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– Lo es. Nunca he conocido a nadie como ella.

– ¿Cómo de especial?

– Creo que estoy enamorado de ella -confesó él, sabiendo que tenía que convencer a Susie para que lo ayudara. Además, las palabras le salieron de la boca casi sin pensar. -Sí, la amo. Sé que parece una tontería… Yo mismo nunca he creído en el amor a primera vista, pero cuando ocurre…

– ¿Qué pasa?

– Bueno, es algo increíble. Por eso necesito que me ayudes a encontrar a esa mujer.

– Dime una cosa. ¿Es hermosa? Déjame adivinar. ¿Es una morena, alta, esbelta, algo arrogante?

– No. No es demasiado alta, y no es demasiado esbelta. Con buenas curvas, perfecta. Es rubia y con ojos azules. Los ojos azules más increíbles que he visto. Y la sonrisa más dulce.

– A mí no me parece que sea tu tipo.

– Eso es lo que yo pensaba, pero me imagino que no sabía cuál era mi tipo hasta que la conocí. Entonces, ¿puedes encontrarla? Se me ha ocurrido que podrías buscarla en las listas de pasajeros de las compañías aéreas.

– Puedo intentarlo. ¿Por qué no me das un día o dos? Yo me pondré en contacto contigo.

– De acuerdo. Esto es muy importante para mí. Ella es muy importante. Tengo que encontrarla. Dímelo en cuanto sepas algo -añadió él, poniéndose de pie para estrechar la mano de Susie.

Con eso, él regresó al coche. Una vez allí, estuvo sentado al volante sin arrancarlo durante mucho tiempo, ya que algo le rondaba por la cabeza. Sin embargo, no podía recordar lo que era.

¡Entonces, lo recordó! Ni siquiera le había dicho a Susie cómo se llamaba. Rápidamente abrió la puerta del coche. ¿Cómo iba Susie a poder encontrarla si no sabía cómo se llamaba? Tal vez podría tomar el nombre de la reserva del Serendipity, pero Dev no quería correr riesgos. Rápidamente salió del coche y volvió corriendo a la agencia.

Cuando entró, Susie ya estaba ocupada con otro cliente. Dev intentó llamarle la atención, pero ella estaba demasiado absorta en su trabajo como para verlo. Finalmente, se acercó a la otra señorita.

– ¿Podría darle un mensaje a Susie? No me gustaría molestarla cuando está con otro cliente.

– Por supuesto -dijo la joven con una sonrisa, mientras tomaba lápiz y papel. -¿Qué le quiere decir?

– Dígale que quiero encontrar a Carrie Reynolds.

– Oh, Carrie ha estado aquí esta mañana. De hecho, pasó para decir que volvería esta tarde. ¿Le gustaría concertar una cita?

– No, no -dijo Dev. -Susie está buscando a Carrie Reynolds porque yo se lo he pedido. Ella no trabaja aquí. Es de Montana.

– No. Carrie es de aquí, de Lake Grove. Ella y Susie son las dueñas de la agencia.

Dev sacudió la cabeza, intentando comprender las palabras de aquella mujer. ¿Que Carrie Reynolds trabajaba allí, en aquella agencia? ¿Cómo podía ser aquello?

Poco a poco, Dev fue comprendiéndolo todo. No había habido un error con la reserva de Carrie. Se había hecho desde aquella agencia. Por eso no pudo encontrarla en Helena. ¡No vivía en Montana, vivía en Lake Grove! Ella había ido a aquellas vacaciones sabiendo perfectamente quién era él. Sin embargo, ella había mantenido su identidad en secreto.

Dev frunció el ceño. Esa era probablemente la verdad, pero le faltaba la información más importante, ¿por qué había ido ella a aquellas vacaciones? Susie debía saberlo pero se lo había ocultado. Algo confuso, Dev se frotó la frente.

– ¿Dice usted que la señorita Reynolds estará aquí esta tarde?

– Sí. Ella siempre viene a cerrar. Normalmente está aquí hasta las seis y media o las siete para encargarse de los que vienen a última hora. ¿Le gustaría que le dé hora para que ella lo atienda?

– No, creo que simplemente me pasaré a ver si está libre. ¿Va a trabajar Susie hasta tan tarde?

– Esta noche no. Carrie será la única que estará aquí. Si quiere ver a Susie, le puedo dar cita a la una.

