que no ha de negar Peneo,
aunque tan ilustre río,
su hija a mi amor, por mío,
y a mi ser por Aristeo.
Príncipe heredero soy
de Tesalia. ¿A quién pudiera
dar su hija que fe diera
la nobleza que le doy?
¡Perdido por ella estoy!
COREBO Bien, señor, lo manifiestas.
ARISTEO Vi, Corebo, en unas fiestas
a Dafne, donde excedía
cuantas damas aquel día
las adornaron compuestas;
como el diamante al rubí,
como la rosa a la flor,
y el ámbar a todo olor,
vencer a todas la vi:
todos los sentidos di
al primero movimiento;
y viendo mi entendimiento
tan dulce imaginación
solicitó su atención
por la vista el pensamiento.
Rendíle, en fin, por los ojos
cuanto supo y pudo amor,
como suele al vencedor
el rendido los despojos;
mas creciendo los enojos
de una pena tan suave,
rompió el secreto la llave.
COREBO Esta es la cueva, señor.
ARISTEO La esperanza de mi amor,
Hoy, en posesión acabe.
Descúbrese el río Peneo en su gruta.
¡Oh! Tú, famoso e ínclito Peneo,
que entre el Olimpo y Osa
riegas el Tempe, que con pies de rosa
recibe tu cristal en su deseo:
escucha atento al Príncipe Aristeo,
si no perturba el aire hasta tu oído
de las sonoras aguas el rüido;
levanta la cabeza, coronada
de tantas varias flores, y la copia
de fructíferas ramas esmaltada,
digno blasón de tu grandeza propia.
El Nilo por Egipto y Etiopía,
el Gange por la India, y cuantos sorbe
el mar por todo el orbe,
te rindan vasallaje.
PENEO Mi Aristeo,
ese te debe sólo a ti Peneo.
ARISTEO Ya sabes, claro río,
a que me trae el pensamiento mío.
PENEO Tendréme por dichoso
en que mi yerno seas,
pues de Dafne deseas,
príncipe, ser esposo,
y ella también será con estas bodas
hermosa reina de las ninfas todas
que habitan mi ribera;
vuelve a tu casa y confiado espera.
que en sabiendo su gusto, pues es justo,
te la dará mi amor con mayor gusto.
ARISTEO De la nobleza de tu heroico pecho
partiré satisfecho;
que no es razón que un río semideo
pueda volver atrás.
PENEO Parte, Aristeo;
porque, entre cuantas cosas tienen nombre,
los ríos solamente
nunca vuelven atrás de su corriente;
ejemplo para el hombre,
si es hombre el que no cumple lo que dice
ARISTEO El cielo te prospere de aguas puras.
¡Oh dulce auspicio de mi amor felice!
¡Oh tiempo, pues por todo te apresuras,
pasa por mí veloz con alas nuevas,
pero en dándome a Dafne no te muevas!
Él se va por una parte, y Dafne entra por otra, y
Silvia.
DAFNE Gente de la ciudad, Silvia: ¿qué es esto?
¿y con mi padre hablando?
SILVIA Estarán por ventura consultando
tu casamiento.
DAFNE Siempre fue molesto
ese cansado nombre a mis oídos.
SILVIA Pues ¿qué galanes?
DAFNE Menos que maridos.
SILVIA No parece mujer, pues en naciendo,
ese nombre les abre los sentidos,
ni viven otra cosa persuadiendo
a sus, padres jamás.
DAFNE Pues yo no entiendo
darle, esa pesadumbre.
PENEO ¡Dafne mía,
escucha!
DAFNE ¡Oh padre mío!
PENEO ¿Vienes a lo que el Príncipe venía?
Merece amor, cuidado ha sido justo,
puesto que más en esta parte fío
de tu elección que de mi propio gusto.
Él es el heredero
de Tesalia y de Marte,
en cuya militar doctrina y arte
al mas ejercitado le prefiero.¿Qué respondes?
DAFNE Amado padre mío,
bien sabes que a las selvas me desvío,
huyendo, así de dioses como de hombres,
no sólo las personas, mas los nombres.
