—Eso es elemental.
Un breve asentimiento.
—Es tan elemental que nuestros ingenieros lo olvidaron, y nueve hombres murieron cuando el vehículo regresó a su punto de origen en el preciso segundo de su partida e intentó ocupar el mismo espacio. —Su voz descendió de tono—. Chaney, la más terrible visión con que me he enfrentado en mi vida fue el choque de un avión contra una colina en Dakota. Yo participaba en una partida de caza a un kilómetro o así del lugar del siniestro. No había posibilidad de ningún superviviente… Ninguna. —Vaciló—. La explosión en nuestro laboratorio fue la segunda peor visión de mi vida. Yo no estaba allí, estaba en otro edificio, pero cuando llegué al laboratorio descubrí una terrible repetición de aquella catástrofe en la colina. Ningún hombre, ninguna pieza de equipo habían quedado intactos. La habitación estaba destrozada. Perdimos al ingeniero que viajaba en el vehículo y a otros ocho que estaban trabajando en el laboratorio. El vehículo regresó en el momento exacto, el exacto milisegundo de su partida, y se destruyó a sí mismo. Fue un desastre increíble, una negligencia increíble, pero ocurrió. Una vez.
Tras un momento, Seabrooke recuperó el hilo de su relato.
—Aprendimos una amarga lección. Reconstruimos el laboratorio con paredes más gruesas y reforzadas, y reconstruimos el vehículo; programamos una nueva línea de investigaciones acentuando el factor seguridad. Ese factor se estableció por sí mismo en exactamente sesenta y un segundos, y nos sentimos satisfechos.
—Los he oído contar una y otra vez —dijo Chaney—. Voy a perder un minuto en cada viaje.
—Un pasajero que embarque para algún punto distante, usted por ejemplo, partirá a las doce en punto, digamos, y regresará no antes de las doce y sesenta y un segundos. El tiempo que transcurra sobre el terreno no afectará al regreso; si se pasara usted allí diez años regresaría sesenta y un segundos después de haber partido. Si no estuviéramos completamente seguros de eso cerraríamos la tienda y admitiríamos el fracaso.
—Gracias —dijo Chaney gravemente—. Me gusta mi piel. ¿Cómo protege usted a esos hombres ahora?
—Mediante paredes reforzadas y observación a distancia. Los ingenieros trabajan en una habitación adyacente, pero un metro y medio de acero y cemento los separan de usted. Operan y observan el VDT por circuito cerrado de televisión; de hecho, observan no sólo la sala de operaciones en sí sino también el corredor que conduce a ella y el almacén y el refugio antiatómico; todo lo que hay a ese nivel bajo el suelo.
Con curiosidad:
—¿Cómo saben realmente que el vehículo está en movimiento? ¿Acaso desplaza algo?
—No se mueve, no viaja en el sentido de pasar a través del espacio. El vehículo permanecerá siempre en su posición original, a menos que decidamos moverlo a otro lugar. Pero funciona, y en su funcionamiento desplaza estratos temporales con tanta seguridad como esa gente en la piscina está desplazando el agua cuando se zambulle en ella./
—¿Cómo pueden probar eso?
—Fue montada una cámara en la parte delantera del vehículo, mirando a través de una abertura a la sala de operaciones. Un reloj y un calendario automáticos fueron colgados en una pared frente a la línea de visión de esa cámara. La cámara no sólo fotografió horas y fechas pasadas, sino que tomó imágenes de la pared antes de que el reloj fuera colocado allí. Sabemos que el VDT se remontó al menos doce meses en el pasado.
—¿Algún efecto en los monos?
—Ninguno. Están completamente sanos.
—¿Qué han hecho ustedes para prevenir otro accidente, un tipo distinto de accidente?
Secamente:
—Expliqúese.
—¿Qué ocurrirá —dijo Chaney cuidadosamente— si esa máquina sondea hacia atrás en el pasado hasta antes de que el subsuelo donde está emplazada fuera construidlo? ¿Qué ocurrirá si se entierra en un lecho de arcilla?
