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Aturdida, Carrie se incorporó, dejándose caer la sábana hasta la cintura. Rápidamente, la recogió y se la colocó bien por debajo de los brazos. Aquella era la razón por la que la gente no debería dormir desnuda. Nunca se sabe con quién te puedes despertar.

– ¿Qué más… bueno… qué más hicimos…?

– ¿Es que no te acuerdas? -replicó él, con una sonrisa. -Me siento dolido. Normalmente, todas las mujeres me recuerdan perfectamente.

De hecho, me recuerdan tanto que la mayoría quieren volver a vivir los momentos que hemos compartido juntos, una y otra vez…

– Ya me hago a la idea -musitó Carrie, con el corazón latiéndole fuertemente contra el pecho.

¿Cómo podría haber estado dormida mientras…? Acababa de hacer el amor con el hombre de sus fantasías y no se acordaba de nada. A menos que… Al mirarlo, vio que tenía una expresión divertida en los ojos. ¿Estaría tomándole el pelo? Carrie se aclaró la garganta y se colocó bien la sábana.

No podía decirle abiertamente que le estaba mintiendo. Además, una parte de ella quería pensar que el sueño que había tenido la noche anterior había sido real. Aunque ella no lo recordara, tenía que haber sido uno de los momentos más memorables de su vida. Pero lo habría recordado, ¿no?

– ¿Fui… fui buena? -preguntó ella.

– ¿Buena? Estuviste increíble. Tan apasionada y tan desinhibida.

Carrie apretó los dientes. Sabía que él estaba mintiendo, se estaba burlando de ella. Y ella quería que pagara por ello. Quería borrarle aquella sonrisa de satisfacción de su atractivo rostro.

– Eso me sorprende -dijo ella en voz baja, -considerando que era la primera vez. Siempre había soñado con que sería perfecto… También había creído que lo recordaría.

– ¿Que es la primera vez? -preguntó él, con la sonrisa helada y los ojos muy abiertos. -¿Quieres decir que eres…?

Carrie suspiró muy dramáticamente.

– Mmm. La primera vez que yo… he conocido a un hombre tan canalla, despreciable, presumido, mentiroso, hijo de…

– Vale, vale -la interrumpió él, levantando una mano. -No hay necesidad alguna de insultar a mi madre. Siento haber adornado un poco la verdad, pero tienes que comprender mi sorpresa al encontrarte en mi cama.

Carrie se puso de pie a duras penas, sujetando la sábana fuertemente.

– Puede que no sepa lo que ha pasado exactamente aquí, pero sé perfectamente que no hicimos el amor.

– Bueno, tal vez lo pudiéramos haber hecho -dijo él, tras un momento de duda, -si yo no hubiera sido un caballero. Y tú no hubieras estado casi en coma.

– Y si yo no fuera una dama, empezaría a llamar a gritos al capitán.

– ¡Espera un momento! Eres tú la que está en mi camarote -exclamó Dev, apartándose de la cama para ir a sentarse en un sillón. -¿Por qué no empezamos con tu nombre?

– Me llamo Car… a. Cara. -dijo ella, corrigiéndose enseguida ya que sabía que no debía revelar su nombre.

Si él averiguaba quién era podría llegar a pensar que ella había planeado aquel encuentro para estar con él. Sin embargo, se dio cuenta de que él siempre había tratado con Susie y no había medios de que él supiera su nombre ya que no estaba impreso en la puerta.

– ¿Cara? ¿Cara qué?

– Carrie -se corrigió ella rápidamente. -Carrie Reynolds -añadió ella. Sabía que no era tan exótico como Jillian. -Pero mis amigos me llaman Carrie.

Ella lo observó cuidadosamente, esperando que él diera muestras de haberla reconocido, pero no pasó nada. Se habían encontrado cara a cara hacía unos pocos días, ella era la dueña de la agencia de viajes que él visitaba dos veces al mes, ¡y ni siquiera la reconocía! Carrie se sintió algo indignada.

– ¿De dónde eres?

Carrie sabía perfectamente que no debía decir de Lake Grove. Ni siquiera de Chicago. Por eso, Carrie rebuscó un lugar con el que él no hubiera podido tener ningún contacto.

– Soy de todas partes -dijo ella. -Mi padre era… vendedor. Principalmente vivimos en Anchorage, en Alaska. ¿Conoces Anchorage?

