– Es asunto mío cuando te pones en peligro.
– Aquel hombre era un amigo de Fergus y Moira. ¡No estaba en peligro! Ahora, ¿podemos dejar de hablar sobre esto?
– Eres demasiado inocente, Carrie -dijo él, empezando a andar de nuevo hacia el barco. -Ya no estás en Helena. Y está muy claro que no tienes demasiada experiencia con los hombres.
– Bueno, tal vez no. Pero es imposible que consiga experiencia si no practico.
– ¿Para quién estás practicando?
– No te lo puedo decir -dijo Carrie, apartándose de él y apretando el paso.
Él la alcanzó enseguida y la bloqueó el paso.
– Dímelo. Se supone que somos amigos, ¿no? Puedes confiar en mí.
– ¡De acuerdo! -dijo ella, tras un momento de duda. -Hay un hombre, pero él ni siquiera sabe que yo existo.
– ¿Cómo puede ser eso posible? -preguntó él, con voz suave, levantándole la cara por la barbilla.
– Es difícil de creer -replicó ella, en tono de burla. -Pero es cierto.
– ¿Lo amas?
Aquella pregunta tomó a Carrie por sorpresa. Cuatro días atrás, Dev Riley solo era una fantasía para ella. Entonces, sus sentimientos por él eran difíciles de definir. Desde que lo conocía personalmente, lo que sentía por él era mucho más real. Si era o no amor, no estaba segura, pero estaba empezando a sentir algo muy dentro de su corazón que parecía constituir un vínculo entre ellos.
– No -dijo ella con voz temblorosa. -No lo amo. Bueno -añadió, al mirarlo a los ojos-… tal vez un poco.
– Entonces, deja que sea yo quien te ayude, no el extraño de un bar.
– ¿Cómo puedes ayudarme tú?
– Si quieres practicar con alguien, practica conmigo. Así yo sabré que no corres ningún peligro.
Carrie negó con la cabeza. ¿Practicar sus técnicas de seducción con Dev Riley?
– Gracias por ofrecerte, pero yo no creo que fuera muy buena idea. Además, ¿por qué te preocupa que corra algún peligro?
– Porque somos amigos. Y eso es lo que hacen los amigos. Se cuidan los unos a los otros.
Carrie lo miró durante un momento, examinando cuidadosamente todas sus facciones. Aquello era todo lo que ella necesitaba: una invitación para practicar con el hombre de sus fantasías. ¡Ya había sido suficiente con que ella accediera a pasar aquella semana con él como para que entonces él le ofreciera la oportunidad de practicar sus artes de seducción con él, precisamente cuando era a él al que quería seducir!
Aquello no iba a funcionar. Todo aquello iba a acabar en desastre. Sin embargo, todo aquel viaje era un desastre. Y aquella catástrofe en particular sería lo único que merecería la pena recordar cuando regresara a casa.
La proa del Serendipity cortaba suavemente las tranquilas aguas del Caribe. Dev, apoyado contra el mástil, contemplaba la serenidad de la noche. Nunca antes había visto tantas estrellas y una luna tan brillante como la que relucía aquella noche. En la distancia, se veían las luces de un pueblo.
Dev casi se podía imaginar cómo habían sido aquellas aguas cientos de años atrás. Durante la cena de aquella noche, el capitán Fergus les había contado historias de piratas y de naufragios. Incluso les había contado una historia de fantasmas sobre un grupo de trabajadores del ferrocarril que habían sido arrastrados al mar durante un huracán y ahora embrujaban aquellas aguas con sus gritos de socorro.
Carrie había escuchado atentamente todas aquellas historias, pero casi no había hablado con Dev. A pesar de que ella se había comportado de un modo cortés, Dev no podía dejar de sentirse algo inquieto por lo que ella le había contado en el puerto. No había tenido intención de enfadarse con Carrie, pero al verla con aquel hombre no había podido contenerse. En otro hombre, podría haberse interpretado como celos, pero él sabía que no era así. Dev interpretó aquella reacción como el deseo de proteger a una amiga, una buena amiga a la que había aprendido a apreciar más y más en los últimos días.
