Entonces, salió del camarote, dejando a Carrie un delicioso desayuno de tostadas y salchichas. Después de terminar el desayuno, Carrie se cubrió el cuerpo de cremas y se puso un suave vestido y un sombrero de paja de ala ancha en la cabeza. Casi se sentía normal, y feliz. Aunque no quisiera admitirlo, estaba deseando encontrarse con Dev y darle las gracias.
La suave brisa del mar le refrescó aún más la piel. Saludó con la mano al capitán Fergus. Al levantar la vista, vio que estaban en el lugar más bello que había visto nunca. Era una pequeña cala rodeada de una playa de arena blanca y manglares. El agua era tan azul que casi hacía daño a los ojos.
– No es tan hermosa como tú, pero no está mal.
El sonido de la voz de Dev la asustó. Al darse la vuelta, lo vio apoyado sobre el mástil, con el pelo revuelto por el viento. El torso desnudo le brillaba bajo el sol. Había estado en el agua y el bañador se le pegaba a la piel, revelando el contorno de sus bien torneadas piernas.
– ¿Dónde estamos?
– Se llama el Cayo de la Botella -replicó él, poniéndose las gafas de sol. -¿Te encuentras mejor?
– Sí. Gracias por… los regalos. Ha sido muy amable de tu parte.
Ella había esperado que él se acercara, pero no se movió. Carrie tragó saliva, intentando encontrar un tópico de conversación que fuera apropiado. Finalmente, se rindió. No se le ocurría nada que él pudiera encontrar interesante.
– Hace muy buen día -dijo ella, recordando el recurso del tiempo. -Muy… soleado.
– ¿Has dormido bien?
– Sí, muy bien. Como un tronco. ¿Y tú?
– No creí que pudiera hacerlo, pero al final lo conseguí.
– Bien. Me alegro de no haberte mantenido… despierto.
– Yo no.
Entonces se produjo un largo silencio entre ellos. ¿Qué habría querido decir Dev con eso? ¿Quería decir que le habría apetecido hacer algo más que apagar las luces y dormirse?
– Me alegro de que te hayas levantado -dijo él por fin. -Quería hablar contigo.
Él extendió la mano y la ayudó a llegar hasta la proa. Carrie no pudo dejar de imaginarse cómo sería sentir aquellas manos acariciándole el cuerpo. Entonces, ella se aclaró la garganta e intentó apartar aquellos pensamientos.
– Si es por lo de la cama, yo…
Él se volvió y le llevó un dedo a los labios, dejándole una marca cálida encima cuando apartó el dedo. Durante un momento, ella deseó que la besara y acabar con aquella conversación tan encorsetada.
Él se sentó en la cubierta y levantó la cara al sol. Ella aprovechó la oportunidad para estudiar sus rasgos y memorizarlos. Cuando él la miró, ella se sentó rápidamente a su lado.
– ¿Crees que un hombre y una mujer pueden ser amigos? -preguntó él. -Me refiero a algo en lo que no interfiera la atracción sexual.
– Pues supongo que sí -respondió Carrie, algo confundida. -¿Por qué no?
– ¿Has tenido alguna vez un amigo? ¿Un hombre con el que no te apeteciera irte a la cama?
– Claro -mintió Carrie.
La verdad era que había habido tan pocos hombres en su vida que no había tenido oportunidad de desarrollar lazos de amistad con ellos. Y tampoco había disfrutado yéndose a la cama con ninguno de ellos. Todo había sido tan desilusionador…
– Yo nunca he tenido una amiga. Tampoco lo he intentado. No estoy seguro de que sea posible.
– Yo soy tu amiga -dijo Carrie con una sonrisa. -Más o menos. Y, por si no te has dado cuenta, soy una mujer.
– Me he dado cuenta. Créeme.
Carrie se volvió para mirar al horizonte, muy satisfecha con aquel cumplido y la fascinación que él parecía sentir por sus labios.
– Si vamos a pasar el resto de nuestras vacaciones juntos -dijo él, -creo que es una buena idea que seamos amigos, ¿no te parece?
– Pero eso no va a ser así -musitó Carrie. -Yo me marcho a la ciudad esta tarde para ver si puedo regresar a Miami. Se supone que hay un autobús que…
– Pero yo quiero que te quedes.
