– ¡Quiero saber lo que has dicho! -exclamó Susie, pisándole los talones. -Has estado casi dos años soñando con ese hombre, babeando cada vez que él entraba en la agencia.
– ¡Eso no es cierto! Ahora, ¿quieres dejar de seguirme y ocuparte de los clientes?
– Ya lo estoy haciendo. Me estoy ocupando de Dev Riley.
Carrie reprimió un gruñido. Había veces en las que se arrepentía de no haber permanecido como única propietaria. Sin embargo, la agencia de viajes «Aventuras Inc.» se había hecho demasiado popular como para que la dirigiera solo una persona. Así Susie había pasado de ser una empleada indispensable a una aspirante a socia y había ido comprando poco a poco parte del negocio. Además, se había convertido en la mejor amiga, y torturadora, de Carrie.
A cambio, Carrie se había visto relevada de todas las tareas que no le gustaban del negocio de los viajes, como por ejemplo viajar. Susie la había interrogado sobre su vida personal con tanta insistencia que ya no había secretos entre ellas.
– Yo no sueño con Dev Riley -musitó Carrie, mientras se servía una taza de café. -Yo admiro su… abrigo -añadió por fin, sin saber si confesar que era su cara, su cuerpo. -Sí, eso es. Creo que tiene un gusto exquisito. Era de cachemir.
– Y tú no podrías decirme ninguna mentira menos creíble que esa. De hecho, es bueno que por fin hayas hablado con él. Eso es un gran paso para ti. Las dos sabemos que ya va siendo hora de que tengas una vida real. Una vida real con un hombre real.
– Ya tengo una vida -respondió Carrie, con la boca llena de donut.
– Tienes una profesión -la corrigió Susie. -Las dos sabemos que no has vivido nada desde que tenías diez años.
Susie tenía razón. La vida de Carrie había sido idílica hasta que su madre había muerto, casi veinte años atrás, cuando ella tenía diez años. Después de eso, al ser hija única, Carrie se había convertido en la mujer de la casa. Se había pasado la vida limpiando, cocinando, planchando y lavando para su padre. Y cuando no hacía eso, estaba con los deberes. Gran estudiante, Carta Louise Reynolds era la única persona en la historia del Instituto de High Grove que había ganado el premio de geografía durante cuatro años consecutivos.
Cuando llegó la hora de ir a la universidad, Carrie había decidido rechazar una beca en una prestigiosa universidad del este y decidió asistir a una pequeña facultad que estaba cerca de su casa. No le importaba tener que cuidar de su padre. Carrie lo quería más que a nadie y le gustaba que él la necesitara. Además, así tenía siempre una excusa para evitar todos los acontecimientos sociales que podía, como citas, bailes… chicos. Siempre tenía algo que hacer en casa.
De hecho, ya casi se había resignado a pasarse la vida como profesora de geografía cuando su padre hizo algo que la dejó muy sorprendida. En la semana en la que Carrie se graduaba en la universidad, John Reynolds anunció que se retiraba, se compró un piso en Florida, puso la casa familiar a nombre de su hija y le entregó un cheque por diez mil dólares. Básicamente, era decirle que ya iba siendo hora de que los dos vivieran.
Entonces, Carrie decidió comprar una pequeña agencia de viajes en el distrito de Lake Grove, un precioso barrio residencial de Chicago, en el que había mucho dinero. Se había creado su propio hueco en los negocios dedicándose a los viajes de aventuras, como ir de marcha por los Himalaya, viajar en balsa por el río Amazonas… Así se había conseguido hacer una clientela joven que había sido la clave para el rápido crecimiento de «Aventuras Inc.»
– ¿Carrie?
Miró a Susie y forzó una sonrisa, con la mente puesta ya en las comisiones de las compañías aéreas.
– De verdad. Tengo intención de crearme una vida propia. En cuanto tenga tiempo…
– Bueno, pues te sugiero que empieces esta misma mañana -le dijo Susie. -Ya has hablado con Dev Riley, el objeto de tus fantasías. Ahora, creo que deberías dar el siguiente paso.
