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– ¿Estabas intentando salvarme? ¿Es esa la razón de que la mitad de los cojines del barco estén flotando por aquí?

Carrie apretó las manos contra el pecho de él, sintiendo los fuertes músculos bajo la piel y las dejó allí unos segundos antes de apartarlo.

– No te movías. No sabía lo que hacer. El pánico se apoderó de mí.

– Solo estaba buceando un poco. Hay un precioso arrecife ahí abajo. Estaba viendo una manta raya y no quería asustarla.

– ¿Una manta raya? -preguntó ella, rodeándole de repente el cuello con los brazos y enganchándose con las piernas a la cintura de él-Eso no será venenoso, ¿verdad?

– No. Ya hace mucho que se ha ido -dijo él, poniéndole las manos en los muslos. -Tú la asustaste.

Ella se soltó de él y se apartó.

– ¿Me viste nadar hacia ti y no pudiste levantar la cabeza?

– Me gustaba mucho lo que se veía debajo de la superficie. Tienes unas piernas preciosas, Carrie. Increíbles -añadió, mirando a través del agua. -Y también me gustan mucho las braguitas de encaje.

– Me podría haber ahogado, ¿sabes? -le espetó ella, bajándose el camisón. -No se me da muy bien nadar.

– ¿Me estás diciendo que arriesgaste tu vida por mí? ¿Por un simple conocido? ¿Al tipo que te robaría la cama en cuanto bajaras la guardia?

– La próxima vez no me lanzaré tan rápidamente al agua. Te dejaré para los tiburones.

Cuando él sonrió, ella se dio cuenta de que había respondido con el ingenio que tanto admiraba en otras mujeres. Había sido capaz de responderle y se estaban divirtiendo.

– Estás muy guapa cuando estás mojada -dijo él, apartándole un mechón de la mejilla.

Él la tocaba por todas partes. Carrie temblaba. ¿Cómo era posible que él no sintiera nada? Al levantar la vista, vio algo que le detuvo el pulso.

Él la miraba fijamente, sin apartarle los ojos de la boca. Carrie deseó que la besara de la misma manera que lo había hecho la noche anterior, pero más profundamente.

Dev se acercó un poco más y ella contuvo el aliento. En aquel momento, ella se sintió como si se estuviera ahogando. No estaba segura de lo que hacer ni decir. Sin embargo, ella le debía de haber enviado de nuevo la señal porque él la estrechó fuertemente entre los brazos.

Ambos flotaron en el agua. La boca de él tenía un tacto cálido contra la fresca piel de Carrie. Los labios de Dev trazaron una línea a lo largo de la mandíbula de ella hasta la clavícula. Carrie se sintió transportada.

El movimiento de las olas hacía que las caderas de ambos se juntaran y se separaran, sugiriendo lo que podría pasar entre ellos si daban rienda suelta a su pasión.

Él le acarició las caderas y le cubrió el trasero con las manos, haciéndole que le rodeara la cintura con las piernas. Carrie no se había sentido nunca tan viva y, sin embargo, tan perdida. Cada una de aquellas sensaciones era nueva para ella. Él la besó de nuevo y le exploró la boca con la lengua, suavemente al principio, para hacerlo luego con una intensidad que casi la dejó inconsciente. Ella gimió. Entonces, él se apartó.

– Yo podría enseñarte -murmuró él, acariciándole el labio inferior con el pulgar. -No es difícil.

– ¿Tan mala fui?

– Es más fácil si no te esfuerzas tanto. Relájate.

– Estoy relajada. Muy relajada…

– Soy un profesor cualificado. Desde el instituto. He enseñado a muchas personas.

– ¿A besar? -preguntó Carrie, sin entender nada.

– ¡No, tonta! -exclamó Dev, riendo. Entonces la soltó y empezó a trazar un círculo alrededor de ella. -A nadar. Podría enseñarte a nadar. Ya sabes cómo se besa.

Carrie no quería aprender a nadar, solo quería seguir besando a Dev. ¿Cómo podía cambiar tan rápidamente, de nada a besar y de besar a nadar?

– Creo que no -replicó Carrie. -Yo no soy muy atlética. Cada vez que lo intento, me hundo como una piedra.

– Quítate el flotador -dijo él, tomándola por la cintura. -Vamos a dar nuestra primera clase. A cambio por salvarme la vida.

