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– Qué… agradable -dijo ella. -Gracias.

– No tienes por qué darme las gracias.

– Ha sido una… buena práctica.

– ¿Práctica?

– Sí. Nuestra cita. El beso. Es solo para que yo practique, ¿no?

Dev se sintió muy frustrado. ¿Por qué tenía que negar ella la pasión que sentía?

– Creo que ya hemos tenido suficiente por una noche -replicó él, empujándola hacia el camarote.

– La práctica ayuda a perfeccionarse.

En realidad, aquello no era cierto. Carrie ya era perfecta para Dev. Parecía como si estuvieran destinados a estar juntos, en contra de lo que decía el sentido común. Con cada hora que pasaba, su necesidad se iba haciendo cada vez más intensa.

Sin embargo, lo único que les faltaba era tiempo. En dos días, ella volvería a Montana, con el hombre que amaba. Él tendría que volver a Chicago. Aquellas vacaciones terminarían… y la vida real volvería a empezar.

– ¿Quieres dormir conmigo esta noche? -preguntó ella.

– ¿Cómo dices?

– En la cama. Esa hamaca es muy incómoda. A mí no me importa. Sé que te comportarás como un perfecto caballero.

– Imposible -murmuró Dev.

Ya se estaba cansado de comportarse como un caballero con Carrie, especialmente cuando ella respondía tan apasionadamente a sus caricias. Tenía que haber algún modo de que ella reconociera la pasión que sentía, de hacerla sentir el deseo que él sentía por ella.

Dev estaba acostumbrado a conseguir lo que deseaba y deseaba a Carrie. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo conseguirla. Además, no sabía si lo que buscaba era una sola noche de amor o muchas noches para disfrutar de su voz y de su mirada. Hasta que supiera exactamente lo que quería, probablemente era mejor que no se metiera en su cama.

– Buenas noches, Carrie -respondió él, abriendo la puerta del pequeño camarote. -Que duermas bien.

CAPÍTULO 07

– ¿Estamos solos? ¿Completamente solos? -preguntó Carrie, en medio del amplio vestíbulo, con las maletas extendidas a sus pies. Su voz resonó por los frescos suelos de azulejos de estilo español hasta lo alto de las escaleras. -¿Dónde están Fergus y Moira y el resto de los invitados?

– Fergus y Moira se han ido. Y no hay otros invitados.

Carrie empujó el equipaje y salió corriendo hasta las puertas principales. La vista del océano desde allí era fantástica. Se veía al Serendipity apartándose del muelle y volviendo en dirección a Cayo Oeste.

– No lo entiendo. ¿Por qué nos dejan solos?

– Una isla privada no es muy privada cuando hay una multitud de personas alrededor -murmuró Dev. -Mira esa playa. ¿No es una maravilla? ¿Y qué te parece la casa?

– Tiene que haber servicio -dijo ella, con un matiz de desesperación en la voz. -¿Dónde está el servicio?

– Les pedí que vinieran solo por la mañana. Nos han dejado las comidas preparadas y el frigorífico está bien pertrechado. Tenemos todo lo que necesitamos aquí. Y si hay una emergencia, siempre podemos llamar por radio.

– ¿Por qué no me dijiste que íbamos a estar solos? -preguntó Carrie, algo frustrada.

– No creí que fuera importante -replicó Dev, encogiéndose de hombros. -En realidad, todas las vacaciones hemos estado solos. Hemos dormido en la misma cama en más de una ocasión. ¿Qué hay de diferente en esto?

– Es diferente -musitó Carrie, recogiendo su equipaje.

Y así era. A bordo del barco había otras personas. Había fronteras, acuerdos. Allí tenían… el marco más romántico que ella hubiera podido imaginar en alguna ocasión. La casa parecía una mansión sacada de un documental sobre la vida de los ricos. Era perfecta.