– ¿El siguiente paso?
– Llámalo. Pídele que salga contigo, por ejemplo a comer, con la excusa de darle las gracias por recogerte de la acera. Yo tengo su número.
– Tiene novia. ¿No te acuerdas de que me lo dijiste? Además, ¿por qué iba a aceptar que yo lo invitara a comer?
Carrie sabía que no tenía que engañarse. Dev Riley nunca se sentiría atraído por ella, una mujer algo estúpida, socialmente inepta, con gafas de culo de vaso y una horrible permanente. Carrie tendría más posibilidades de que le tocara la lotería.
Al mirar su reflejo en la cafetera, se pasó los dedos por el pelo. Si se hubiera preocupado más de su aspecto aquella mañana, tal vez se hubiera sentido de un modo diferente. Sin embargo, Carrie siempre se había vestido de un modo que la hacía invisible para el sexo opuesto. Tal vez era para protegerse a sí misma de los rechazos que pudiera sufrir.
– Yo no podría hacerlo.
– Nunca lo sabrás a menos que pruebes -insistió Susie.
– Me diría que no -insistió ella, colocándose las gafas y llenándose los cristales de azúcar del donut.
– Tal vez no.
– ¡Venga ya! Sí, seguro que él agradecería el cambio de salir con las maravillosas mujeres con las que sale y saldría conmigo. De cuerpos de modelos a muslos fláccidos. ¿Quién está viviendo ahora en un mundo de fantasía?
– Si esperas demasiado, perderás la oportunidad.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Acabo de ayudarlo a planear unas románticas vacaciones. Para dos. Ha estado aquí a recoger los billetes. Estas son las primeras vacaciones que le organizo. Siempre son viajes de negocios. Sin embargo, esta vez, me pareció que estaba dispuesto a hacerle la «pregunta» a su acompañante de viaje. Se llama Jillian. Jillian Morgan.
– ¿Me estás diciendo que crees que se va a casar? -preguntó Carrie, que se sentía como si le hubieran atravesado el corazón.
Tras darse la vuelta para ocultar lo que sentía en aquellos momentos, no pudo dejar de preguntarse cómo podría sentirse así por un hombre que casi no conocía. ¡Él solo era una fantasía!
– Seamos prácticas -dijo Carrie, respirando profundamente. -Un hombre como Dev Riley nunca se fijaría en mí. Además, acabo de hacer el ridículo con él. Casi no podía articular dos palabras juntas. Yo no sé hablar con los hombres.
– Hacer el ridículo es muchas veces parte de la vida… y del amor. Todos lo hacemos. Lo único que pasa es que tú pareces hacerlo con más frecuencia que el resto de la gente, pero eso es parte de tu encanto.
– ¿De mi encanto?
– Carrie, tú diriges una de las agencias de viajes con más éxito de la ciudad. Eres una mujer de negocios muy respetada. Eres lista y divertida y también bonita. Lo único que tienes que hacer es prestar más atención a tu aspecto.
– Y también soy la persona más aburrida que conozco -le espetó Carrie.
– Bueno, eso es algo que podemos cambiar. Todos los días, tú planeas exóticas vacaciones para tus clientes. Sin embargo, tú nunca has tenido una aventura, ni siquiera unas vacaciones.
– Viajar sola parece tan… desesperado. Da pena. Y, además, siempre me ha dado un poco de miedo.
– Entonces, déjame planear unas vacaciones para ti. Yo me encargaré de prepararlo todo. Te garantizo que, cuando vuelvas, serás una persona diferente.
– No sé…
– ¡Anímate! Da el primer paso. Te prometo que no lo lamentarás.
Carrie dio otro mordisco al donut. Susie tenía razón. ¿Cómo podría esperar que un hombre como Dev Riley la encontrara interesante cuando ni ella misma se encontraba interesante? Él viajaba por todo el mundo, ella se limitaba a leer folletos de vacaciones. Él tenía relaciones sexuales con regularidad. Las de ella eran tan frecuentes como las elecciones presidenciales.