– No puedo, de verdad. No me he traído el traje de baño.

– ¿Te vienes al Caribe y no te traes crema protectora ni traje de baño? Realmente no tienes ni idea sobre los viajes. ¿Qué voy a hacer contigo, Carrie?

Carrie quiso pedirle que la besara de nuevo, que la acariciara hasta que la piel le ardiera, que la llevara a la playa y le hiciera el amor…

– La verdad es que no he viajado mucho -dijo ella por fin. -Mi madre murió cuando yo era muy joven y yo cuidé de mi padre durante los años que pasé en el instituto y la universidad. Cuando me gradué, me puse a construir mi negocio.

– En Helena.

– ¿Helena?

– Sí, en Montana. Eso fue lo que me dijiste la primera noche ¿Te acuerdas?

– Oh, sí. Helena.

– La capital de Montana, El estado del tesoro. ¿Ves? Si tú me puedes enseñar geografía, yo te puedo enseñar a nadar.

– Supongo que sí.

– Confía en mí.

Con esas palabras, él le sacó el flotador por la cabeza. En cuanto lo hubo hecho, ella se sintió como si fuera a hundirse. Carrie se aferró a los hombros de él, con sus senos apretándose contra el fuerte pecho de él, sin nada más que la tela del camisón entre ellos. Carrie deseaba que no hubiera nada más que el agua entre ellos, besarle el pecho y saborear la sal que tenía sobre la piel. Si hubiera sido más valiente, se hubiera quitado el camisón, pero no se atrevió. En vez de eso, contuvo el aliento y trató de calmarse.

– Empezaremos aprendiendo a flotar -dijo él. -Echa la cabeza hacia atrás y arquea el cuello -añadió, mientras le ponía una mano en la espalda y la empujaba hacia arriba. -Saca los dedos de los pies. Ahora, aspira profundamente y saca pecho.

Carrie pataleó y se hundió en el agua, teniendo que aferrarse al cuello de Dev otra vez.

– ¿Qué es esto? -preguntó ella. -¡No me estás enseñando cómo flotar! Eres malvado.

– Te juro que eso es lo que hay que hacer.

– ¿Estás seguro?

Dev asintió y la empujó, volviendo a colocarla en la posición en la que lo habían dejado.

– Saca los brazos -le ordenó él.

La manera paciente y segura en la que él la guiaba la dejaron tan relajada que Carrie se sintió segura. Mientras escuchaba la voz de él, miraba al cielo. Poco a poco, él fue apartando las manos hasta dejarla flotando encima de la superficie del mar. Ella sonrió. No tenía miedo. Sabía que Dev la rescataría si corría algún peligro.

Sin embargo, a pesar de que estaba relajada, no podía dejar de sentir las manos de Dev en su cuerpo. ¿Cómo se sentiría si él la tocaba sin otra intención que el placer? Él siempre se detenía cuando ella empezaba a excitarse. ¿Cómo sería si él no se detuviera?

Solo unos cuantos días atrás, Dev Riley parecía estar tan lejos de su alcance. Era solo un hombre de fantasía que ella nunca podría tener. Sin embargo, todo había cambiado tanto. ¿Qué le había pasado? ¿Se habría convertido en una persona diferente en el momento en el que había subido al barco? ¿O era que simplemente había florecido al calor del sol? Podía hablar con él de un modo en el que nunca había podido hablar con otro hombre antes. Y se sentía más fuerte de lo que se habría imaginado.

Carrie cerró los ojos. Sin peso alguno, suspendida en el agua, todas sus dudas y temores parecían desvanecerse. Ella suspiró. Sería tan fácil tentarlo. Además, ¿qué podía perder? Cuando regresara a casa, no volvería a hablar con él. Si hacía el ridículo en el intento, siempre podría volver a ser la Carrie Reynolds de siempre.

No había riesgos a excepción de que ella podría destruir su recién creada amistad. Pero, ¿era una amistad lo que quería llevarse de aquellas vacaciones o prefería los recuerdos de una noche apasionada con Dev Riley?

Dev estaba sentado en la cubierta con las piernas colgando por el lateral del barco. Tomó un sorbo de la cerveza y miró a Carrie. Estaba tumbada en la cubierta de proa, con los ojos cerrados. Dev sospechaba que estaba dormida.