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Aquella carta concluía con sus más sinceros deseos de felicidad. Ella había querido darle la noticia durante las vacaciones, pero luego se lo había pensado mejor. No mencionaba el amor ni el compromiso, ni tampoco se lamentaba por aquella repentina decisión. Las palabras que ella le había susurrado en sus momentos de pasión no parecían significar nada para ella, sobre todo cuando se interponían con su valiosa trayectoria profesional.

Dev bajó la cabeza y contempló las luces del paseo marítimo de Miami a través de las ventanas ahumadas de la limusina. Él mismo había estado tan obsesionado con el trabajo que había decidido pasar aquellas vacaciones en un lugar cercano a Chicago. Podría haberla llevado a Roma o París, pero había pensado en el trabajo lo primero. Había sido un estúpido al pensar que podrían tener un futuro juntos. El único interés común que compartían era el éxito profesional. Pero, si no podía tener un futuro con una mujer como Jillian, ¿quién le quedaba?

Tal vez nadie. Tal vez estaba destinado a permanecer soltero toda la vida. Lo que, considerando la situación, no era una mala perspectiva. Él nunca tenía problemas si quería salir con alguna mujer. Cuando esta le empezaba a pedir demasiado tiempo o energía, cortaba con la relación y seguía su camino. Podía volver a su antigua vida tan fácilmente como había decidido casarse.

Dev se frotó la frente, deseando erradicar el dolor que le crecía dentro. Así sería su vida. A partir de aquel momento, estaría solo. Las mujeres solo tendrían un lugar en su vida, es decir, en su cama. Cuando volviera de aquellas vacaciones, se volcaría de nuevo en su trabajo. Pero, hasta entonces, pasaría la semana solo, poniendo en perspectiva los amargos recuerdos de Jillian. Sacando a las mujeres de su vida para siempre.

Aprendería todo lo que se refería a la navegación. Disfrutaría del sol y de la brisa del mar. Practicaría algo de submarinismo. Dormiría todo lo que pudiera y aprendería a relajarse. Cuando regresara a casa, su relación con Jillian formaría parte del pasado.

La limusina se detuvo a la entrada del puerto. Mientras el conductor le abría la puerta, Dev oyó el golpeteo de los barcos, mecidos por el mar, contra las maderas del muelle. Los altos mástiles se movían contra el oscuro cielo de la noche, creando sombras en el suelo.

Durante un momento, Dev estuvo a punto de pedirle al conductor que lo llevara de nuevo al aeropuerto. Aquel viaje solo podría aburrirlo sobremanera… Probablemente podría aprovechar el tiempo mejor en su despacho, planeando su siguiente adquisición mientras intentaba olvidar a Jillian.

Sin embargo, nunca se había tomado unas vacaciones de verdad, que incluyeran una relajación en una soledad completa. Lo único que conseguía era tomarse unos días de vez en cuando y normalmente se llevaba el trabajo.

– Venga, Dev -musitó en voz baja. -Diriges una compañía multinacional. Claro que puedes pasarte unas vacaciones solo. Ya es hora de que aprendas a relajarte.

¿De qué tenía miedo? ¿De tener demasiado tiempo para pensar? ¿De poder ponerse a examinar lo que había hecho en su vida? ¿De los errores? Tenía treinta y siete años. A su edad, debería estar muy a gusto con el hombre en el que se había convertido. Sin embargo, desde que se había hecho cargo de la empresa de su padre quince años atrás, Dev se había pasado los días rodeado por la responsabilidad y disfrutando todos y cada uno de los minutos de ella. Era solo cuando se quedaba tranquilo cuando se planteaba si no habría más en la vida que lo que él tenía.

Maldiciendo en voz baja, Dev salió de la limusina y tomó la bolsa de viaje que le extendía el conductor. Aquel no era el momento para examinar sus faltas. ¡Se suponía que unas vacaciones tenían que ser divertidas! Al cruzar la portezuela, saludo al hombre uniformado que lo esperaba allí.

– Siento llegar tan tarde -dijo Dev.

