Él decidió apartar aquellos pensamientos y levantó la sábana que le cubría el cuerpo. Lentamente, las manos empezaron a acariciar el tacto familiar de la carne, y, sin embargo, había algo que no encajaba. Donde antes había encontrado duros músculos, en aquellos momentos eran suaves curvas. La suave fragancia del perfume de ella lo inundó al inclinarse para besarle los pechos. Hasta el perfume olía diferente, exótico, excitante…
– Mmm -murmuró ella, arqueándose contra él. -Estás aquí, estás aquí de verdad.
Dev se quedó helado y se apartó de ella. Completamente aturdido, extendió la mano y encendió la luz de la mesilla de noche. A pesar de tener la cara levantada, ella seguía teniendo los ojos cerrados. Durante un instante, a Dev le pareció reconocerla, pero enseguida se dio cuenta de que la mujer que había en su camarote era una completa extraña.
Rápidamente, tomó la sábana y le cubrió el cuerpo. Cuando consiguió tranquilizarse, Dev extendió las manos y la sacudió por los hombros, suavemente. Ella no abrió los ojos. Entonces, él se levantó y se puso de pie, al lado de ella, sin saber lo que la decencia mandaba hacer en aquellos casos. Se dio cuenta de que lo primero que la decencia mandaba era cubrir de algún modo su evidente deseo, por lo que se puso rápidamente los pantalones.
¿Se había colado otra pasajera en su camarote por error? Eso era imposible. Se suponía que él y Jillian iban a ser los únicos pasajeros a bordo del Serendipity. Aquello le dejaba solo con un miembro de la tripulación. Al inclinarse sobre ella y estudiarle la cara, se dio cuenta de que, por la palidez de su rostro, no era una persona que se pasara la vida al bordo de un barco.
Además, el capitán Fergus la había llamado «su acompañante». Tal vez aquella mujer se había colado en el barco bajo falsas pretensiones. ¿Quién sería? ¿Qué demonios estaba haciendo en su cama? ¡Con toda seguridad aquello no estaba incluido en el precio del pasaje!
Extendió la mano para tocarla de nuevo, pero la retiró enseguida. Tenía una piel increíblemente suave, como no la había tocado antes. Dev se arrodilló y la estudió cuidadosamente. A primera vista, ella no era lo que él consideraría una mujer hermosa, sin embargo, tenía que admitir que era bastante intrigante.
Aquella mujer y Jillian eran como el día y la noche. Jillian era fría e inaccesible. Su esbelto cuerpo había sido esculpido por un entrenador profesional y poseía una actitud que reflejaba que era consciente de que su belleza era superada solo por su empuje y su inteligencia.
Por el contrario, aquella mujer era toda luz, desde la rubia melena hasta la frescura de su rostro. Unas cuantas pecas le cubrían la nariz y las pálidas mejillas. Tenía los labios fruncidos en lo que parecía ser una picara sonrisa. Además, por las curvas que se adivinaban bajo la sábana, Dev dudaba mucho que se pasara la vida levantando pesas en el gimnasio.
Aquella mujer tenía todas las cualidades que nunca lo habían atraído. Sin embargo, Dev no podía apartar los ojos de ella ni podía quitarse de encima la sensación de que ya la conocía. La suave brisa marina entró a través de uno de los ojos de buey, moviéndole un mechón de pelo.
Un hombre más sensato la hubiera despertado y le hubiera pedido una explicación. Un caballero al menos hubiera buscado al capitán y hubiera intentado averiguar cómo aquella extraña se había colado en su camarote. Sin embargo, Dev Riley no era ni un caballero ni un hombre sensato. En vez de eso, decidió meterse en la cama e intentar dormir.
Muy pronto descubriría quién era aquella mujer. Hasta entonces no iba a darle ninguna oportunidad de saltar del barco sin darle una explicación aceptable.
Carrie gruñó y estiró los brazos. Durante un largo momento, se negó a abrir los ojos, segura de que si lo hacía, sentiría náuseas. Se sentía enferma, como si tuviera gripe o una indigestión. Entonces, recordó dónde estaba.
– Dios -gritó ella. -Sigo en este maldito barco.