Yo soy ninfa del coro
de la casta Diana;
perdona si el respeto, si el decoro
por ley divina y obediencia humana
debido a obligaciones naturales,
fuera de prendas tales,
te pierdo, pues no puedo obedecerte.
PENEO ¿Cuando esperaba de Tesalia verte,
Dafne, reina y señora, y que me dieras
nietos que en mis riberas
los viera yo mancebos,
ya Martes, y ya Febos,
correr gallardos persiguiendo fieras,
inobediente y loca me respondes?
¡Qué bien al grande amor que me has debido,
y a tus obligaciones, correspondes!
Pues no me verás más.
DAFNE ¡Padre querido!
Metióse entre las ondas, y cubrióse
de un pabellón de plata.
SILVIA Entre las aguas va diciendo: «¡Ingrata!»
con murmurar sonoro.
DAFNE ¿Permitióse,
Silvia, jamás a ninfa de Diana
que se casase?
SILVIA Que es locura vana
esto de ninfas: la naturaleza
hizo para los hombres la belleza
por aumentar el mundo.
DAFNE Si un hombre fuera Júpiter segundo,
rey del supremo imperio,
o por este hemisferio
tuviera la belleza de Narciso,
le tuviera en los céspedes que piso:
aborrezco los hombres, esto es cierto.
SILVIA Enojarás a Venus.
DAFNE Yo te advierto
que della, y de su hijo mal nacido
no se me da…
SILVIA Detente, que CUPIDO
es un dios que a los dioses inmortales
hace temblar.
DAFNE Sus bienes y sus males
son para gente loca, ociosa y vana:
yo soy ninfa del coro de Diana.
SILVIA ¡Oh, tanto coro y tanto dianizarte!
DAFNE ¡Váyase Venus a casar con Marte!
Baje Venus.
VENUS Dafne, entre cuantas ninfas
viven estas verdes selvas,
tan soberbia como hermosa,
y como hermosa soberbia:
¿qué blasonas, qué presumes,
ingrata a naturaleza,
que no crió a la hermosura
para vivir entre fieras?
¿Sabes que soy de quien hablas?
¿Sabes que los dioses tiemblan
del menor rayo une influya
mi dulce amorosa estrella?
¿Sabes que es mi hijo Amor?
¿Sabes que en las almas reina?
¿Sabes que no se resiste
pecho mortal de sus flechas?
¿Sabes que aquella armonía
que el cielo y tierra gobierna
es Amor? ¿Sabes que están
pendientes de su cadena
los elementos que pone
en paz de su eterna guerra?
¿Sabes que es concordia Amor,
y que el cielo se sustenta
en paz, moviendo sus orbes
concertada inteligencia?
¿Por qué el matrimonio huyes,
pues tu mismo ser te enseña
que alma y cuerpo están casados
como el agua con la tierra?
¿Qué fiera corre este campo,
qué ave en el aire vuela,
que hasta tener compañía
viva contenta y quieta?
¿Burlas mis razones, Dafne?
¿Risa en mi propia presencia?
Pues ¡por Júpiter sagrado…
DAFNE No prosigas, aunque sea
atrevimiento al respeto
debido por ley eterna
a las celestes deidades,
porque no has de hacer que tema
ni de tu estrella los rayos,
ni de tu hijo las flechas.
Yo sirvo y amo a Diana;
si eres diosa, diosa es ella
que templará como luna
cuanto abrasares cometa,
voyme a buscar, sin temerte,
la soledad de las selvas;
que más que escuchar los hombres,
estimo el tratar con fieras.
Vase.
VENUS ¿Hay atrevimiento igual?
SILVIA Señora, aunque voy con ella,
no soy tan bárbara y loca;
suplícole que me tenga
en posesión de mujer
para cuanto me acontezca;
y sepa Su Majestad
que ninguna cosa llega
a ser más mal empleada
que hermosura en mujer necia.
¿A los hombres quiere mal?
Que la imite no lo creas.
¿Qué me han hecho a mí los hombres
porque yo los aborrezca?