– Está de vacaciones, señor Riley -le respondió el capitán, con una sonrisa. -Aquí no se tienen en cuenta los relojes.

– Intentaré recordarlo, señor…

– Capitán Fergus -replicó el hombre. -Estamos listos para partir tan pronto como usted suba a bordo. Su acompañante llegó a primera hora de la tarde y se ha acomodado en el camarote. -¿Mi acompañante?

– Ha tenido un pequeño problema de mareo, pero ya nos hemos ocupado de eso. Creo que ahora está dormida. Es una joven muy bonita, señor.

– Mi acompañante -repitió Dev, respirando profundamente.

Así que Jillian había cambiado de opinión. Su nota había parecido ser tan definitiva que él había decidido cancelar su parte del viaje con Susie y él mismo no se había decidido hasta unas pocas horas de que despegara el avión.

Si se lo había pensado mejor, ¿por qué no lo había llamado? ¿Por qué se presentaba allí sin decir una sola palabra? Tal vez quería disculparse, arreglar las cosas. Dev suspiró. ¿Estaría él dispuesto a perdonarla?

– ¿Le apetece algo de cenar, señor Riley? -le preguntó el capitán. -Tal vez le apetezca beber algo antes de que levemos anclas.

– ¿Levar anclas? ¿Ahora? -preguntó Dev, tras mirar el reloj. Era casi medianoche.

– Siempre navegamos de noche para que nuestros tripulantes tengan los días para hacer turismo. Conozco estas aguas como la palma de mi mano. No tiene que preocuparse. Con los sistemas de navegación por satélite no hay ningún problema.

– Creo que me apetece dormir un poco -respondió Dev. -Podemos marcharnos cuando usted quiera. Siento haberlos retrasado.

El capitán mostró a Dev el salón principal y luego señaló un estrecho pasillo.

– El camarote está ahí delante. Hay uno más pequeño donde puede dejar el equipaje. Llegaremos a Cayo Elliott a primera hora de la mañana. Pueden comer en tierra si así lo prefieren.

– Maravilloso -respondió Dev, sin mucho entusiasmo. Ni siquiera estaba seguro de que él y Jillian se fueran a hablar al día siguiente, así que mucho menos que fueran a compartir una comida. -Hasta mañana, capitán.

El camarote estaba a oscuras cuando Dev entró. La única luz se filtraba a través de los ojos de buey que había a cada lado de la cama. Extendió la mano para encender la luz, pero se lo pensó mejor. En aquellos momentos, no le apetecía hablar con Jillian. No estaba de humor para discutir.

Con un profundo suspiro, dejó caer las bolsas en el suelo y se quitó la chaqueta. Esperaría a la mañana para hablar con ella cuando él estuviera más centrado. Mientras se desnudaba, no dejó de mirar el bulto que se acurrucaba debajo de las sábanas.

De repente, tuvo la urgencia de quitarse los calzoncillos, que era lo único que lo cubría, y meterse en la cama con ella, despertarla lentamente… Tal vez si hacía el amor con ella, olvidaría toda la furia que sentía y podrían pasar unas buenas vacaciones. Siempre se habían sentido bien juntos, compartiendo una pasión que ambos encontraban satisfactoria. Y al final de las vacaciones, seguirían caminos separados.

Al final, Dev se estiró encima de la sábana, poniéndose los brazos detrás de la cabeza. Mientras se dirigía al barco, se había convencido de que pasaría aquellas vacaciones a solas, e incluso le había empezado a apetecer. En aquellos momentos, casi lo molestaba la presencia de Jillian.

En aquel momento, ella gimió suavemente y él sintió cómo se abrazaba a él. Dev apretó los dientes y luchó por controlar sus impulsos. A pesar de que no quería despertarla, ¿cómo iba a resistir la calidez del cuerpo de ella y el suave aliento contra la piel? él se volvió hacia ella y le acarició la mejilla, cubierta de una piel suave como la seda.

Sin poder resistirse, se acercó aún más a ella y la besó. Durante un instante, dudó. Ella parecía diferente, le sabía diferente. Tras pasarle la mano por el pelo, Dev se preguntó por qué se lo habría rizado.