– ¿Me está usted diciendo que es normal que no recuerde las amenazas del señor Hale?
Susan no responde. En vez de ello mira a Ryan como si en este momento también ella estuviese profiriendo mentalmente amenazas de muerte.
– ¿Hay algo en mi pregunta que escape a su comprensión? -pregunta el fiscal.
– No.
– Entonces, responda.
– Por lo general, recuerdo las amenazas.
– ¿Y qué me dice de las que nos ocupan?
– Probablemente, el señor Hale profirió amenazas.
– ¿Qué fue lo que dijo el señor Hale cuando probablemente profirió esas amenazas?
– Le indignaba el hecho de que la ley no pudiera hacer nada respecto a Zolanda Suade y a sus actividades.
– Además, él consideraba que Suade era la responsable de la desaparición de su nieta, ¿no es así?
– Y probablemente lo era.
– No es eso lo que le pregunto. Le pregunto si el señor Hale creía que la señora Suade estaba implicada.
Susan mira a Jonah. No le hace gracia decirlo, pero lo dice.
– Sí.
– ¿Lo dijo con todas las palabras durante la reunión?
– Sí.
– Y afirma usted que estaba indignado por el hecho de que la ley no pudiera hacer nada respecto a la señora Suade.
– Exacto.
– ¿Le pidió el señor Hale, a usted o a su departamento, que hicieran algo específico? -Ryan está volviendo sobre la declaración de Brower, rematándolo todo con un bonito lazo.
– Quería que fuéramos a ver a Suade y la interrogásemos.
– ¿Cómo? ¿Aclaró cómo deseaba que la interrogasen?
– No lo recuerdo.
– ¿No es cierto que le pidió a usted que utilizara la fuerza cuando interrogase a la señora Suade acerca del paradero de su nieta?
– Es posible. Como digo, se sentía muy frustrado.
– ¿Le dijo usted que su departamento iba a hacer algo?
– No había nada que hacer. No teníamos pruebas de que la señora Suade estuviese implicada.
– ¿Le comentó usted eso al señor Hale?
– Sí.
– ¿Y cómo reaccionó él?
– No recuerdo sus palabras exactas.
– Díganos lo que recuerde.
– Algo parecido a que encontraría alguna forma de ajustarle las cuentas.
– ¿Eso dijo? -Ryan tiene algo delante de él, unas páginas numeradas que no puedo leer desde esta distancia; pero apostaría a que es la transcripción del testimonio prestado por Brower. Yo diría que está cotejándolo con lo que Susan va diciendo.
– Creo que sí. Como digo, no recuerdo sus palabras exactas.
– ¿Diría usted que el acusado estaba furioso cuando dijo eso?
– Supongo que sí.
– ¿No sabe si estaba furioso?
– Estaba alterado -dice Susan.
– ¿Se sorprendería usted si le dijese que su investigador, el señor Brower, dijo literalmente que «se puso hecho una furia» después de que el señor Madriani le dijese que él, el señor Hale, estaba acusado en aquel comunicado de prensa de violar a su hija y de cometer abusos deshonestos con su nieta? ¿Le sorprendería si se lo dijese?
– A veces John exagera -dice Susan.
– ¿Ah, sí? ¿Fue ése el motivo de que usted lo rebajase de categoría?
– Yo no lo rebajé de categoría.
– ¿Cómo llamaría usted a lo que ha hecho?
– Al señor Brower se le han asignado otras responsabilidades.
– Ah. -Ryan asiente ahora con la cabeza-. Volvamos a la reunión en el bufete del señor Madriani. Durante esa reunión, ¿le dijo usted al señor Hale que su departamento había investigado a la señora Suade y que no les había sido posible hacer nada, ni conseguir una orden de suspender sus actividades, ni encontrar base para presentar acusaciones criminales contra ella?
– Es posible que se lo dijese.
– ¿Lo dijo, o no lo dijo?
– Creo que lo dije.
– ¿Y recuerda la respuesta del señor Hale?
– No la recuerdo.