– La pregunta es, ¿qué diablos está haciendo en este maldito barco?
Asustada al oír la voz, Carrie se sentó en la cama de un salto. Al girar la cabeza, contempló un hombre tumbado a su lado. Ella parpadeó y trató de centrar la mirada. En cuanto lo consiguió, sus náuseas se incrementaron. ¡Dios santo! Era Dev Riley. Y no llevaba puestos más que unos calzoncillos de seda y una sonrisa.
– Debo de estar soñando -murmuró ella, sintiendo que la habitación le daba vueltas alrededor. Ella misma se dio la vuelta hacia su lado de la cama, convencida de que estaba dormida. -Por favor, tengo que estar soñando.
– Esto no es ningún sueño, querida.
¿Querida? ¿Dev Riley estaba en su cama y la estaba llamando «querida»? Aquello tenía que ser un sueño. Sin embargo, no tenía los ojos cerrados y podía oler perfectamente la colonia, oír el ruido del mar contra el casco del barco… ¡Y las náuseas! Si aquello fuera realmente un sueño, no se sentina tan mal.
Lentamente, Carrie se incorporó de nuevo y volvió a mirarlo. ¿Qué estaba haciendo aquel hombre en su cama? ¿Cómo habían…? ¡Susie! ¡Susie había sido la autora de aquel encuentro! La había llevado a Miami con falsas pretensiones y la había metido en la cama con Dev Riley.
– Yo no estoy soñando, ¿verdad?
Él sonrió y sacudió la cabeza, bajando luego la mirada hacia el pecho de ella. Entonces, Carrie se dio cuenta de que la sábana no tapaba lo suficiente. Con un gritito, se subió rápidamente la sábana hasta la barbilla y se apartó al borde de la cama.
Susie lo había preparado todo: el viaje, el camarote compartido… la había obligado a compartir aquella intimidad con el hombre de sus sueños. Si Carrie no se equivocaba, el barco ya estaba en plena travesía, lo suficientemente lejos de tierra como para permitirla escapar.
– Creo que voy a vomitar -susurró ella, intentando ponerse de pie.
– Antes de que vomites, tal vez me puedas explicar quién eres. Y lo que estás haciendo en mi camarote.
– Justo ahora no puedo hablar.
Ella lo oyó protestar entre dientes y unos segundos más tarde él volvió a aparecer al lado de ella.
– Aquí tienes. Toma.
Ella levantó la mirada a lo largo de sus musculosas piernas hasta llegar a los calzoncillos, en los que se adivinaba…
– Dios mío -murmuró ella.
Dev le entregó un vaso de agua. Ella lo tomó con mano temblorosa junto con la dosis de medicina.
– Tómatelo -le ordenó él. -Y ahora vamos a hablar.
Carrie hizo lo que él le decía, intentando ordenar sus pensamientos mientras se bebía el agua. Susie les había hecho una reserva en el mismo barco y en el mismo camarote. Sin embargo, Dev no sabía quién era ella ni la había reconocido, así que era imposible que él supiera que aquello había sido idea de Susie. ¿Y su…? Carrie escondió la cara entre las sábanas. ¿Habría encontrado Susie algún modo de deshacerse también de su novia? ¿Cómo podría ella haber organizado aquello también?
Jillian… así se llamaba. Su prometida. Estar desnuda en la cama, al lado de él, era bastante humillante. Lo único que podía empeorar las cosas era que ella entrara en el camarote y los pillara juntos.
– Tal vez si pudiera dormir un poco -dijo Carrie, frotándose la frente. -Ahora estoy muy confusa.
– Pues imagínate cómo me sentí yo cuando te acurrucaste contra mí y me besaste.
Carrie levantó la vista, con los ojos como platos. ¿Que lo había besado? ¿Cómo se podía haber perdido un momento tan memorable?
– ¿Que tú y yo…? ¿Nos hemos besado… en los labios… encima de esta cama?
Él frunció las cejas y sonrió del modo tan devastador en que solía hacerlo.
– En los labios. Y encima de esta cama. Ha sido muy apasionado. La tierra se sacudió bajo los pies, los ángeles cantaron…