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Una pequeña figura, arrebujada en una chaqueta, una bufanda y un gorro estaba de pie en el porche. Dev se acercó un poco más y vio que la mujer parpadeaba. Aquellos ojos eran los maravillosos ojos azules de Carrie, ocultos tras unas gafas medio heladas.

– ¿Carrie?

Ella asintió y luego se echó a temblar de frío. Dev la tomó de la mano y la hizo entrar en la casa. Luego cerró la puerta y lo ayudó a quitarse la ropa mojada. Capa a capa, las ropas y la nieve fueron cayendo en el suelo de mármol del vestíbulo hasta que Dev pudo ver por fin a Carrie, con el pelo húmedo y las mejillas muy coloradas.

Él le quitó las gafas, se las limpió con el puño de la camisa y se las devolvió.

– ¿Qué diablos estás haciendo por la calle en una noche como esta?

– ¿Me reconoces? -preguntó Carrie, chasqueando los dientes. -¿Sabes quién soy?

– Claro que sí. Venga, vamos al estudio. El fuego está encendido y podrás calentarte.

– Sabes quién soy -repitió ella, siguiéndolo al estudio. -¿Y no te sorprendes de verme?

– Deja de decir eso. Ya te he dicho que sé quién eres.

– Pero, antes has estado en la agencia. Entraste y empezaste a hablarme como si no me reconocieras. ¿Sabías que era yo entonces?

– ¿Por qué te crees que estaba allí? Había ido a verte.

– ¿Qué clase de juego es este? -preguntó ella, deteniéndose bruscamente.

– Yo te podría hacer la misma pregunta -replicó él, dándose la vuelta para mirarla. -¿No te parece que soy yo el que se merece una explicación? Tú me dijiste que eras de Montana. Y estás aquí, en Lake Grove. Vives aquí, trabajas aquí… Y esa es solo la primera de tus mentiras.

– ¡No es así! -dijo Carrie, acercándose al fuego para poder calentarse las manos.

Dev sintió el impulso de acercarse a ella y tomarle los dedos entre los suyos y calentárselos con el calor de su propio cuerpo, pero apretó los puños y esperó.

– Sospecho cuál es la verdadera historia -dijo él, por fin, al ver que ella no dejaba de estudiar las llamas. -Tú y Susie visteis una presa fácil. Un hombre al que acaba de dejar su novia, con un poco de dinero, un negocio propio…

– ¡Eso no es cierto! ¡Yo nunca haría eso! ¿Cómo puedes creer que yo sería capaz de algo tan malvado?

– Has sido tú la que has venido a mi puerta. Obviamente, lo has hecho por alguna razón. ¿Cuál es?

Ella apretó los labios como si necesitara contener sus emociones. La luz del fuego la hacía parecer tan hermosa que Dev no podía apartar los ojos de ella.

– He venido a darte una explicación.

– Te escucho.

Ella continuó en la misma postura, sin mirarlo. Dev se acercó a ella, que lo miró de reojo, para luego concentrarse de nuevo en el fuego.

– ¿Te acuerdas de cuando hablamos del baile de fin de curso? -preguntó ella.

– ¿Del baile de fin de curso?

– Tú me dijiste que me hubieras llevado si me hubieras conocido en el instituto. Que me hubieras prestado atención. Y yo te dije que no era la clase de chica en la que se fijaran los hombres.

– Me acuerdo.

– ¿Sabías que ya nos conocíamos de antes? Me refiero a antes de ir a los Cayos. Fue en la calle, delante de la agencia. Yo me resbalé y me caí en el hielo. Tú me ayudaste a ponerme de pie.

Por eso le había parecido reconocerla la primera vez que la vio en el barco. Se habían encontrado antes y él la recordaba muy vagamente.

– ¿Esa chica eras tú? ¿La de la mochila y el zumo de uvas negras?

Carrie asintió y se apartó del fuego, frotándose las manos. Luego, se sentó en el sofá y se colocó las gafas sobre el puente de la nariz. Dev casi se sintió apenado por ella. Parecía tan tímida, completamente diferente de la brillante y segura mujer que había conocido en los Cayos.

– ¿Todavía eres capaz de decirme lo mismo? -preguntó ella, mirándolo. -Mírame. ¿Crees que puedes decir, con la mano en el corazón, que te habías fijado en mí? ¿Que te hubieras sentido lo suficientemente atraído por mí como para pedirme que fuera contigo? No tienes por qué contestar. Solo eran preguntas retóricas.

