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– ¿Cómo entrabas en el campo de juego? -le pregunta Pico de Marfil a Toby.

Está fijándose en su antiguo rifle como si estuviera hecho de oro.

– Yo era Rascón -dice Toby.

Se miran el uno al otro.

– Tú -dice Lotis Azul-. ¡Tú eras Rascón! ¡La dama secreta! -Ríe-. Zeb nunca nos quiso decir quién eras. Pensábamos que era una tía cañón que tenía.

Toby esboza una pequeña sonrisa.

– Aunque decía que eras fuerte -dice Tamarao-. Insistió en ello.

– ¿Zeb? -dice Toby, como si estuviera hablando consigo misma. Sé que quiere preguntar si sigue vivo, pero le da miedo.

– Loco Adán era un gran montaje -dice Beluga-. Hasta que nos pillaron.

– Nos delató el puto Rejoov -dice Nogal Antillano, la mujer más joven-. El cabrón de Crake.

Tiene la piel marrón, pero habla con acento inglés. Ahora que Toby les ha dicho que era otra persona son mucho más afables.

Estoy confundida. Miro a Croze y dice:

– Era eso que estábamos haciendo, lo de la biorresistencia. Por eso nos metieron en Painball. Estos son los científicos que pillaron. ¿Recuerdas que te lo conté en el Scales?

– Ah -digo.

Pero todavía no lo tengo claro. ¿Por qué los pilló Rejoov? Fue un secuestro de cerebros, como lo que le había ocurrido a mi padre.

– Tuvimos visita -dice Pico de Marfil a Croze-. Después de que fueras a por las ovejas. Dos tipos, con una mujer y un pulverizador y un mofache muerto.

– En serio -dice Croze-. Es fundamental.

– Dijeron que habían estado en Painball, como si debiéramos respetarlo -dice Beluga-. Querían cambiar la mujer por células de pulverizador y carne de mohair. La mujer y el mofache.

– Apuesto a que fueron ellos los que se llevaron el mohair lavanda -dice Croze-. Toby encontró las patas.

– ¡Mofache! ¿Qué cambiaríamos por eso? -dice Nogal Antillano, indignada-. No nos estamos muriendo de hambre.

– Deberíamos haberles disparado -dice Manatí-. Pero tenían a la mujer como escudo.

– ¿Qué llevaba puesto? -digo, pero no me hacen caso.

– Dijimos que no -dice Pico de Marfil-. Es cruel para la chica, pero están desesperados por las células, lo cual significa que se les están acabando. Así que nos ocuparemos de ellos después.

– Es Amanda -digo.

Podrían haberla salvado. Aunque no los culpo por no aceptar el trato: no hay que darles células de pulverizador a tipos que las usarán para matarte.

– ¿Qué pasa con Amanda? -digo-. No deberíamos ir a rescatarla.

– Sí, hemos de reunir a todos ahora que el Diluvio ha pasado -dice Croze-. Como hemos dicho. -Me está apoyando.

– Así podremos, bueno, reconstruir la raza humana -digo.

Sé que suena estúpido, pero es lo único que se me ocurre.

– Amanda puede ayudarnos de veras, es muy buena en todo.

Pero me sonríen con tristeza como si supieran que es inútil. Croze me coge la mano y me aleja de ellos.

– ¿Lo dices en serio? -pregunta-. ¿Lo de la raza humana? -Sonríe-. Tendrás que tener hijos.

– Quizá todavía no -digo.

– Vamos -dice-. Te enseñaré el jardín.

Tienen una cocina, y algunos biodoros violetas portátiles en un rincón, y algún módulo solar que están arreglando. No faltan componentes de cualquier cosa en las plebillas, aunque hay que tener cuidado con los edificios en ruinas.

El huerto está detrás: todavía no han plantado gran cosa.

– Tuvimos ataques de cerdos -dice-. Cavaron por debajo de la valla. Le disparamos a uno, así que quizá los demás captaron la idea. Zeb dice que son supercerdos, porque son un híbrido con tejido cerebral humano.

– ¿Zeb? -digo-. ¿Zeb está vivo?

Me siento mareada de repente, toda esa gente muerta volviendo a la vida: es abrumador.

– Claro -dice Croze-. ¿Estás bien?

Me pone el brazo en torno a la cintura para impedir que me caiga al suelo.

72

Toby. Santa Rachel y Todas las Aves

Año 25

Ren y Crozier se han ido paseando detrás de la cabaña. No hay peligro, piensa Toby. Amor joven, sin duda. Ella le está contando a Pico de Marfil lo del tercer hombre, el muerto. Blanco. El escucha con atención.

– ¿La pandemia? -pregunta él.

– Una bala infectada -dice Toby. No menciona la adormidera y los Ángeles de la Muerte.

Mientras están hablando, se acerca una mujer desde detrás de la casa.

