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– Exacto.

– ¿Puede usted decirle al jurado, en términos generales, en qué consiste la recogida de pruebas menudas?

– Se trata de la recogida de pequeñas partículas, a veces de cabello o fibras, a veces de material vegetal, minerales, partículas de arena, o cualquier cosa que pueda ser colocada en un portaobjetos y examinada bajo un microscopio o analizada de otro modo.

– ¿Y es usted un especialista en ese campo? ¿Cuál es su capacitación?

– Soy licenciado en Ciencia Policial, Criminología. Llevo once años en este trabajo. Cursos en Washington y Quantico, Virginia, en el Laboratorio Criminal del FBI. Seminarios anuales, en ocasiones dos veces al año, con la Asociación de Criminalistas de California. También he impartido cursos sobre la recogida de pruebas menudas en institutos comunales locales.

– ¿Puede decirle al jurado qué observó usted a su llegada a la escena del crimen en Imperial City?

– La víctima se hallaba en un parking detrás de su oficina. Yacía con la parte alta del torso hacia arriba, y la parte inferior del torso ligeramente ladeada hacia la izquierda. Estaba parcialmente oculta de la calle por las ruedas traseras y la parte posterior de un gran automóvil. Más tarde nos enteramos de que aquel vehículo en particular pertenecía a la víctima.

– ¿Inspeccionó o examinó usted la zona de los alrededores inmediatos de la víctima?

– En efecto.

– ¿Y qué encontró?

– Había un gran charco de sangre. Algunas pisadas en torno a él. Más tarde establecimos que tales huellas encajaban con las de las suelas de los zapatos de uno de los paramédicos que llegaron a la escena del crimen en primer lugar.

– O sea que, antes de que usted llegase, los paramédicos habían intentado salvar a la víctima.

– Sí. Pero, por lo que me dijeron, ya había muerto.

– ¿Qué más encontró usted?

– Un casquillo de bala. A cosa de dos metros y medio del cuerpo. También había una mancha de sangre sobre el suelo, en el lugar en el que habían arrastrado a la víctima.

– ¿Arrastrado? -pregunta Ryan. Al decirlo se vuelve hacia el jurado.

– Sí. Parecía como si la hubiesen empujado o sacado de un vehículo después de recibir los disparos.

– ¿Y luego?

– La arrastraron de espaldas. Una de las heridas era hemorrágica y sangraba copiosamente.

– ¿Y eso dejó un rastro en el suelo?

– Sobre el pavimento -dice Koblinski-. También encontramos pequeños granos de gravilla del suelo incrustados en sus ropas, y abrasiones en los tejidos, que nos hicieron llegar a la conclusión de que la víctima había sido arrastrada.

– ¿Qué distancia?

– Quizá dos metros o dos metros y medio. No más. Sólo lo suficiente para permitir que el vehículo se moviese sin arrollar el cuerpo.

– ¿Qué más encontró, aparte del casquillo de bala y el charco de sangre? -En este punto, Ryan alza una mano-. Antes de seguir adelante: ¿determinó usted cuál era el calibre de la cápsula?

– Tres ochenta -dice Koblinski.

– Gracias. ¿Qué más encontró?

– Había una colilla de cigarro aplastada.

Ryan hace una pausa, rebusca en el carrito de las pruebas durante unos instantes, y luego tiende una de las bolsas de papel al alguacil, que a su vez la entrega al testigo.

Koblinski identifica rápidamente la colilla como la que fue encontrada en el lugar de los hechos.

– Tiene mi etiqueta identificadora -dice.

– ¿Mostró usted a alguien este cigarro en la escena del crimen?

– Sí.

– ¿A quién?

– A él. -Koblinski me señala-. Y a Brower. -Pronuncia el nombre de Brower como si fuera una palabrota.

– Que conste en acta que el testigo ha identificado al abogado defensor, el señor Madriani.

Ryan hace una marca a lápiz en el papel que tiene ante sí, sin duda para tachar un ítem que no deseaba olvidar.

– ¿Había algo en ese cigarro cuando usted lo encontró?