—Eso es algo que simplemente no hemos permitido que pase —fue la rápida respuesta—. El límite inferior de desplazamiento es el treinta de diciembre de mil novecientos cuarenta y uno. Un sondeo más allá de esa fecha está prohibido. —El director vació su vaso y lo dejó a un lado—. Chaney, este emplazamiento ha sido cuidadosamente investigado para determinar un límite inferior; cada fase de esta operación ha sido investigada de modo que nada sea dejado al azar. El primer edificio de este emplazamiento fue una burda estructura parecida a una cabana. Ardió completamente en febrero de mil ochocientos sesenta y siete.
—¿Tan lejos han ido?
—Estábamos preparados para ir más lejos si era necesario; tuvimos acceso a archivos que databan de la guerra contra los Halcones Negros en mil ochocientos treinta y uno. Una granja con un sótano fue construida en este lugar durante el verano de mil novecientos uno, y permaneció en pie hasta su demolición en mil novecientos cuarenta y uno, cuando el gobierno adquirió estas tierras para un depósito de artillería. Desde entonces ha sido propiedad del gobierno, y este emplazamiento ha permanecido vacío hasta que se construyó el laboratorio. Los ingenieros fueron muy cuidadosos en localizar ese sótano. Hoy el VDT flota en un tanque sellado de poliagua a noventa centímetros por encima del suelo del sótano original, en un espacio que no puede haber estado ocupado por otra cosa. Incluso hemos localizado la situación anterior de la caldera y del depósito de carbón.
—Y así el límite es mil novecientos cuarenta y uno. ¿Por qué no mil novecientos uno?
—El límite inferior es el treinta de diciembre de mil novecientos cuarenta y uno, mucho después de la fecha de demolición. El factor seguridad ante todo.
—Me gustaría ver ese tanque de poliagua.
—Lo verá. Es necesario que se familiaricen ustedes completamente con todos los aspectos de la operación. ¿Ha acudido al médico para su reconocimiento físico?
—Sí.
—¿Ha recibido entrenamiento con armas?
—No. ¿Será eso necesario?
—El factor seguridad, Chaney. Es prudente anticipar. El entrenamiento puede resultar inútil, pero siempre es juicioso prepararse para todas las eventualidades.
—Eso suena pesimista. ¿Inútil en qué sentido?
—Disculpe; ha estado usted fuera del país. Probablemente todas las armas van a ser prohibidas a los civiles en un próximo futuro. El Presidente Meeks aboga por eso, ya sabe.
—Eso complacerá al mayor —dijo Chaney, ausente—. No cree que los civiles tengan el suficiente buen sentido como para apuntar un arma en la dirección correcta.
Estaba mirando al otro lado de la piscina. Katrina había abandonado el agua y se hallaba sentada en el borde embaldosado, liberando su pelo del confinamiento de un gorro de plástico. Arthur Saltus estaba tan cerca de ella como se lo permitían los bañadores mojados de ambos, pero ninguna de las personas que estaban alrededor de la piscina lo miraban. Tampoco las otras dos mujeres que había en el agua atraían ni la mitad de atención que ella…, aunque ninguna exhibía tanto como Katrina. Las normas militares se extendían hasta las piscinas, le gustara al Cuerpo Militar Femenino o no.
Chaney siguió mirando a la mujer —y a Saltus a su lado—, pero una parte de su mente estaba centrada en Gilbert Seabrooke, en las fríamente realistas afirmaciones de Seabrooke. Pensó en la máquina, en el VDT. Intentó pensar en el VDT. Cualquier esfuerzo de visualizarlo suponía un fracaso, así como cualquier intento de comprender su método operativo. Le faltaba una base de ingeniería que lo abarcara. Funcionaba; admitía eso. Sus propios oídos se lo decían cada vez que iniciaban una prueba.
Desarrollando una potencia enorme y pilotado por control remoto, el vehículo desplazaba… ¿qué? Estratos temporales. Capas de tiempo. La máquina no se movía a través del espacio, no abandonaba el tanque subterráneo, pero sí horadaba y sondeaba el tiempo —o lo hacía la cámara montada en su parte delantera— mientras fotografiaba un reloj y un calendario. Muy pronto transportaría a unos seres humanos hacia el futuro, y se esperaba que esos seres humanos hicieran algo más que limitarse a mirar a un reloj a través de una abertura. (Pero había matado también a nueve hombres cuando el aparato regresó sobre sí mismo.) Pese a su esfuerzo por controlarse, tenía la carne de gallina. La fría impresión aún no lo había abandonado.