El edificio, de estuco blanco, estaba a pocos metros de la playa y tenía una amplia galería que se extendía por un lado completo de la casa, conectando el piso superior con la playa. El diseño combinaba los estilos español y francés con influencias de la arquitectura local. Los techos eran muy altos y estaban adornados con hermosos ventiladores. Las puertas de acceso a la casa, que eran de cristal, estaban cubiertas de gruesas cortinas y el interior estaba decorado con colores salmón y crema. Las hojas de las palmeras, plantadas en grandes macetas por todos los rincones de la mansión, susurraban con la fresca brisa marina. La casa tenía un aire tranquilo, exótico y algo desconcertante.

– No estás enfadada conmigo, ¿verdad?

– Teníamos un acuerdo -dijo ella, mientras subía la escalera a duras penas con el equipaje. -¿Es que no te acuerdas?

Dev iba pisándole los talones. Cuando ella tropezó por segunda vez, él le tomó la mayor de sus maletas y se la llevó a lo alto de las escaleras. Luego se puso delante de ella, bloqueándole el camino.

– ¿Qué acuerdo?

– Se supone que primero tienes que preguntar -le respondió ella. -¡Y si quiero decir que no, puedo hacerlo perfectamente!

– Eso es para lo de los besos. ¿Qué tiene eso que ver con este lugar?

– No te hagas el tonto -le espetó Carrie, rodeándolo para poder pasar. Luego atravesó el rellano y entró en la primera habitación. Una enorme cama con dosel, hecha de caoba, dominaba la habitación. -¡Mira esto! ¡Me has traído aquí para… para seducirme!

– En realidad, mi agente de viajes planeó todo esto hace un par de semanas -replicó él, riendo. -Yo había planeado pedirle a Jillian que se casara conmigo aquí. Esta habitación iba a ser el lugar donde lo iba a hacer -añadió, señalando la cama. -Efectivamente, ese hubiera sido el lugar exacto.

Carrie sintió que se sonrojaba. ¿En qué había estado pensando? ¿Cómo había podido olvidarse de Jillian? Dev no la había llevado allí a propósito. Aquella casa pertenecía al itinerario original, un itinerario del que ella no había formado parte desde el principio.

Carrie se castigó en silencio. Susie había preparado todo aquello para él. Ella era una profesional de primera clase, ya que no todas las agencias de viajes podían encontrar casas tan lujosas. Aquella casa era el lugar perfecto para la seducción y tenía todas las comodidades que un huésped pudiera desear. Aquel era el último lugar del mundo en el que a ella le gustaría encontrarse con Dev Riley.

– Lo siento -dijo ella. -Lo que me había imaginado no es cierto. Solo pensé…

Dev le cubrió los labios con un dedo para evitar que siguiera hablando. ¿Por qué no podría ella pensárselo antes de hablar? ¿Por qué tendría que decir lo primero que se le venía a la cabeza?

– Bueno, creo que tenías razón -admitió él. -Tal vez evité, deliberadamente, decirte que íbamos a estar solos aquí. Tal vez te traje aquí para seducirte. Ni siquiera yo mismo estoy seguro. Lo que sí que sé es que quería que pasásemos nuestros últimos días de vacaciones aquí. ¿Hay algo malo en eso?

Carrie abrió la boca para protestar, pero él la interrumpió de nuevo, aquella vez con un rápido beso, breve pero increíblemente seductor.

– Y también tienes razón en lo de nuestro acuerdo -añadió él.

– ¿Nuestro acuerdo?

– El de los besos. También es válido para otros… placeres. No pasará nada aquí, Carrie, a menos que tú lo quieras. ¿Me comprendes?

Ella asintió y luego sonrió de manera forzada. ¿A menos que ella quisiera? ¡Pero si aquello era en lo único que había estado pensando desde que se lo había encontrado en la cama! Había sopesado los puntos a favor y los puntos en contra un millón de veces y todavía seguía sin saber lo que quería. Sin embargo, lo que sí sabía era que si quería consumar su mayor fantasía tendría que pedirlo.

¿Cómo iba a pedir que la sedujeran? Ella siempre había pensado que era un tipo de acción que se efectuaba sin hablar, algo que las dos partes sentían simplemente que había llegado el momento. ¿Cuándo iba a pedirlo? ¿Antes de irse a dormir por la noche? Además, ¿qué importaba? Carrie sabía que jamás reuniría el valor suficiente para pedírselo.