– Sangre -dice Koblinski.

– ¿Le fue posible establecer a quién pertenecía la sangre?

– A la víctima. Era del mismo tipo.

– ¿Le fue posible determinar cómo llegó la sangre a la colilla del cigarro?

– No estaba claro si la empujaron con el pie hasta allí, hasta el charco de sangre, o si quienquiera que la dejó caer lo hizo antes de que el charco de sangre se hubiese formado.

– ¿O sea que no pudo realizar la prueba del ADN con la saliva del cigarro?

– No. Había demasiada sangre. Determinamos que la muestra estaba contaminada.

Dos de los jurados miran con ojos críticos hacia Jonah en el momento en que éste dirige una mirada a Harry y se encoge de hombros, como si no le fuera posible evitarlo. La expresión de Harry es asesina. Un mensaje para acabar con el lenguaje corporal.

– ¿Qué más encontró usted en el lugar de los hechos?

– Polvo de ceniza -dice Koblinski-. Muy fino. Y dos colillas de cigarrillo. Una de ellas, encima del cuerpo. Ambas con lápiz de labios en las puntas.

– ¿Pudo usted establecer la procedencia de tales cigarrillos?

– Eran de la misma marca de los que encontramos en el bolso de la víctima, que también estaba cerca del cuerpo. Analizamos el lápiz labial del bolso. También era el mismo que encontramos en las colillas de los cigarrillos.

– ¿Tiene usted alguna teoría acerca de cómo fueron a parar los cigarrillos y el polvo de ceniza sobre el cuerpo de la víctima?

– Sí. Creemos que la persona que la mató arrastró el cuerpo lejos del coche, y luego, probablemente, le vació encima el cenicero del vehículo.

– ¿Qué más encontró?

– Escamas de pescado -dice Koblinski.

– ¿Escamas de pescado? -repite Ryan.

– Exacto. Y restos de sangre seca en el fondillo de los pantalones de la víctima, bajo las piernas.

– O sea que esa sangre procedía de las heridas de la víctima.

– No -dice Koblinski-. La que encontramos en el fondillo de los pantalones no era sangre humana. Era piscina.

– ¿Perdón?

– Sangre de pez -dice Koblinski-. El análisis serológico determinó eso.

– ¿Se refiere al análisis de sangre efectuado en el laboratorio?

– Exacto. Parecía que parte de esa sangre, parcialmente coagulada, se había adherido a la parte alta de la pernera derecha de los pantalones de la víctima. A la parte superior del muslo. Ella debió de sentarse sin darse cuenta en un pequeño glóbulo que aún estaba húmedo. La sangre actúa así cuando empieza a coagularse. Luego se extendió sobre los pantalones y allí se secó.

– En la parte posterior de los pantalones.

– Exacto.

– ¿Quiere usted decirnos qué fue lo que le llamó la atención de la sangre que había en la parte posterior de los pantalones de la víctima? A lo que voy es a que, por la forma como ha descrito usted el cuerpo según se hallaba en el lugar de los hechos, da la sensación de que había una considerable cantidad de sangre.

– Es cierto. Pero toda ella estaba en la parte superior del torso, empapada en las ropas, en una chaqueta tipo bolero y en la blusa. En los pantalones no había más sangre que la mencionada. Pensamos que tal vez hubiéramos tenido suerte y la sangre perteneciera al agresor.

– ¿Pero no fue así?

– No. Al menos, no directamente -dice Koblinski.

– Concentrémonos ahora en las escamas de pez. ¿Les fue posible analizarlas?

– En efecto.

– ¿Pudieron establecer a qué clase de pez pertenecían?

– A un pez aguja. Color azul neón. Ese tipo de peces se pesca en las aguas de la costa, aquí y más hacia el sur. Muchas personas los marcan y luego los sueltan.

Pero no Jonah. Me doy cuenta de adónde quiere ir a parar Ryan.

– En el transcurso de sus investigaciones, ¿tuvo usted ocasión de inspeccionar el barco del acusado, el Amanda?