– No, creo que prefiero hablar con la señorita Reynolds. Gracias por su ayuda. Ha sido de lo más… esclarecedora.

– Ha sido un placer -dijo la joven, sonriendo. -Que tenga un buen día.

Con eso, Dev se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. ¡Claro que tendría un buen día! Y una buena semana, un buen mes y una buena vida. Para eso, solo tendría que averiguar lo que estaba pasando allí.

Carrie estaba mirando la pantalla de su ordenador, comparando los precios de los vuelos de primera clase a San Francisco. Una reserva de grupo para visitar las bodegas de California la había mantenido ocupada toda la tarde.

El viaje sonaba tan interesante que pensó que le gustaría ir a ella también, solo para salir de

Lake Grove durante un tiempo. Había decidido que no estaba dispuesta a mudarse. Tendría que aprender a vivir con lo que pudiera ocurrir. Y si no podía, siempre podría decirle la verdad a Dev.

Con un suspiro, se concentró de nuevo en los billetes. De repente, la puerta principal se abrió y Carrie levantó la vista del ordenador. Al hacerlo, sintió que el corazón se le helaba en el pecho. Dev Riley se estaba acercando a su escritorio. Frenéticamente, buscó un lugar donde poder esconderse, cualquier sitio con tal de escapar de él.

Finalmente, se dejó caer debajo del escritorio, esperando que no la hubiera visto. Desde allí abajo, vio lo diferente que parecía con su traje y su corbata y sus caros zapatos italianos. Por un momento, deseó que estuviera vestido con los pantalones cortos y la camiseta que solía llevar en los Cayos. Carrie podría hablar con él, pero no con el impresionante hombre que estaba delante de su mesa.

– ¿Hola? -dijo él. Ella no se movió. -Puedo verla ahí abajo. ¿Se encuentra bien?

– Hola -respondió Carrie. -Yo… yo me encuentro bien. ¿Puedo ayudarlo?

– Estaba buscando a Susie. ¿Está ella aquí? -preguntó él, asomándose por el borde de la mesa.

– No, no está. Vendrá mañana. Puede venir mañana.

Él rodeó la mesa y muy pronto ella pudo verlo hasta las rodillas. Recordó que tenía unas rodillas muy bonitas y unas piernas muy musculosas.

– ¿Qué está haciendo ahí debajo?

– Mi lápiz -respondió ella, levantándose de repente y golpeándose contra la mesa. -He perdido mi lápiz.

– Aquí tiene otro -dijo él, sacando uno del bote que había encima de la mesa.

– No, quiero el lápiz que se me ha caído. Es… muy especial.

– Bueno, cuando lo encuentre, ¿me va a atender?

– Pensé que quería ver a Susie. Ella no está. Si vuelve mañana, estoy seguro de que ella podrá ayudarlo.

– Usted me sirve.

– Me temo que no tengo tiempo.

– ¿Tiene tiempo para buscar un lápiz que no necesita y no tiene tiempo para atender a un cliente?

Carrie se dio cuenta de que él no se iba a marchar tan fácilmente. Estaba segura de que en cuanto la mirara a los ojos, la reconocería, pero no le quedaba otra alternativa que salir de debajo de la mesa.

Ya no podría evitar la verdad, tendría que explicárselo todo. Tal vez aquello fuera lo mejor.

Poco a poco se incorporó y se sacudió los pantalones. Entonces lo miró. Carrie había esperado una reacción inmediata de reconocimiento, sorpresa, enojo… Sin embargo, Dev la miró impasible. ¿Sería posible que no la reconociera?

– ¿Ha encontrado el lápiz?

Carrie negó con la cabeza y se sentó en su sillón rápidamente, tirándose del pelo para esconder la cara. ¡No la reconocía! Efectivamente llevaba sus gafas y el pelo ya no era rubio, pero… Se había pasado una semana con aquel hombre, incluso había hecho el amor con él. ¿Cómo era posible que no la reconociera?

Carrie no estaba segura de si debía sentirse aliviada o insultada. Él le había dicho que nunca la olvidaría y dos días más tarde ni siquiera reconocía el sonido de su voz. Muy ofendida, Carrie abrió la boca para decirle quién era, pero… Entonces se dio cuenta de que no tenía fuerzas para contarle toda la verdad y, sobre todo, admitir que se había enamorado de él. Si empezaba, le tendría que contar todo. Y no podía hacerlo.