– Bien, pues Baker trabajaba en ello. -Miller extrajo la tarjeta de identificación de Baker de su bolsillo y la deslizó por la mesa-. Imagino que tendría un pase de seguridad de alto nivel.
– Del más alto -musitó Schow. Después les pasó la acreditación a González y McFarland-. Como director, tendría acceso a toda la instalación.
– ¿Permiso para hablar, coronel? -interrumpió Miller.
– Adelante.
– Le ruego disculpas, pero ¿en qué nos beneficia eso?
– Havenbrook era una de las instalaciones de investigación punteras del gobierno de Estados Unidos, sargento. Eso fue lo que se le dijo al público. Olvídese de todas esas teorías idiotas sobre el Área 51 y Gloom Lake; esas instalaciones también existen, lo sabe todo el mundo, pero se dedican fundamentalmente a desarrollar aeronaves experimentales.
– Havenbrook -continuó González, retomando la explicación donde la había dejado el coronel -era, entre otras cosas, un laboratorio de armas. Biológicas, químicas, balísticas… Pedías cualquier cosa y la hacían. Tenían más virus que un hospital.
– ¿Así que vamos a hacernos con su arsenal? -preguntó Miller.
– Sólo ve una parte del cuadro, sargento -le dijo Schow-.
Havenbrook es muy grande… colosal. Tenía que serlo, a juzgar por todos los proyectos que debían de desarrollarse allí. Desde fuera parece un laboratorio normal y corriente, con mucha seguridad en el perímetro pero sólo oficinas y un hangar o dos en el interior. Eso se debe a que la mayor parte del complejo está bajo tierra. Y por lo que he leído, tiene kilómetros de túneles. Es impenetrable.
Miller silbó.
– Nos vendría muy bien como base de operaciones.
– Desde luego -sonrió Schow-. Piense en las posibilidades que nos ofrece. Cada día que pasa el número de criaturas aumenta. La milicia de los Hijos de la Constitución controla una gran parte de Virginia Occidental, y es cuestión de tiempo que se dirijan hacia aquí. De las ruinas no paran de surgir milicias de renegados mientras las criaturas se multiplican. Necesitamos establecer una fortaleza permanente, una que no sea Gettysburg. De lo contrario, no sobreviviremos al invierno. De hecho, tendremos suerte si duramos un mes más: aunque contemos con armas y hombres, nos enfrentamos a un enemigo que tiene una ventaja evidente sobre nosotros. Sólo necesita un cuerpo muerto. Hoy día, el número de cuerpos muertos supera ampliamente al de vivos. No luchamos para conquistar tierras o por ideales. Luchamos por la supervivencia, ¡por nuestro derecho a vivir! Y únicamente los fuertes lo conseguirán. Todo esto es la forma que tiene la naturaleza de purgar a los débiles. Pero nosotros no somos débiles, ¿verdad que no? ¡No! ¡Somos fuertes! Eso es lo que los civiles de ahí fuera no entienden. Creen que somos crueles y que nuestros métodos son implacables, pero el hecho de que no estén de acuerdo con ellos revela su condición. Son débiles y, por lo tanto, no aptos para sobrevivir. Debemos ganar esta guerra, y entonces Havenbrook sería un lugar ideal para empezar. -Hizo una pausa, bebió un sorbo de café y terminó-. Y ahora, Miller, como dicen los jóvenes de hoy en día, ya sabe lo que toca.
– ¿Baker se ha mostrado cooperativo? -le preguntó McFarland a Michaels.
– Hasta ahora no -respondió el sargento-, pero seguro que podemos persuadirlo.
– ¿Y el otro hombre que lo acompañaba?
– Bah, es un sordomudo, una especie de retrasado. No tengo ni idea de cómo se encontraron, pero el científico se siente unido a él.
– Entonces cooperará -dijo Schow-. Tráigamelos. Quiero aprender todo lo que ese hombre sabe de Havenbrook antes de ir allí. Trazado y diseño, si hay corriente, qué sistemas de seguridad funcionan todavía, cuánta gente hay y, lo más importante, cuántas de esas cosas hay escondidas ahí abajo, si es que hay alguna. Creo que nos será un guía turístico de lo más útil. -Juntó los labios y sopló el café antes de sorberlo. Después, se dirigió a Miller-. Sargento, me gustaría que ahora compartiese sus hallazgos con nosotros.