Había intentado dormir en el camarote pequeño, pero después de unos pocos minutos había subido a cubierta. Dev respiró profundamente e intentó apartar los pensamientos sobre Carrie, y sobre el hombre que amaba, de su mente. Pero fue inútil. Su imaginación probablemente no tenía que ver nada con la realidad, pero se imaginaba el típico cowboy de Montana, una clase de hombre que todas las mujeres encontraban atractivo, especialmente las inocentes como Carrie.
No podía entenderlo. ¿Qué tenía un vaquero de Montana que no tuviera él? Evidentemente, Carrie se había enamorado del primer hombre por el que se había sentido atraída. Y no se daba cuenta de que una relación con esa clase de hombres solo podía ocasionarle problemas. Los vaqueros se pasaban la vida conduciendo ganado, por no hablar de las noches de juerga en el salón o el olor a sudor. Una relación como aquella estaba condenada a acabar mal antes de empezar. Y, como amigo y confidente, él tendría que convencerla de aquel hecho.
Dev se maldijo en silencio. ¿De verdad estaba realmente preocupado por el bienestar de Carrie? ¿O era que simplemente estaba intentando ignorar sus propios sentimientos de celos? Había decidido mantener su relación con Carrie en el plano estrictamente platónico. Pero aquello era más fácil de conseguir en la teoría que en la práctica. De hecho, el mundo se le ponía cuesta arriba cuando la miraba a aquellos hermosos ojos azules.
Ella le había pedido ayuda y, como buen amigo, estaba obligado a dársela. ¿Pero era él de verdad un buen amigo? Un amigo no debería querer besarla ni tocarla, y eso era lo que le pasaba a él. E incluso había empezado a imaginar contactos mucho más íntimos.
Entonces, ¿por qué se había ofrecido a ayudarla en su práctica? Cada vez que lo hicieran, su fuerza de voluntad se vería sometida a prueba. Sin embargo, Carrie era tan inocente que no sabía lo hermosa que era. Los motivos de ella, al contrario de los de él, eran completamente puros. Él estaba seguro que ella nunca recurriría a los trucos típicamente femeninos.
Entonces notó que algo se movía en cubierta. Al volverse, vio a Carrie paseando hacia la proa del barco. Llevaba puesto el camisón blanco que él le había comprado. La brisa se lo enredaba entre las piernas y, durante un momento, pareció un ángel. Al principio, Dev pensó que lo había visto, pero cuando ella pasó cerca de él sin mirarlo, él supo que ella ignoraba su presencia.
Dev contuvo el aliento mientras ella miraba el mar y extendía las manos para pasárselas por el pelo y luego estiraba los brazos por encima de la cabeza. La suave luz creaba un halo alrededor del cuerpo de ella, permitiendo a Dev verle el contorno del cuerpo a través de la traslúcida tela.
Él sintió que el deseo se adueñaba de su masculinidad. Podía imaginarse perfectamente cómo le quitaría el camisón, dejando que cayera hasta los pies. Tendría la piel cálida y suave, expuesta a las caricias. Ella respondería a sus deseos y se tumbarían los dos en la cubierta, bajo la luna y las estrellas, y harían el amor.
Dev cerró los ojos y respiró profundamente. ¿Qué era lo que lo atraía de ella? ¿Y por qué Carrie? Lo último que quería en su vida en aquellos momentos era una mujer. Lo único que quería en aquellos momentos era llevar una vida sencilla.
Sin embargo, desear a Carrie le resultaba muy sencillo. Era dulce, sencilla y honesta. Sabía que podía confiar en ella a pesar de conocerla desde hacía poco tiempo. Y a pesar de que ella intentara esconder sus emociones, todos sus sentimientos se le reflejaban en los ojos.
Dev había visto deseo en ellos cuando la había besado, pero también confusión. Él la deseaba de una manera en la que no había deseado nunca a ninguna otra mujer. Pero ella amaba a otro hombre. ¿Estaba él dispuesto a ignorar los hechos para satisfacer sus propias necesidades?
Tal vez la situación no fuera tan clara como había parecido en un principio. Ella estaba enamorada pero aquel hombre ni siquiera sabía que ella existía. Aquello significaba que no había compromiso entre ellos. Y Dev estaba libre. Ambos eran adultos y capaces de tomar sus propias decisiones. ¿Por qué no dejarse llevar por los acontecimientos?