– Eh, Toby -dice.

Es Rebecca. Más mayor, menos rellenita, pero sigue siendo Rebecca. Sólida. Agarra a Toby por los hombros.

– Estás demasiado flaca, cariño -dice-. No importa, tenemos beicon. Engordarás seguro.

El beicon no es un concepto que Toby pueda captar ahora mismo.

– Rebecca -dice. Y quiere añadir: «¿Por qué estás viva?», pero ésa es cada vez más una pregunta sin sentido. ¿Por qué están vivos todos ellos? Así que se limita a decir-: Es maravilloso.

– Zeb dijo que lo lograrías. Siempre lo decía. Eh. ¡Sonríeme!

A Toby no le gusta el uso del pasado. Tiene un tufo de lecho de muerte.

– ¿Cuándo lo decía? -pregunta.

– Coño, lo dice casi todos los días. Ahora ven a la cocina, come algo. Cuéntame dónde has estado.

Así que Zeb está vivo, piensa Toby. Ahora que sabe que es cierto siente que siempre lo había sabido. También lo duda: no será verdad hasta que lo vea. Hasta que lo toque.

Tienen café -raíces de diente de león tostadas, explica Rebecca con orgullo-, y un poco de raíces de bardana con hierbas y una rebanada de… ¿puede ser cerdo frío?

– Estos cerdos son un incordio -dice Rebecca-. Se pasan de listos. -Mira a Toby a los ojos, desafiante-. Necesidad obliga -dice-. Bueno, al menos sabemos lo que hay dentro, no como en los SecretBurgers.

– Está delicioso -dice Toby, sin mentir.

Después de su aperitivo, Toby entrega las tres patas de mohair que le quedan. No están muy frescas, pero Rebecca dice que están bien para el caldo. A continuación se zambullen en la historia. Toby explica su tiempo en el balneario de AnooYoo y les cuenta de la llegada de Ren; Rebecca describe su falsa identidad vendiendo seguros de vida en comunidades cerradas del oeste mientras colocaba ingeniosas bioformas del Loco Adán, y cómo tomó el último tren bala hacia el este -era un riesgo porque había mucha gente tosiendo, pero llevaba cono nasal y guantes- y luego se escondió en la Clínica de Estética con Zeb y Katuro.

– En nuestra vieja sala de reuniones, ¿te acuerdas? -dice-. Nuestros suministros de Ararat aún estaban allí.

– ¿Y Katuro? -pregunta Toby.

– Está bien. Tiene un germen de alguna clase, pero no es el malo; ya lo ha superado. Ha salido con Zeb y Shackleton, y con Rinoceronte Negro. Están buscando a Adán Uno y al resto. Zeb dice que si alguien ha podido superarlo, son ellos.

– ¿En serio? ¿Hay alguna posibilidad? -dice Toby. ¿Me buscó a mí?, quiere preguntar. Probablemente no. Habría pensado que me las arreglaría bien sola. Y lo había hecho, ¿no?

– Hemos estado escuchando onda corta a todas horas, y también emitiendo. Hace un par de días por fin tuvimos una respuesta -dice Rebecca.

– ¿Era él? -Toby ya estaba preparada para creer cualquier cosa-. ¿Adán Uno?

– Sólo oímos una voz. Y decía «estoy aquí», «estoy aquí».

– Tengamos fe -dice Toby. Y ella la tiene; o intenta tenerla.

Fuera están ladrando los perros y hay una confusión de gritos.

– Mierda. Ataque de perros -dice Rebecca-. Trae el arma.

Los locoadanes con pulverizadores ya están en la valla. Hay perros grandes y pequeños, unos quince, meneando las colas. Los de los pulverizadores empiezan a disparar. Antes de que Toby consiga hacerlo, hay siete perros muertos y el resto ha huido.

– Híbridos de WatsonCrick -dice Pico de Marfil-. En realidad no son perros, sólo lo parecen. Te arrancarían la garganta. Los usaban en motines de prisiones y cosas por el estilo (no podías hackearlos como el código de un sistema de alarma), pero se escaparon durante el Diluvio.

– ¿Están criando? -dice Toby. ¿Tendrán que enfrentarse a oleada tras oleada de estos no perros o son escasos en número?

– El Señor lo sabe -dice Pico de Marfil.

Lotis Azul y Nogal Antillano salen para asegurarse de que los perros están muertos. Luego Tamarao, Zorro del Desierto, Rebecca y Toby se unen a ellos, y despellejan y trocean, con los hombres del pulverizador cerca por si acaso vuelven otros perros. Las manos de Toby recuerdan cómo hacerlo de hace mucho tiempo. El olor también es el mismo. Un olor de infancia.

Las pieles de los perros quedan de lado, la carne se trocea y se echa en una olla. Toby está un poco mareada. Pero también tiene hambre.