimo de Estridón de los Leones, san Robert Burns de los Ratones y san Christopher Smart de los Gatos; san Farley Mowat de los Lobos y también Ijwan al-Safa y sus Cartas a los Animales. Y por encima de todos, a santa Dian Fossey, que dio su vida mientras defendía a los gorilas de la explotación despiadada. Ella trabajó por un Reino Apacible, en el cual se respetara toda vida; sin embargo, las fuerzas malignas se combinaron para destruirla a ella y a sus educados compañeros primates. Su asesinato fue terrible; e igualmente horribles los rumores maliciosos que se divulgaron sobre ella, tanto durante su vida como después de ésta. Porque los poderes exfernales matan en palabra y en obra.

Santa Dian personifica un ideal que hemos de atesorar: amor y cuidado por todas las demás criaturas. Creía que éstas merecían la misma ternura que mostraríamos a nuestros queridos amigos y parientes, y en ello es para nosotros un modelo reverenciado. Santa Dian está enterrada entre sus amigos gorilas, en la montaña que trataba de proteger.

Como muchos mártires, santa Dian no vivió para ver el cumplimiento de sus labores. Al menos se salvó de saber que la especie por la que dio su vida ya no existe. Como muchas otras, ha sido barrida de la faz del planeta de Dios.

¿Qué tiene nuestra propia especie que nos deja tan vulnerables al impulso de la violencia? ¿Por qué somos tan adictos al derramamiento de sangre? Siempre que nos veamos tentados a enorgullecemos y a sentirnos superiores a los otros animales, deberíamos reflexionar sobre nuestra propia historia brutal.

Aliviaos en la idea de que esta historia pronto será barrida por el Diluvio Seco. No quedará nada del mundo exfernal salvo madera en descomposición y trozos de metal oxidado; y por encima de ellos treparán el kudzu y otras enredaderas; y las aves y los animales anidarán en ellos, como se nos cuenta en las Palabras Humanas de Dios: «Serán dejados juntamente a merced de las aves rapaces de los montes y de las bestias de la tierra; pasarán allí el verano las rapaces y toda bestia terrestre allí invernará.» Porque todas las obras de los hombres serán como palabras escritas en el agua.

Cuando nos agachamos juntos en esta bodega oscura, hablando en voz baja detrás de ventanas oscurecidas -preocupados por si hubiera infiltrados o hubiera cerca dispositivos de escucha o ciberinsectos-, cuando los vengativos funcionarios de Corpsegur podrían estar ahora mismo corriendo hacia nosotros, necesitaremos más que nunca de nuestra resolución. Recemos por que el espíritu de santa Dian nos inspire y nos ayude a mantenernos firmes en el momento del juicio. No temáis, dice ese espíritu, ni aunque ocurra lo peor: porque nos cobijamos bajo las alas de un Espíritu mayor.

Una hora antes del amanecer, hemos de salir de este lugar oculto, solos o en grupos de dos o de tres. Guardad silencio entonces, amigos; sed invisibles; fundíos con vuestras propias sombras. Y con la Gracia prevaleceremos.

Ahora, no podemos cantar por temor a que nos oigan, pero:

Susurremos.

Hoy alabamos a santa Dian

Hoy alabamos a santa Dian, su sangre derramó por la vida; aunque su fe quiso interponer, mataron a otra especie.
Por las colinas llenas de niebla, siguió las bandadas de gorilas y logró que en su amor confiaran y que tomaran su mano.
Los fuertes y tímidos gigantes ella agarró con manos valientes; los protegió con grandes desvelos para salvarlos del daño.
Amiga y pariente para ellos, en torno a ella se divertían; mas llegaron de noche asesinos y allí mismo la mataron.
¡Eran muchas las manos violentas! Muy pocos hay como tú, Dian. Cuando una especie muere en la tierra, también morimos un poco.
En las colinas llenas la niebla, que habitaban tímidos gorilas, sigue vagando tu dulce espíritu, vigilante para siempre.

Del Libro Oral de Himnos

de los Jardineros de Dios

55

Ren

Año 25

Creas tu propio mundo con tu actitud interna, decían los Jardineros. Y yo no quería crear el mundo exterior: el mundo de los muertos y los moribundos. Así que cantaba viejos himnos de los Jardineros, sobre todo los alegres. O bailaba. O escuchaba las canciones en mi Sea/H/Ear Candy, aunque no podía evitar pensar que ya no habría música nueva.

Decid los nombres, nos pedía Adán Uno. Y entonábamos esas listas de animales: diplodocus, pterosauros y brontosaurios; trilobites, nautilus, ictiosaurio, ornitorrinco, mastodonte, dodo, alca gigante, dragón de Komodo. Veía todos los nombres, tan claro como páginas. Adán Uno explicaba que recitar los nombres era una forma de mantener vivos a esos animales. Así que los dije.

Dije también otros nombres. Adán Uno, Nuala, Zeb. Shackie, Croze y Oates. Y Glenn, simplemente no podía imaginar que alguien tan listo estuviera muerto.

Y Jimmy, a pesar de lo que había hecho.

Y Amanda.

Repetí esos nombres una y otra vez, para mantenerlos vivos.

Luego pensé en lo que había susurrado Mordis, al final. Tu nombre, había dicho. Tenía que ser importante.

Conté la comida que me quedaba. Para cuatro semanas, tres semanas, dos. Tachaba el tiempo con mi perfilador de cejas. Si comía menos, duraría más. Pero si Amanda no venía pronto, me encontraría muerta. No podía imaginarlo.

Glenn solía decir que la razón por la que no puedes realmente imaginarte muerta era porque en cuanto decías «Estaré muerta», usabas la primera persona, así que aún estabas viva en la frase. Y así es como la gente entendía la idea de la inmortalidad del alma, como una consecuencia de la gramática. Y lo mismo ocurría con Dios, porque en cuanto había un tiempo pasado, tenía que haber un pasado antes del pasado, y seguías yendo hacia atrás hasta que llegabas al no lo sé, y eso era Dios. Es lo que no conoces, lo oscuro, lo oculto, la otra cara de lo visible, y todo porque tenemos gramática, y la gramática sería imposible sin el gen FoxP2; de manera que Dios es una mutación cerebral, y ese gen es el mismo que necesitan los pájaros para cantar. Así que la música está incorporada, explicó Glenn: está tejida en nuestro ser. Sería muy duro amputarla, porque es parte esencial de nosotros, como el agua.