Miller informó de todo lo que había tenido lugar durante la misión. Cuando terminó, se sentó y permaneció en silencio un rato.
– Es una lástima lo del soldado Skip -dijo finalmente Torres-. El chaval me caía bien.
– Quizá podamos usar su castigo por insubordinación como una herramienta de aprendizaje para nuestro científico. Teniente Torres, tenga el helicóptero listo. Y tráigame a nuestros tres prisioneros: el desertor Skip, el profesor y su desafortunado compañero. Vamos a llevarles a dar una vuelta.
– Si le ponemos con el resto de los locales, se lo comerán vivo en cuanto vuelvan del trabajo como si fuesen zombis.
Baker reconoció la voz que sonaba más allá de la puerta: era Lapine, así que bajó los pies de la barandilla, donde los había colocado para descansar. Oyó el chasquido de la llave al entrar en el cerrojo y el crujir de las cadenas al ser retiradas de la puerta. Gusano notó la inquietud de Baker y se quedó mirándolo, observando su semblante pensativo.
La puerta del balcón se abrió y apareció un soldado hecho polvo flanqueado por otros cuatro, entre ellos Lapine. Empujaron al herido al interior y cerraron la puerta de un golpe.
El hombre apoyó la espalda contra el respaldo de la silla y se derrumbó sobre ella, hecho un tembloroso ovillo.
– ¿Está bien? -le preguntó Baker, dando un paso hacia él.
– Oy ien -murmuró el hombre a través de su destrozada boca-. E amo Shkip.
«¡Suena igual que Gusano!», pensó Baker.
– Yo soy William Baker, y mi compañero se llama Gusano.
– E i en la e ene ene, gon o de a aina de o ahujero' negó'.
– Sí, salí en la CNN -admitió Baker, sorprendido-. ¿Se acuerda de mí?
– Aho, eo, ¿e iculpa u eundo? -El hombre sonrió y un hilo de baba rosa se deslizó por su mejilla machacada. Se encorvó hacia delante, tosió y escupió tres dientes rotos y un chorro de sangre. Baker contempló la escena horrorizado-. Perdón.
Su voz, aunque seguía siendo ronca, se volvió mucho más clara, aunque para Baker era evidente que le dolía hablar.
– No pasa nada -le tranquilizó-. Vamos a echarle un vistazo, señor Skip. Me temo que aquí la iluminación no es muy buena, pero veremos qué puedo hacer.
– ¿También es médico? -preguntó Skip, estremeciéndose cuando Baker le tocó la cabeza con cuidado pero firmeza.
– No, pero estudié un par de asignaturas durante la carrera. -Giró la cabeza de Skip hacia la izquierda y hacia la derecha-. ¿Duele?
– Sí -se quejó Skip-, pero no pasa nada.
– ¿Qué le ha ocurrido?
– Esto es lo que les pasa a los que no acatan las órdenes. ¿Y vosotros? ¿Asaltaron las instalaciones de Hellertown?
– No -respondió Baker-, pero ¿cómo sabe tanto de nosotros?
– Ya se lo he dicho, lo vi en la CNN. Vosotros erais los que estabais trabajando con la máquina de los agujeros negros. También teníais a gente investigando en ordenadores sentientes, clonación y todo eso.
– Sí, trabajé con el Colisionador Relativista de Iones Pesados, lo que usted llama la máquina de los agujeros negros. Era uno de tantos proyectos, pero no nos daban mucha información sobre el resto, así que no puedo confirmar esos otros que ha mencionado.
– Bueno, profesor, pues será mejor que Schow tampoco sepa nada. Por eso estáis aquí, ¿verdad?
– Eso parece, desde luego. Nos dijeron que querría interrogarnos. Parece que piensan que Hellertown era, fundamentalmente, un laboratorio de armas.
– Bueno, entonces, ¿cómo le capturaron y quién es él? -preguntó Skip apuntando con el pulgar a Gusano, que estaba mirando a la sala de abajo.
– Podría decirse que es mi hijo. Soy su protector. Le encontré durante mi viaje y he acabado por sentirme muy apegado a él. Es un hombrecito impresionante. Y en cuanto a la primera pregunta, nos capturaron unos compañeros suyos cerca de Harrisburg. ¿Deduzco que es usted de su misma sección, o escuadra?