Выбрать главу

– Todo esto es muy hermoso -dijo Carrie, al salir al jardín. -Voy a echar de menos este lugar. No te preocupes. Me olvidarás en cuanto llegues a casa. Cuídate, Dev Riley -añadió, acariciándole la mejilla con una triste sonrisa.

– No quiero que te vayas -susurró él, besándole la palma de la mano.

– Tengo que hacerlo.

Dev la miró a los ojos una última vez y asintió. Carrie suspiró y se dirigió al lugar donde el pequeño bote estaba esperando. Él esperó que ella mirara atrás, pero no lo hizo. Se montó en el bote sin dejar de mirar el océano. Él tuvo que contener la necesidad que sintió de salir corriendo tras ella, sacarla del bote y hacerle confesar que lo amaba. De ofrecerle el matrimonio o dinero con tal de que se quedara.

Pero el bote se marchó y Dev contempló cómo una mujer, de la que creía estar enamorado, salía lentamente de su vida para siempre. Un doloroso vacío le llenó el corazón cuando se dio cuenta de que la había perdido sin remedio.

– Esto no se ha acabado todavía, Carrie -prometió él. -No estoy dispuesto a dejarte marchar así.

Entonces, él se dio la vuelta y entró en la casa para subir las escaleras de dos en dos. El bote volvería aquella tarde y para entonces él estaría listo para marcharse.

Si lo que sentía por Carrie tenía que resistir los embates del mundo real, lo mejor era que volviera al mundo real cuando antes.

CAPÍTULO 08

– Quiero que me prepares otras vacaciones -dijo Carrie. -En algún lugar que esté lejos de aquí y donde pueda olvidar tocio lo que ocurrió en las vacaciones que acabo de tener.

Estaba de pie delante de la puerta principal de «Aventuras Inc.», contemplando la calle. El invierno seguía en pleno apogeo en Chicago. La noche anterior había nevado.

Carrie se frotó los brazos y recordó el sol de Florida, la calidez de temperatura que tanto había amado, los cielos brillantes y la blanca arena. Desde que había vuelto, no había recobrado la felicidad. El tiempo parecía ahogarla, deprimiéndola y dejándola tan fría y gris como los días. Estaba empezando a perder su bronceado y sentía como, poco a poco, iba dejando de ser la mujer en la que se había convertido en los Cayos.

Se había vuelto a poner el pelo de su color marrón original y había vuelto a poner las lentillas en el cajón en un intento de recuperar la vida que llevaba antes. Sin embargo, cuanto más intentaba meterse en la piel de Carrie Reynolds, agente de viajes, más le costaba hacerlo. Estaba atrapada en un lugar extraño, entre la persona que había sido y en la que casi se había convertido. Carrie ya no estaba segura de quién era. Todo lo que sabía era que la mejor parte de ella se había quedado en aquella habitación donde Dev y ella habían hecho el amor. No podía dejar de imaginárselo, desnudo, con las sábanas enredadas entre las piernas.

Ella no había querido dejarlo, pero no podía soportar las despedidas, no quería leer en sus ojos que había llegado el fin. Habían compartido un romance de vacaciones y, aunque había sido maravilloso, no podía durar en cuanto ellos volvieran al mundo real.

Sin embargo, ella se había marchado sabiendo que él sería el único hombre que sería capaz de amar. Sus fantasías se habían hecho realidad tan solo durante una semana y ella debería sentirse satisfecha con eso. Llevaría aquellos recuerdos con ella para siempre. La siguiente vez que él entrara en la agencia, ya no sentiría nada. Dev Riley sería parte de su pasado. Y allí se quedaría.

– ¿Vas a hacerlo, sí o no? -insistió Carrie.

– Por escaparte no vas a dejar de amarlo -dijo Susie, rodeándole los hombros con los brazos.

– ¿Quién ha dicho que yo lo amaba? -preguntó ella, dándose la vuelta para mirar a su soda. -Yo no he dicho nada de eso.

– Tú estás enamorada de Dev Riley desde antes de que lo conocieras -afirmó Susie. -Ahora que has pasado una semana con él, no me irás a decir que tus sentimientos han cambiado.

Carrie contuvo el aliento. Susie siempre podía ver a través de ella. Intentó con todas sus fuerzas contener las lágrimas.

