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En su omnisciente arrogancia, Suade no ha escrito en el estilo de un comunicado de prensa, sino en el tono de un boletín informativo, como si Víctimas Fugitivas fuese una organización gubernamental y sus acusaciones contra Jonah fuesen el veredicto de un gran jurado.

– Supongo que esto es una broma.

– Qué va -dice ella.

– ¿Qué pruebas tiene?

– El testimonio de Jessica en una declaración jurada.

– Un montón de mentiras de una hija sedienta de venganza -la corrijo-. Usted sabe que intentó sacarle dinero a su padre y no lo consiguió. Jessica trata de hacerle chantaje, y usted la está ayudando.

– ¿Qué va a decir usted? Un portavoz de la clase dirigente masculina. ¿Cuánto dinero le paga el señor Hale?

– Yo podría decirle que es usted una linchadora profesional. Podemos intercambiar todos los insultos que queramos, pero los insultos no constituyen pruebas.

– Es la verdad -dice Suade. Alza la mano, como en una parodia de juramento-. Aunque no espero que alguien como usted lo crea. Siga leyendo. La cosa mejora más adelante.

– Aparte de los desvaríos de una criminal convicta que además es toxicómana, ¿qué otra base tienen sus acusaciones?

– Ex toxicómana -puntualiza ella-. Se ha rehabilitado.

– ¿Eso le ha dicho? Muy bien, entonces se trata de una ex drogadicta que desea dinero. ¿Le comentó ella que había ofrecido dejar a la niña con sus abuelos si ellos le daban el dinero que pedía?

Suade no responde, pero sus ojos no mienten.

– No le comentó eso, ¿verdad?

– Esas cosas son fáciles de decir.

– También es fácil formular acusaciones de violación y abusos deshonestos. Para decirlo con todas las palabras: me fío mucho más de Jonah y Mary Hale que de cualquier cosa que Jessica pueda decir.

– Conozco los antecedentes de esa mujer -dice Suade-. Y también sé otra cosa. Sé que la policía y los tribunales de este país llevan años tratando con guantes de seda a gente como Jonah Hale. Hombres influyentes y con dinero. El club de los machos.

– Lo único que sabe usted de Jonah Hale es que le tocó la lotería y que a su hija le gusta decir mentiras.

– Sé que las autoridades no le hubieran hecho caso a Jessica Hale aunque hubiese acudido a la policía con una grabación en vídeo de los delitos. Bueno, pues ahora todo va a salir a la luz. Siga leyendo. Adelante.

Yo bajo de nuevo la vista hacia el papel.

– No, ahí no -dice ella-. En la página siguiente. -Me arranca los papeles de la mano y le da la vuelta a la hoja-. Ahí. Lea esto. -La presión de su uña sobre el papel deja una marca sobre el texto.

Las acusaciones contra Hale eran conocidas por las autoridades del condado y por varias organizaciones públicas, incluido el Servicio de Protección al Menor, que no tomaron medida alguna contra Hale. Al contrario, ayudaron a éste en sus intentos de obtener la custodia de la niña en cuestión. La falta de iniciativa por parte del condado forma parte de un escándalo mucho más grave y serio, que supone corrupción y cohecho por parte de ciertas autoridades del condado. Los nombres de tales autoridades, así como más amplios detalles de sus delitos, serán revelados durante una rueda de prensa que tendrá lugar en la mañana del miércoles, 19 de abril, a las 9.30 h, en la escalinata del edificio de los juzgados.

– Dígame que usted no sabía que Jessica presentó esas denuncias a la policía hace ocho meses, al Servicio de Protección al Menor que dirige esa judas, la tal McKay.

El hecho de que Suade mencione el nombre de Susan me deja de piedra. Por un momento me pregunto si conoce la relación que existe entre Susan y yo. No, no puede ser.

– Esa colección de putas están totalmente vendidas a los tipos como su cliente -prosigue-. Son peor que inútiles. Hacen que la gente crea que se está haciendo algo, cuando en realidad no es así. Podrá usted leer todos los detalles en los periódicos, después de la rueda de prensa, dentro de dos días. Léalo, y después llore.

Ésta es la primera noticia que tengo de que Jessica haya formulado acusaciones contra Jonah… En el caso, claro, de que Suade esté diciendo la verdad. No me sorprende que la policía no hiciese nada. Indudablemente, si Jessica presentó realmente la denuncia, ellos echaron un vistazo a su historial, hicieron unas cuantas indagaciones y, en ausencia de pruebas, dieron el caso por cerrado. No hace falta ser un genio para comprender que una mujer recién salida de la cárcel y que además está enzarzada en una pelea a muerte por conseguir la custodia de su hija es capaz de decir cualquier cosa con tal de obtener una pequeña ventaja. Pero si Jessica puso la denuncia, ¿por qué Jonah no me lo mencionó?

– Jessica Hale es una drogadicta que miente por el más vil de los motivos -le digo a Suade-. Lo único que quiere de sus padres es dinero. A eso se reduce todo.

– Bueno, pues parece que Hale ha encontrado a otros candidatos para untarlos con su dinero.

– ¿A qué se refiere?

– Me refiero a que el viejo ha repartido dinero entre la gente que cuenta, para endulzar el juicio de los jueces, para conseguir que la policía mire hacia otro lado. Así es como se hacen las cosas.

– ¿Jessica le ha dicho eso?

– No hizo falta queme lo dijera. Sé cómo funciona el sistema, cómo los jueces y la policía se saltan las normas cuando les conviene. Y tengo pruebas. Puede usted decírselo.

– ¿Qué tengo que decir y a quién se lo tengo que decir?

– Léalo -me dice ella.

Vuelvo a mirar el comunicado de prensa, por si hay algo que se me ha escapado.

– No, ahí no -dice ella-. Léalo en los periódicos. ¿Qué se cree? ¿Que lo iba a decir todo en el comunicado de prensa, para que unos estúpidos periodistas lo echen todo a perder haciendo preguntas inadecuadas? Tengo documentos que demuestran mis acusaciones. Todas ellas.

– ¿Cómo? ¿Que tiene usted documentos que demuestran que Jonah Hale cometió abusos deshonestos con su nieta? Eso es algo que sólo a un loco se le ocurriría poner por escrito.

– Eso no importa -dice ella, como si estuviéramos hablando en idiomas distintos.

– Sí, claro que importa. Jonah Hale no tiene la más mínima relación con nada de todo esto. Si está usted en guerra con el condado, eso es asunto suyo. No arrastre a un inocente a esa guerra.

– ¡Inocente! -exclama ella-. Puede usted llevarle mi comunicado de prensa a ese hombre tan inocente y ya verá cómo comienza a sudar tinta inmediatamente. -Señala con un ademán el papel que tengo entre las manos-. Y dígale que se vaya poniendo chanclos de amianto, porque los va a necesitar.

Yo la miro, desconcertado.

– Y ahora lárguese -continúa ella-. Fuera. -Me despide con un movimiento de la mano-. Tengo trabajo. He de poner las direcciones en los sobres.