Saltus bebió el bourbon, apreciando su sabor, y se secó la boca con el dorso de la mano; miró en torno al refugio con creciente curiosidad. Alguien había estado en la bodega de la nave…, alguien se había servido de las provisiones preparadas para él y había dejado descuidadamente los restos a sus espaldas para que él los descubriera. El lugar estaba lleno de piratas y de malos cuidadores.
Descubrió una linterna de gasolina en el suelo cerca de sus pies, y se inclinó rápidamente para determinar si estaba caliente. No lo estaba, pero sacudiéndola comprobó que aún quedaba combustible en el depósito. Varias cajas de raciones habían sido abiertas, vaciadas de su contenido y las cajas amontonadas en desorden junto a la pared inmediata a la puerta. Había unos cuantos contenedores de agua junto a las cajas de cartón, y Saltus tomó el más cercano para agitarlo y comprobar su contenido. Estaba vacío. Bebió otro largo sorbo de su botella de cumpleaños y dio una vuelta por la habitación, efectuando una inspección más detallada de su contenido. No estaba en el impecable orden que recordaba de su última inspección.
Una bolsa hermética había sido abierta rasgándola, una bolsa conteniendo ropas de invierno y parkas. No pudo adivinar cuántas faltaban.
Un par de botas —no, dos de tres pares— faltaban también de un estante que contenía varios pares semejantes. Otra bolsa con guantes forrados parecía haber sido registrada, pero era imposible determinar cuántos faltaban. Alguien había visitado el almacén en pleno invierno. Ese alguien no podía haber sido el mayor, ya que su exploración estaba prevista para el 4 de julio, a menos que el giroscopio se hubiera vuelto loco y lo hubiera desviado más de medio año de su objetivo. Saltus dio otra vuelta para contar las cajas de raciones usadas y el agua que faltaba: no habían sido vaciadas las suficientes para asegurar la vida de un hombre fornido como William durante los últimos dieciséis meses…, no a menos que hubiera estado viviendo fuera la mayor parte del tiempo sobreviviendo de lo que encontrara sobre el terreno. Las provisiones utilizadas podían haberle permitido sobre vivir un único invierno, suplementándolas con comida conseguida fuera. Parecía una pobre posibilidad.
Saltus cruzó la habitación hacia el banco. Estaba lleno de basura.
Tres cajas de cartón amarillas se hallaban depositadas sobre el banco, cajas que no había visto en anteriores visitas. La primera estaba vacía, pero tiró de los precintos de la siguiente para descubrir un chaleco antibalas hecho de una fibra de nailon que le era desconocida. No vaciló. La prenda parecía poco sólida y de una dudosa fiabilidad, pero como fuera que Katrina sabía siempre lo que hada, se colocó el chaleco protector bajo su chaqueta civil. Saltus dio otro sorbo a su bourbon y observó el desorden sobre el banco. No era propio de William dejar las cosas desordenadas…, al menos no tan desordenadas. Pero algo de aquello podía ser obra suya.
Una grabadora y otra linterna de gasolina estaban colocadas sobre el banco. Un momento más tarde descubrió cajas vacías que habían contenido cartuchos de rifle, otra caja correspondiente a la cinta ahora en la grabadora, un mapa abierto y las insignias retiradas del uniforme de Moresby. Saltus creyó comprender su significado. Tocó la linterna y descubrió que estaba fría, pero el depósito de gasolina estaba lleno, de modo que se inclinó sobre el banco para examinar la grabadora. Sólo estaban grabados unos pocos minutos de cinta.
Saltus apretó el botón de grabación, dijo «Final» y rebobinó la cinta hasta su punto inicial.
Pulsó otra tecla y la cinta empezó a girar.
Voz: —Aquí Moresby. Cuatro de julio de mil novecientos noventa y nueve. Hora de llegada, las diez y cinco según mi reloj, las cuatro y diez según el de la pared. Seis horas y cinco minutos de discrepancia. Polvo por todas partes, falta la banqueta de la habitación de operaciones; refugio desocupado y almacén intacto, pero el agua no ha sido renovada. Me preparo para la exploración.
Un breve período de sonidos entremezclados.
Arthur Saltus bebió otro sorbo mientras aguardaba. Miró de nuevo a las desechadas insignias militares de William.