– He estado allí algunas veces.

– Bueno, no vivimos allí mucho tiempo antes de trasladarnos a Helena, en Montana.

– Me temo que nunca he estado en Helena.

Carrie suspiró aliviada. Sabía todos los lugares que Dev había visitado. ¿Cómo se le podía haber pasado Anchorage? Así que sería Carrie Reynolds de Helena, Montana. Mientras que él no conociera su verdadera identidad, ella podría salir de aquella situación sin que él se diera cuenta de quién era. Podría volver a Lake Grove y seguir con su vida como si nada hubiera pasado. Cuando Dev Riley volviera a entrar en la agencia, ni siquiera se dignaría a mirarla.

– Helena es la capital de Montana, ¿lo sabías? Aunque debería serlo Great Falls, dado que está más en el centro geográfico del estado. Montana se llama también «El estado del tesoro». Es el cuarto estado más grande de la unión -concluyó ella con una sonrisa.

– Ahora que has acabado con la clase de geografía -dijo Dev, -¿por qué no me dices lo que estás haciendo aquí?

– ¿Te importaría mucho si tuviéramos esta conversación vestidos? -preguntó Carrie.

– ¿Y renunciar a mi ventaja? Mientras tú tengas que refugiarte en esa sábana, no puedes escaparte a mis preguntas. ¿Cómo acabaste en este camarote?

– Evidentemente, todo ha sido un error -dijo ella, encogiéndose de hombros. -Yo pensé que mi agente de viajes me enviaba a un complejo turístico.

– Y yo reservé este barco para dos personas, que son todos los pasajeros que puede llevar este barco.

– Entonces, ¿dónde está tu compañera de viaje? No habrá estado en la cama con nosotros, ¿verdad?

– Ella lo canceló -replicó él, muy serio.

– Bueno, entonces ya está. Lo que hicieron fue una reserva doble de este camarote. Ocurre con frecuencia. Tal vez el capitán Fergus pensó que tú también cancelabas y por eso aceptó mi reserva.

– Pero él nos estaba esperando a mí y a mi acompañante. De hecho, él creía que tú eras mi acompañante. ¿Cómo me puedes explicar eso?

– Si estás sugiriendo que me he metido en este barco con engaños…

– ¿Lo hiciste? Hay muchas mujeres a las que les gustaría meterse en la cama con Dev Riley por más motivos de los que me puedo parar a pensar. ¿Eres tú una de esas mujeres, Carrie Reynolds? Eso si ese es tu verdadero nombre.

De todos los hombres arrogantes y condescendientes que ella había conocido Devlin Riley se llevaba el primer premio. ¿Cómo podría ser tan orgulloso como para pensar que las mujeres, o mejor dicho ella, pudiera ser capaz de mentir para meterse en la cama con él? ¿Cómo se había podido sentir atraída por alguien tan repugnante?

Carrie se envolvió aún más en la sábana y se dirigió a la puerta.

– Salga de mi camarote, señor Riley.

– Es mi camarote.

– Yo estaba aquí primero. Y el derecho de posesión es muy importante dentro de la ley.

– Posesión… -murmuró él. -Me parece que esa palabra es algo peligrosa de utilizar cuando se lleva puesta solo una sábana.

Carrie rápidamente se dio la vuelta, tomó los pantalones de él y se los tiró a la cabeza. Luego, abrió la puerta del camarote. -Fuera.

Con una encantadora sonrisa, Dev se puso los pantalones encima del hombro y salió de la habitación, silbando tranquilamente.

– Todavía no hemos acabado esta conversación.

Carrie cerró la puerta de un portazo, sonido que acompañó con una buena retahíla de juramentos.

– ¿Cómo he podido ser tan estúpida? -musitó. -¿El hombre de mis fantasías? ¡Es el hombre de mis pesadillas y estas vacaciones van a ser un desastre!

Dejando caer la sábana, Carrie se inclinó para sacar ropas limpias de la maleta. Finalmente encontró un vestido que no estaba demasiado arrugado y se lo metió por la cabeza. Tenía el pelo revuelto y, al alcanzar la bolsa del maquillaje, se regaño a sí misma. Después de lo que había dicho de ella, ¿cómo le podría importar lo que él pensara de su aspecto?