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Furia se acercó a la puerta y husmeó al hombre. Después, moviendo la cola, el lobo desapareció en el interior de la torre.

—Creo que no hay peligro —susurró Feril.

Dhamon asintió en silencio, pero su mano fue hacia la empuñadura de la espada. Cruzó el umbral, con Feril y Shaon pisándole los talones. La puerta empezó a cerrarse mientras Ampolla echaba una ojeada por encima del hombro a la yerma extensión arenosa antes de entrar apresuradamente.

La amplia estancia a la que accedieron era fresca y agradable. En el centro había una gruesa alfombra que resultó sedante para los doloridos pies de la kender y la hizo sentirse un poco mejor.

Las paredes estaban cubiertas con tapices y exquisitas pinturas en las que se representaban hermosas campiñas, retratos de gente distinguida, barcos, unicornios y litorales azotados por el viento. Una pulida escalera de piedra ascendía sinuosa a un lado de la estancia, y a lo largo del tramo había más pinturas, cada una de ellas más llamativa y mejor realizada que la precedente.

Un hombre bajaba los peldaños. Era alto, e iba vestido con calzas de color verde oscuro y una túnica del mismo color pero en tono más claro. Llevaba un fajín blanco adornado con bordados negros y rojos. Su cabello cobrizo y algo canoso era largo, y los ojos eran vivaces, aunque con una expresión de cansancio. Su delgado rostro tenía la sombra de una barba incipiente.

La kender calculó que tenía más o menos su edad; quizás incluso fuera mayor que ella, pero de ser así se conservaba muy bien. Caminaba erguido, con la cabeza levantada y los hombros derechos. Le pareció apuesto y fascinante considerando que era humano, y de inmediato decidió que le caía bien.

—Los campeones de Goldmoon —anunció el Custodio de la Torre mientras extendía el brazo en un arco hacia Dhamon y sus compañeras—. Éste es Palin Majere —añadió en voz queda—, nuestro anfitrión.

El silencio se adueñó de la estancia. Dhamon no sabía muy bien cómo empezar, y Feril estaba demasiado ocupada mirando intensamente a su alrededor para decir nada. Ampolla se adelantó y saludó inclinando la cabeza, omitiendo adrede extender la mano por miedo a que se la estrechara y le hiciera daño.

—Encantada de conocerte. Jaspe Fireforge me contó todo lo referente a ti. Bueno, me contó muchas cosas. Pero él no ha venido. Se ha quedado en el barco, en Palanthas. Creo que le daba miedo que zarpara sin esperarnos si él se iba. Por supuesto que no ocurriría eso, aunque Jaspe hubiera venido. Pero prefirió quedarse allí. Yo soy Ampolla.

—Es un placer conocerte, Ampolla. Goldmoon me avisó que veníais hacia aquí. Acompañadme; tenemos que hablar de muchas cosas.

—Echa una ojeada a esto —dijo Shaon, que de repente se adelantó presurosa y tendió la bolsa tejida a Palin—. Dice que es un drac. Fuimos atacados por tres de estas bestias anoche, sólo que eran mucho más grandes y peligrosas en ese momento.

Palin cogió la bolsa y escudriñó entre la malla. El drac dejó de forcejear y le sostuvo la mirada fijamente a través de un agujero del tejido.

Desde su cubil en el subsuelo del desierto, muchos kilómetros al norte, Khellendros atisbo a través de los ojos de su vástago.

«Así que éste es Palin Majere —pensó el Azul—. No tan viejo y débil como había imaginado, y sus aliados son poderosos. Estudiaré al tal Palin, el sobrino de Kitiara, igual que él analiza a mi drac y descubriré lo que ha sido de sus padres. Quizás aún estén vivos y pueda utilizar al hijo para llegar hasta ellos. Qué sacrificio tan propicio serían los tres.»

—Goldmoon dijo que percibía la germinación del Mal cerca de Palanthas, y creo que estos seres son decididamente malignos —empezó Dhamon—. Se parecen a los draconianos, aunque son algo diferentes.

—Explotan en una descarga de energía cuando mueren —intervino Ampolla—. Y por supuesto pueden arrojar rayos cuando están vivos. Además, vuelan. Éste dijo que su amo es una gran tormenta.