Voz: —… moviéndose por el ángulo noroeste en dirección al sur…, moviéndose hacia ustedes. Fuerza estimada, de doce a quince hombres. Vigílenlos, cabo, lie van morteros. Cambio.
El sonido de disparos era claramente apreciable tras la voz.
Voz: —Enterado. Hemos encontrado un agujero en la verja al noroeste…, algún bastardo intentó hacer pasar un camión por ahí. Aún está ardiendo; quizá eso los detenga. Cambio.
Voz: —Debe usted contenerlos, cabo. No puedo enviarle ningún hombre…, tenemos situación doble rojo aquí. Cambio y corto.
El sonido se interrumpió, incluyendo los disparos de fondo.
Arthur Saltus se quedó mirando consternado el aparato, teniendo las primeras sospechas de lo que podía haber ocurrido. Oyó los pequeños sonidos de la actividad de Moresby junto al banco, preguntándose qué estaría haciendo; el sonido de una caja de cartuchos siendo vaciada era fácilmente reconocible; el ruido de papeles era el mapa siendo desdoblado.
Voz: —¡Águila Uno! Los bandidos nos han atacado…, nos han atacado por la parte noroeste. Cuento doce de ellos, diseminados por la ladera más abajo de la verja del recinto. Tienen dos…, ¡maldita sea!, dos morteros, y los están apuntando hacia aquí. Cambio.
Voz: —¿Han atravesado la verja? Cambio.
Voz: —Negativo…, negativo. Ese camión incendiado se lo impide. Creo que intentarán algún otro camino…, abrir otro agujero en la verja si pueden. Cambio.
Voz: —Conténgalos, cabo. Son una diversión; tenemos el grueso del ataque aquí. Cambio.
Voz: —Maldita sea, teniente…
Silencio.
La pausa fue de corta duración.
Voz: —Moresby, Inteligencia de las Fuerzas Aéreas, llamando a Chicago o al área de Chicago. Adelante, Chicago.
Arthur Saltus oyó los esfuerzos de Moresby para establecer contacto por radio con el mundo exterior, y el posterior diálogo entre Moresby y el sargento Nash, que ocupaba posiciones en algún lugar al oeste de Chicago. Inspiró profundamente con un gran jadeo de sorpresa al conocer la situación de Chicago —fue como una patada en la ingle—, y oyó con incredulidad el intercambio que siguió. Baja California indicaba claramente que las señales de onda corta eran enviadas hacia Oriente; allí era donde estaban los Harry y de allí era de donde procedían. Finalmente los chinos habían tomado represalias por la pérdida de sus dos centros ferroviarios. Era muy probable que ahora —dieciséis meses después del ataque— el lago Michigan y las tierras adyacentes fueran tan radiactivas como la zona agrícola alrededor de Yungning. Habían tomado realmente sus represalias.
Pero ¿quién los había lanzado? ¿Quiénes eran los bandidos? ¿Qué demonios eran los ramjets? Así se denominaba a un determinado tipo de aviones.
Voz: —…El cuartel general del Quinto Ejército ha sido restablecido al oeste de la Estación de Entrenamiento Naval, pero cruzará usted nuestras líneas mucho antes de ese punto. Busque a los centinelas. Vaya con cuidado, señor. Esté alerta con los ramjets que hay entre su posición y nosotros. Están fuertemente armados. Cambio.
Moresby dio las gracias al hombre y cortó.
La grabadora repitió el restallante sonido que hacía Moresby al desconectar la radio, y un momento más tarde la propia cinta quedó en silencio cuando desconectó también la grabadora. Arthur Saltus aguardó, esperando algún comentario posterior del tipo que fuera cuando William hubiera regresado de su exploración y señalara su vuelta. La cinta siguió girando sin emitir ningún sonido, hasta que finalmente su propia voz dijo: «Final».
Se sentía insatisfecho. Dejó que el aparato siguiera girando hasta el final de la cinta, pero no había nada más. Moresby no había regresado al refugio, pero Saltus sabía que no intentaría llegar al cuartel general del Quinto Ejército cerca de Chicago, no con el límite de cincuenta horas permitidas en el objetivo y una batalla librándose en algún lugar fuera. Podía intentar llegar a Joliet si el camino era seguro, pero a todas luces no penetraría mucho en territorio hostil con un límite de tiempo colgando sobre su cabeza. Había salido; y no había vuelto.