Los pocos que acudieron a la escena para socorrer al desdichado artista, le hallaron con el violín hecho pedazos y con las cuerdas enrolladas en su cuello, como serpientes vengadoras que le acababan de ahogar.
Cuando la gente de fuera se hubo informado del desgraciado fin de Franz Stenio sin dejar para pagar su entierro ni la cuenta de su hotel, Nicolás Paganini, aunque avaro siempre y en todo momento, se apresuró a satisfacer ambas por entero, y a recoger también hasta las últimas astillas del destrozado violín.
¿Por qué lo haría?…