—El Custodio de la Torre y yo estudiaremos a este drac. —El mago se frotó la barbilla—. ¿Querréis, por favor, reuniros con nosotros arriba después de que os hayáis refrescado un poco? No tengáis prisa. Estaremos en el piso alto.

Tuvieron tiempo para tomar un baño y comer, ocuparse de sus heridas y ponerse ropas limpias que les facilitaron. Las viejas las echaron a la chimenea, delante de la cual se enroscó Furia, satisfecho. A despecho del calor reinante en el exterior, dentro de la torre hacía una temperatura agradablemente fresca.

Tomaron asiento a una mesa redonda hecha con madera de abedul, al igual que las sillas, que eran cómodas y tenían gruesos almohadillados. Bebieron sidra de melocotón servida en altas copas de cristal, disfrutando del silencio. El cuarto era elegante, aunque amueblado con sencillez, con madera blanca por todas partes. El aparador de la loza y el largo y bajo trinchero que había al fado estaban llenos de platos blancos y jarrones. Era un agradable cambio tras la caminata por el desierto.

Ampolla apuró su copa, se relamió, y bajó de la silla para admirar mejor la túnica naranja oscuro que llevaba. Era una de las camisolas desechadas de Linsha Majere, y la kender se la había recogido ajustada en la cintura, de manera que parecía casi un vestido. Alrededor del cuello tenía una hilera de diminutas perlas cosidas, y Ampolla sonrió mientras pasaba el pulgar de la mano, enfundaba en un guante blanco, a lo largo del adorno.

Dhamon usaba más o menos la misma talla que Palin, y su atuendo prestado consistía en unas calzas marrón oscuro y una camisa de seda blanca que le estaba casi a la medida. Al guerrero lo complacía su relativa sencillez, y la suave tela tenía un tacto agradable contra su piel.

Shaon y Feril vestían ropas que se habían reservado para viajeros necesitados, y eran muy diferentes de las que cualquiera de las dos mujeres solía ponerse. El vestido de Shaon era de un color lila pálido, adornado con encaje blanco alrededor del cuello cerrado. Le quedaba un poco corto, por encima de los tobillos, ya que Shaon era bastante alta. Aun así, la mujer bárbara ofrecía un aspecto imponente, y se sorprendió a sí misma admirándose en un espejo.

Feril lucía un vestido de vuelos en color verde bosque, con rosas bordadas con hilo rojo oscuro a lo largo del corpiño; las mangas le llegaban al codo y ondeaban como alas de mariposa cuando caminaba. Siguiendo el ejemplo de Ampolla, se levantó de la mesa y giró sobre sí misma delante de Dhamon mientras reía quedamente.

—¿Tengo tu visto bueno? —preguntó.

Su cabello, limpio de nuevo, volvía a semejar la melena de un león. Dhamon la miró intensamente.

—Estás bellísima —repuso, en un quedo y ronco susurro.

La elfa pareció sorprenderse. Era una de esas contadas veces en las que no se le ocurría qué decir.

Shaon carraspeó con fuerza y se encaminó hacia la escalera.

—Quiero ver cómo está mi animalito —dijo.

—¿Tu animalito? —protestó Ampolla—. La bolsa mágica es mía, y Feril encogió a esa cosa horrible. —La kender alzó la barbilla—. La criatura es nuestra.

Pero la mujer bárbara se había marchado ya, por lo que la protesta de la kender fue en balde.

Dhamon fue hacia la escalera, pero Feril lo detuvo poniendo la mano en su hombro.

—Espera —empezó—. Tú venías a Refugio Solitario por algo. —La elfa señaló hacia una caja de nogal pulido de unos sesenta centímetros de largo por unos treinta de ancho que había en el centro de la mesa.

—¿Estaba ahí antes? —preguntó el guerrero. Se acercó y pasó los dedos por la tapa antes de abrirla suavemente. Dentro había una pieza de acero, abollada en algunos sitios, y adornada con trocitos de latón y oro.

Era el mango de una lanza, antiguo y ornamentado, con intrincadas espirales y dibujos por toda su superficie. Dhamon lo sacó de la caja e inspeccionó el agujero donde se ajustaba la lanza. Lo sostuvo en la mano derecha, como lo habría hecho si el arma hubiera estado completa. La pieza era increíblemente ligera.