– Quiero contestarte. No, no me habría fijado en ti y tampoco te hubiera pedido que vinieras conmigo al baile. Yo casi nunca me fijo en las personas que no conozco y nunca les pido que salgan conmigo. Sin embargo, creo que nos conocimos muy bien en Florida y eso lo cambió todo. He llegado a conocerte, Carrie y yo…

– Esa no era yo -lo interrumpió. -Esta sí soy yo. Esta es Carrie Reynolds -añadió, señalándose. -Soy tímida, callada y del montón. Vivo en Lake Grove y soy la dueña de «Aventuras Inc.» Y…

– ¿Y qué?

– Llevo enamorada de ti mucho tiempo. Al menos, yo pensaba que era amor. No sabía lo que era estar enamorada así que me imagino que sería más exacto decir que me sentí atraída por ti.

– ¿Atraída por mí?

– Cuando venías a la agencia, yo te miraba desde la sala de fotocopias, o algunas veces desde mi escritorio. Tú nunca te fijaste en mí. A mí me parecía que eras el hombre más guapo y más interesante del mundo. Eras todo lo que yo quería… y todo lo que yo nunca podría tener.

– ¿Así que…?

– No digas nada -lo interrumpió ella de nuevo, levantando la mano. -No hasta que yo no haya acabado. Durante mucho tiempo -añadió ella, tras un suspiro, -yo conseguí mantenerlo en secreto. Yo pensé que era una tontería, algo infantil… Pero entonces Susie se dio cuenta de lo que estaba pasando. Ella se hizo cargo del asunto y me envió a aquellas vacaciones, sabiendo que tú estarías allí sin Jillian.

– ¿Susie lo organizó todo?

– El viaje, sí. Pero yo podía habértelo contado todo cuando tú llegaste o me podría haber marchado a casa después de aquella primera noche. Pero me quedé. Y di vida a aquella mentira… Pensé que tú creerías que yo lo había preparado todo para atraparte o manipularte o lo que sea que hagan las mujeres cuando quieren a un hombre. Hasta que tú apareciste en mi cama, eras solo una fantasía. Nunca quise que fueras nada más. Nunca quise que se convirtiera en realidad.

Dev la miró confundido, sin saber lo que decir.

– Entonces, ¿fue real?

– No. Todo fue una fantasía. Y ahora esa fantasía se ha acabado. Solo quería aclararlo entre nosotros -dijo ella con una sonrisa forzada. -Me siento terriblemente avergonzada de lo que ocurrió. Yo nunca quise ir tan lejos y no debería haberlo consentido. Te merecías la verdad -añadió, poniéndose de pie y disponiéndose a salir del estudio.

Sin embargo, Dev fue más rápido y la tomó por la mano.

– ¿Dónde vas?

– A casa -murmuró ella, con voz trémula. -He dicho lo que tenía que decir y ahora me voy.

– No puedes marcharte -dijo él. -La tormenta de nieve ha empeorado y tienes la chaqueta toda mojada. Hace demasiado frío como para que vuelvas andando a casa.

– Estaré perfectamente -replicó ella, saliendo al vestíbulo. -Por favor. Por favor, ya me he humillado demasiado por una noche. No lo empeores. Déjame marchar.

– ¿Y qué pasa si no te dejo marchar? -preguntó Dev, siguiéndola.

– Tienes que hacerlo. Ahora estamos de vuelta en el mundo real y no hay sitio para las fantasías. Mírame -afirmó ella, sonriendo con amargura. -Y mírate a ti. Somos como el día y la noche. No hubieras venido a mí por ti mismo ni en un millón de años. Nos hemos conocido a través de la manipulación, de una broma que una amiga decidió gastarme.

Dev no sabía lo que decir. Por un lado, se sentía muy enojado por las mentiras, las maquinaciones y la complicidad de Carrie en todo el asunto. Pero, por otra parte, sabía que debía sentirse halagado. Ella se había enamorado de él sin…

– Yo soy el vaquero -dijo él, dándose cuenta de repente. -¿Yo soy el hombre para el que estabas practicando?

Carrie asintió, sonrojándose.

– Pensé que si yo resultaba más interesante, más segura de mí misma… más experimentada, podría tener alguna posibilidad contigo… con los hombres. Fui de vacaciones para practicar.