– ¿No propuso el señor Hale que su departamento se personase en la oficina de la señora Suade y utilizase la fuerza para averiguar lo que le había ocurrido a su nieta?
– Ya le he dicho que es posible que lo hiciera. -Susan traga saliva no sin esfuerzo-. Es posible. No lo recuerdo.
– Durante esa reunión, ¿amenazó Jonah Hale en algún momento con matar a la señora Suade?
– Puede que dijera ciertas cosas…
– ¿Amenazó con matarla?
– Profirió alguna amenaza.
– Se lo voy a preguntar de nuevo, y le ruego que recuerde que se halla usted bajo juramento. Durante esa reunión en el bufete del señor Madriani, ¿amenazó el señor Hale en presencia de usted con matar a Zolanda Suade?
De pronto, Susan clava la vista en el suelo y aprieta la barbilla contra el pecho. Contesta algo que no resulta audible.
– ¿Cómo ha dicho?
– He dicho que sí.
– Gracias. -Ryan suspira profundamente. Ya ha establecido dos hechos importantes: la amenaza de muerte, que confirma el testimonio anterior de Brower y, lo que es peor, que Susan es una testigo claramente parcial-. Cuando abandonó usted el bufete del señor Madriani aquella mañana al término de la reunión, ¿se fue usted sola?
– No.
– ¿Quién iba con usted?
– El señor Hale.
– El acusado.
– Exacto.
– ¿Adónde se dirigieron usted y el señor Hale?
– A mi oficina.
– ¿Para qué?
– Después de hablar un rato con el señor Hale en el bufete de Paul… Quiero decir en el bufete del señor Madriani… -Aunque se corrige, el jurado ya ha advertido el lapsus-. Tras la reunión, consideré que, basándonos en la información que él nos había dado…
– ¿Quién?
– El señor Hale. Creí que tal vez fuera posible conseguir una orden judicial que obligase a la señora Suade a darnos información acerca del paradero de Amanda Hale.
– ¿Por qué pensaba usted en aquellos momentos que podía conseguir una orden judicial, cuando antes no le había sido posible hacerlo?
– El señor Hale nos dijo que la señora Suade se había presentado en su casa hacía unas semanas, días antes de la desaparición de la niña, y había proferido lo que él, el señor Hale, calificó como amenazas.
– ¿Suade había proferido amenazas?
– Eso fue lo que él dijo.
– ¿Qué clase de amenazas?
– Él dijo que Zolanda Suade lo previno de que, a no ser que él y su esposa renunciaran a la custodia legal de la niña, la perderían. Y unos días más tarde, eso fue exactamente lo que ocurrió. Apareció la madre, se llevó a la niña, y ni a una ni a otra se las ha vuelto a ver desde entonces. El señor Hale dijo que tanto él como su esposa podían declarar bajo juramento que ésos habían sido los hechos. Estaban dispuestos a firmar declaraciones juradas.
– Pero usted nunca habló de esto con la esposa del señor Hale.
– Ella no estaba presente. Íbamos a llamarla, a decirle que se pasara por la oficina.
– ¿Llegaron a hacerlo?
– No.
– ¿Por qué no? -Ryan ya conoce la respuesta.
– Porque él se fue.
– ¿Quién?
– El señor Hale.
– A ver si lo he entendido -dice Ryan-. ¿Se ofreció usted a ayudar al señor Hale utilizando medios legales, y él, simplemente se marchó de su oficina?
– Cuando llegamos a mi oficina, los abogados del departamento indicaron que no consideraban que la información facilitada por el señor Hale fuera suficiente para conseguir una orden judicial.
– ¿Y cómo reaccionó el señor Hale?
– No le gustó nada la noticia.
– ¿Se puso furioso? -Ryan vuelve a lo mismo, esta vez sonriendo al jurado-. Vamos, señora McKay, ¿no es cierto que Jonah Hale perdió los estribos al oír la opinión de los abogados y salió hecho una furia de su oficina?
– Se marchó -dice Susan.
– ¿No es más cierto que insultó a los abogados de su departamento? ¿Que les dijo cosas que yo no voy a repetir aquí y se fue de la oficina hecho una furia?