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Miro a Jonah.

– Cuando tu hija estaba en la cárcel, ¿le escribiste algo que pueda ser tergiversado y utilizado contra ti?

Él reflexiona un instante, y luego niega con la cabeza.

– No.

– ¿Ayudamos nosotros al señor Hale a conseguir la custodia de la niña? -Susan se lo pregunta a Brower-. Eso es lo que parece dar a entender Suade en el comunicado de prensa. Como si insinuase que hicimos algo irregular.

Brower abre su cuaderno de notas y mira algo. Desde mi posición no puedo ver qué es.

– A ver. Presentamos un informe al tribunal de familia. Hicimos una recomendación… en favor del abuelo. -Mira a su jefa y se da cuenta de que esto no le sirve de nada a Susan-. Pero el informe no se basó en nada que nosotros hiciéramos. -Brower lo dice como si se estuviera disculpando.

– ¿Realizamos algún tipo de investigación?

– No, no. Basamos nuestra recomendación en un informe de la junta de libertad condicional -dice Brower-. La madre tenía muchos antecedentes. -Está leyendo algo del cuaderno, con el índice sobre la página-. Consumo de drogas. Existían pruebas de que la niña había sido abandonada. Todo es bastante rutinario. No hay nada irregular en ello. No podríamos haber hecho otra recomendación.

– ¿Figura nuestra recomendación en las actas del tribunal? -Brower asiente con la cabeza-. ¿O sea que Suade puede haberla visto si ha ido al juzgado y ha consultado las actas del caso?

– Probablemente, sí.

– ¿Seguro que no investigamos el caso?

Brower hojea unas cuantas páginas y luego niega lentamente con la cabeza.

– Parece ser que no.

– ¿O sea que no tuvimos ningún contacto con el señor Hale?

Brower sigue leyendo.

– Por lo que aquí pone, no.

– ¿Acudió usted en alguna ocasiona nuestro departamento? -Ahora la pregunta de Susan va dirigida a Jonah.

– Un momento -la interrumpe Harry-. No le pedimos que viniera para que interrogase a nuestro cliente.

– ¿Estoy sometido a juicio? -quiere saber Jonah-. ¿Hice algo malo? -Lo pregunta mirándome a mí.

– No lo sé -responde Susan-. ¿Lo hizo?

– No, no lo hizo -responde Harry antes de que yo pueda hacerlo.

– Lo único que pretendo es averiguar qué armas puede tener Suade -dice Susan-. Vuestro cliente puede ser el único que lo sabe -dice, mirándome a mí.

– Esto no voy a permitirlo -dice Harry-. No puede venir aquí a interrogar a un cliente.

– No tengo nada que ocultar -dice Jonah.

– No me importa -responde Harry-. No digas nada.

– Creo que podemos partir de la base -comienza Susan- de que nosotros, el departamento, y vuestro cliente vamos a ser víctimas de las mentiras de Suade. Esa mujer tiene algún plan. No se me ocurre cuál puede ser, pero debemos descubrirlo.

Harry la mira como diciendo tal vez sí, tal vez no.

– Quizá Suade no tenga ninguna base para sus acusaciones. Pero sería de gran ayuda que conociéramos los detalles del asunto. Como, por ejemplo, si vuestro cliente se puso en contacto con mi departamento. -Susan vuelve a lo que más le preocupa.

– Nunca acudí a su departamento -dice Jonah-. Usted y yo nunca nos habíamos visto.

– No debería haber hablado necesariamente conmigo -contesta ella-. Tal vez trató con alguno de mis detectives. Quizá con un asistente social.

Jonah niega con la cabeza.

– Acudimos al juzgado. Yo tenía mi abogado. Él se ocupó de todo.

– ¿Cuál es el nombre de su abogado?

– ¿Vas a permitir esto? -me pregunta Harry.

Yo asiento con la cabeza.

– De momento, sí.

Jonah le da a Susan el nombre de su abogado. Susan mira a Brower, que vuelve a consultar el cuaderno y luego niega con la cabeza.

– No hubo ningún contacto con el abogado.

– O sea que ni siquiera tuvimos relación con el demandante -dice Susan-. No sé cómo se propone esa mujer convertir esto en un escándalo.