– No sé qué hacer. Él se pensará que lo he planeado todo a propósito, que fui detrás de él. No puedo contarle la verdad.

– ¿Por qué no?

– Cuando descubra que soy propietaria de la agencia en la que reserva sus viajes, que vivo aquí, en Lake Grove, va a pensar que lo he engañado.

– Si alguien debe sentirse culpable, esa soy yo. No es que me sienta así, pero tal vez debería. Yo soy la persona que planeó todo este embrollo. Tú eres completamente inocente.

– Él no se va a creer eso. Me dijo que lo encantaba mi sinceridad. Y yo soy la peor mentirosa del mundo. Le podría haber contado la verdad desde el principio, desde el minuto que descubrí que estaba en su cama.

– Cielo, ¿por qué tienes que enojarte contigo misma? Viste a un hombre que te gustaba y fuiste detrás de él. Debería sentirse halagado.

– Eso suena tan ruin. Como si se tratara de una cacería. ¿Tú crees que los tigres y los elefantes se sienten halagados?

– Los hombres tienen egos mucho mayores que los de los elefantes. Creo que deberían ser cazados.

– Pero yo no fui detrás de él. Al principio ni siquiera me gustó. Era tan desagradable… Pero entonces, me di cuenta de que estaba enfadado por lo que le había pasado con Jillian. Entonces, empezó a comportarse de un modo tan dulce que no pude evitar enamorarme de él de verdad.

– ¿Y qué siente él por ti?

– No estoy segura -respondió Carrie, arrebujándose en la chaqueta. -Nunca hemos hablado de lo que sentimos. Las cosas ocurrieron tan rápidamente entre nosotros… Estábamos de vacaciones. Nadie piensa cuando está de vacaciones.

– ¿Así que por eso piensas volver a tu antigua vida? Y cuando Dev Riley venga, ¿vas a seguir escondiéndote en la sala de la fotocopiadora?

– No. Vas a empezar a mandarle los billetes a su despacho. Así no tendré que encontrarme con él. Además, si me viera, ni siquiera me reconocería.

– No sé por qué te has cambiado el pelo. Estabas muy guapa de rubia.

– No era yo. Estaba tratando de ser alguien que nunca podré ser -afirmó, mirándose de arriba abajo. Volvía a llevar sus viejos pantalones de pana y la enorme chaqueta de siempre. -Esta es la verdadera Carrie Reynolds. Estoy a gusto con esta persona. Yo… soy feliz. Entonces, ¿vas a encargarte de mis vacaciones? Quiero un lugar tranquilo, donde no tenga que hablar con nadie.

– Sí. ¿Cuándo te quieres marchar?

– Necesito ponerme al día con un par de cosas aquí en la agencia pero creo que las habré terminado para el fin de semana.

– ¿Cuánto tiempo quieres marcharte?

– No sé -dijo Carrie, volviéndose para mirar por la ventana. -Volveré cuando esté lista.

– Lo siento, Carrie. Nunca tuve intención de hacerte daño -aseguró Susie, abrazándola.

– Lo sé -murmuró Carrie, mirando distraídamente un coche que estaba aparcando enfrente. -Sé que no… ¡Has vuelto a hacerlo!

– ¿De qué estás hablando?

– ¡De eso! -exclamó Carrie, tomando su sombrero de la silla y encasquetándoselo en la cabeza, mientras le señalaba el BMW oscuro. -Sabías que iba a venir aquí y no me avisaste. Querías que volviéramos a vernos.

– ¡No sabía que iba a venir! ¡Te lo juro!

– Tengo que marcharme -dijo Carrie, recogiendo su mochila y apresurándose a abrir la puerta. -No puedo verlo. Todavía no.

Cuando salió corriendo a la calle, su mirada se cruzó por un instante con la de Dev. Entonces, se caló más el sombrero y salió corriendo acera abajo.

Cuando estuvo a una distancia segura, se metió en la entrada de una tienda para recobrar el aliento. El corazón le latía a toda velocidad.

– Una mirada… y casi no puedo andar -susurró ella. -No puedo seguir así. No puedo arriesgarme a encontrarme con él. Voy a tener que mudarme.