El corazón de Carrie se detuvo. Durante un momento, no pudo respirar. ¿De verdad habría dicho él aquellas palabras? Quería creer que sí, pero algo le decía que era mejor mantener las distancias.
– Será bueno para mí. Estar con una mujer y no pensar en… ya sabes -añadió él. -Además, tú has pagado estas vacaciones. No es culpa tuya que alguien metiera la pata. Tienes tanto derecho como yo a divertirte. Así que quiero que te quedes. Me gustará tener compañía. Y, además, te puedes quedar con la cama. Yo encontraré otro lugar donde dormir.
Carrie intentó contenerse. Era tan agradable saber que él podía dejar a un lado cualquier atracción que pudiera sentir por ella… Que Carrie fuera tan fácil de olvidar. Sin embargo, al lado de las mujeres con las que él solía salir, probablemente ella no tenía comparación. Aquella era la realidad de Dev Riley, una realidad que ella tenía que empezar a aceptar.
– Pero tienes novia -le recordó Carrie. -¿Qué le parecerá a ella que yo me quede?
– ¿Por qué crees que tengo novia?
– Simplemente había asumido que… -dijo ella, sin querer admitir que lo sabía porque Susie se lo había dicho. -Tú reservaste un viaje para dos. Tú mismo lo dijiste. Y aquella primera noche en la cama, tú creíste que yo era otra persona, ¿no es verdad? Tú pensaste que yo era ella.
– Jillian -replicó él, con frialdad.
– ¿Por qué no está ella aquí contigo? ¿No debería ser ella la que compartiera estas vacaciones contigo en vez de ser yo la que lo haga? -preguntó, sin poder reprimir su curiosidad.
– No está aquí porque valora su carrera más que nuestra relación. Ya se ha terminado todo entre nosotros.
Carrie dobló las piernas y se las puso bajo la barbilla. El corazón le latía a toda velocidad por haber oído aquellas palabras. Sin embargo, aquella noticia no debería cambiar nada, pero Carrie no pudo evitar sentirse algo más alegre.
– Lo siento.
– Yo no. Ha sido lo mejor. Justo ahora, no necesito una mujer en mi vida. Créeme, estoy mucho mejor sin ella.
Aquellas palabras hicieron pedazos las esperanzas de Carrie. Él no necesitaba una mujer en su vida, pero le acababa de pedir que compartiera aquellas vacaciones con él. ¿Qué pensaba él que era ella? ¿Un alien sin sexo? Ella era una mujer con unas necesidades normales, con pasiones y deseos que se despertaban al estar cerca de un hombre tan guapo.
– Es más orgullo que pena -añadió él. -Ella no estaba lista para comprometerse y yo tampoco. Solo me molesta que ella se diera cuenta antes que yo.
Carrie lo miró. Si ella hubiera sido tan sofisticada como Jillian, tal vez le hubiera podido hacer ver que podría ser tan deseable como Jillian. Pero ella no era Jillian. Eso era evidente.
– Así que, ¿piensas quedarte?
Carrie asintió y se puso de pie.
– Claro. No hay problema. Fergus y Moira prometieron llevarme al pueblo después de comer. ¿Te gustaría venir?
– No, creo que me quedaré aquí. Tal vez vaya a nadar o lea algo. Ve tú. Diviértete.
Entonces cerró los ojos de nuevo. Ella esperó unos minutos y luego se marchó silenciosamente. Cuando llegó al camarote, se sentó en el borde de la cama e intentó poner orden en sus confusos pensamientos.
Después de aquella conversación solo sabía con seguridad una cosa. Le resultaba mucho más fácil odiar a Dev Riley cuando se portaba como un canalla.
Sentada en la proa del bote, Carrie observó el Serendipity, meciéndose suavemente sobre las olas. Cuando salió del camarote antes de comer, Dev se había ido. El capitán Fergus le dijo que lo había llevado a la ciudad en el bote y que había prometido estar en el muelle por la tarde para poder volver al barco con ellos.
Carrie se pasó el resto de la mañana leyendo y esperando que él regresara. Cuando vio que iba a comer sola, decidió acompañar a Moira y a Fergus a la ciudad de Tavernier, una pequeña ciudad en Cayo Largo. No merecía la pena pasarse el tiempo pensando en Dev cuando podía investigar las pequeñas tiendas que rodeaban el puerto.