– Me alegro de que se sienta usted tranquila -dice Jonah-. Mientras tanto, mi nieta ha sido arrancada de la única familia que ha conocido, y es rehén de una madre drogadicta. Me gustaría saber qué piensan hacer ustedes para remediar eso.

Susan menea la cabeza y se encoge de hombros.

– Si la niña está en el condado, haremos cuanto esté en nuestra mano -dice.

– Eso no es suficiente -dice Jonah-. ¿Y si se halla en otro estado, o en México?

– Haremos lo que podamos.

Jonah reconoce tales palabras como lo que son, el tango del gobierno, tú nos llevas, nosotros te seguiremos.

– ¿Sabe usted cuántos niños son secuestrados en este país todos los años por padres descontentos? -Antes de que Jonah pueda responder, Susan se lo aclara-: Más de ciento sesenta mil. La mayor parte de ellos son utilizados como arma para vengarse del otro cónyuge. Y, a veces, de un abuelo. Y las cifras van en constante aumento.

– ¿En alguna ocasión consiguen recuperar a algún niño? -pregunta Jonah.

– A veces. -Ésa es una estadística que Susan prefiere no mencionar, aunque la tenga en la punta de la lengua.

– ¿A veces? -Jonah mira a su alrededor, con las palmas de las manos vueltas hacia arriba y la mirada en el techo-. ¿A veces? ¿Eso es todo? ¿Que harán lo que puedan? ¿Que a veces consiguen recuperar a algún niño? Yo creía tener la custodia.

Yo creía que la ley servía para algo. Hice las cosas como es debido. Acudí ante los tribunales. No me habría costado nada llevarme a la niña. Desaparecer. Supongo que eso habría hecho si hubiera sabido entonces lo que ahora sé. Me habría llevado a Amanda al otro lado de la luna, a algún lugar en el que ni Jessica ni esa… esa Zolanda Suade nos hubieran encontrado jamás. Pero no lo hice.

– Actuó usted como es debido -dice Susan.

– Me abstuve de hacerlo porque pensé que la ley protege a los inocentes. Pero es evidente que no es así.

– Eso no es cierto -afirma Susan.

– Entonces, ¿por qué no está usted en estos momentos en la oficina de Suade, obligándola a confesar dónde está Mandy?

– Porque no es así como funciona la ley.

– La ley no funciona, eso es lo que pasa -dice Jonah-. ¿Sabe usted lo que yo haría? Iría a ver a esa hija de puta y le retorcería el cuello. Averiguaría el paradero de la niña aunque tuviese que…

– ¡Jonah!

– Aunque tuviese que matarla -dice Jonah mirándome. Su expresión añade énfasis a sus palabras-. Lo último que esa mujer dirá es dónde está Mandy. Existen otras formas de conseguir información. Quizá no recurrí a las personas adecuadas. ¿Por qué demonios no va usted tras ella?

Jonah lo ha preguntado mirando a Brower. Éste se encoge de hombros, como diciendo: «No me mire a mí. Yo no soy más que un mandado.» Luego mira a Susan.

– Hemos hecho todo lo posible. Créame.

– ¿Qué han hecho? ¿Hablar con ella? -Me señala con un ademán, porque fui el último que conversó con Suade.

Jonah ha estado masticando un cigarro apagado que ahora enciende.

– Espero que no les moleste -dice.

Niego con la cabeza. Probablemente, fumar será la única satisfacción que conseguirá aquí. En estos momentos, Jonah podría incendiar el bufete sin que yo pusiese la más mínima objeción.

Él mete la mano en el bolsillo superior de su camisa, que está teñida de sangre de pez seca, y saca unos cuantos cigarros, cada uno de ellos metido en un pequeño cilindro de aluminio.

– ¿Quieren ustedes? -pregunta, ofreciéndolos a todos.

Yo niego con la cabeza.

Jonah tiende uno a Harry, que lo acepta, y luego a Brower, que lo mira, alza una ceja y se lo mete en el bolsillo. Para más tarde. Jonah es demasiado viejo para que se le ocurra ofrecer un puro a Susan, pero ella lo está mirando, y él, al fin, le tiende uno. Ella lo acepta y se lo guarda en el bolso. Probablemente piensa utilizarlo esta noche para metérmelo encendido por el culo para ayudarme a recordar los detalles de mi conversación con Suade. Me espera un tercer grado.