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Mi sesión de ensueño terminó ahí. Al despertarme mi primera reacción fue empacar mi maleta para ir a México a ver a don Juan. Pero un acontecimiento inesperado en mi vida personal hizo imposible el viaje, a pesar de mis frenéticas preparaciones. La ansiedad, resultado de ese retraso fue tal, que interrumpió por completo mis prácticas de ensueño. No traté de pararlas voluntaria y conscientemente, sino que el influjo de este ensueño en especial fue tan poderoso que al no poder relatárselo a don Juan, no tuvo ningún sentido para mí el continuar ensoñando.

Después de una interrupción de más de medio año, empecé a sentirme muy desconcertado. No tenía la menor idea de que mis sentimientos detendrían mis prácticas. Me pregunté entonces si mi solo deseo de reanudarlas sería suficiente para restablecerlas. Sí lo fue. Una vez que formulé el pensamiento de volver a ensoñar, mis prácticas continuaron como si nunca hubieran sido interrumpidas. El explorador reasumió su guía, y me condujo directamente a la misma visión de mi última sesión.

– Este es el mundo de las sombras -dijo la voz del emisario, tan pronto como estuve allí-. Pero aun cuando somos sombras, impartimos luz. No somos únicamente móviles, también somos la luz de los túneles. Somos otra clase de seres inorgánicos que existen aquí. Hay tres clases: una es como un túnel inmóvil, la otra es como una sombra con movilidad. Nosotros somos las sombras con movilidad. Los túneles nos dan su energía y nosotros cumplimos sus mandatos.

El emisario paró de hablar. Sentí que estaba esperando que le preguntara acerca de la tercera clase de seres inorgánicos. También sentí que el emisario no me lo diría a menos que lo preguntase.

– ¿Cuál es la tercera clase de seres inorgánicos? -dije.

El emisario tosió y se rió entre dientes. Me pareció como si gozara el hacerme preguntarle.

– Oh, ese es nuestro aspecto más misterioso -dijo-. La tercera clase se les revela a nuestros visitantes sólo cuando escogen quedarse con nosotros.

– ¿Por qué es eso? -pregunté.

– Porque se requiere de mucha energía para verlos -contestó el emisario-. Y nosotros somos los que tendríamos que proveer esa energía.

Sentí que el emisario me decía la verdad. También sentí un horrendo peligro latente; no obstante, estaba yo poseído por una curiosidad sin límites. Quería ver a esa tercera clase.

El emisario pareció darse cuenta de lo que sentía.

– ¿Te gustaría verlos? -preguntó casualmente.

– Seguro que sí -dije.

– Todo lo que tienes que hacer es decir en voz alta que te quieres quedar con nosotros -dijo el emisario con un tono indiferente.

– Pero si digo eso, me tengo que quedar aquí ¿no es cierto? -pregunté.

– Naturalmente -dijo el emisario con suma convicción-. Todo lo que digas en voz alta en este mundo es para siempre.

No pude pasar por alto la idea de que si el emisario hubiese querido tenderme una trampa para que me quedase, todo lo que tenía que hacer era mentirme. Yo no hubiera notado la diferencia.

– No te puedo mentir, porque la mentira no existe -dijo el emisario entremetiéndose en mis pensamientos-. Te puedo hablar acerca de lo que existe. En mi mundo, lo que existe es el intento; detrás de una mentira no hay intento, por lo tanto no tiene existencia.

Quería discutir que aun detrás de las mentiras había intento. Antes de que pudiera decirlo, el emisario me aseguró que había intención detrás de las mentiras, pero que intención no es lo mismo que intento.

Fallé en mantener mi atención de ensueño enfocada en la discusión que el emisario estaba planteando. La enfoqué en los seres sombra. Tenían la apariencia de una manada de extraños animales con aspecto de niños. La voz del emisario me previno que mantuviera mi emoción bajo control, ya que sus repentinos estallidos tenían la capacidad de hacer que los seres sombra se dispersaran, como una bandada de pájaros.

– ¿Qué quieres que haga? -pregunté.

– Baja aquí junto con nosotros, y trata de empujarnos o jalarnos -la voz del emisario dijo con tono de urgencia-. Cuanto más pronto aprendas a hacer esto, más pronto podrás mover cosas en tu mundo con el solo hecho de mirarlas.

Mi mentalidad de comerciante enloqueció con anticipación. Me encontré instantáneamente entre ellos, tratando desesperadamente de empujarlos o jalarlos. En un momento, agoté completamente mi energía, y sólo me quedó la impresión de haber hecho algo equivalente a tratar de levantar una casa con la fuerza de mis dientes.

Otra impresión que me quedó fue que mientras más me esforzaba, mayor era el número de sombras. Era como si vinieran de todos los rincones para observarme, o para alimentarse de mí. En el instante en que se me ocurrió ese pensamiento, las sombras se escabulleron una vez más.

– No nos estamos alimentando de ti -dijo el emisario-. Todos venimos a sentir tu energía; muy similar a lo que tú haces con la luz del sol en un día de frío.

El emisario me aconsejó que me abriera a ellos, cancelando mis sospechosos pensamientos. Oí la voz, y al escuchar lo que decía, me di cuenta de que estaba oyendo, y pensando exactamente como lo hago en mi mundo cotidiano. Giré lentamente para ver a mi alrededor. Usando la claridad de mi percepción como medida, concluí que estaba en un mundo real.

La voz del emisario sonó en mis oídos. Dijo que la única diferencia entre percibir mi mundo y percibir el suyo era que percibir su mundo comenzaba y terminaba para mi en un abrir y cerrar de ojos, mientras que percibir el mío no; porque mi conciencia estaba fija en mi mundo junto con la conciencia de un inmenso número de seres como yo, quienes lo mantenían en su lugar con su intento. El emisario añadió que para los seres inorgánicos percibir mi mundo comenzaba y terminaba de la misma forma: en un abrir y cerrar de ojos, pero que percibir su mundo no, ya que había un inmenso número de ellos que lo mantenían en su lugar con su intento.

La escena empezó a disolverse. En ese instante, yo era como un buzo y despertar de ese mundo era como nadar hacia arriba para alcanzar la superficie.

En la siguiente sesión, el emisario comenzó su diálogo conmigo exponiendo nuevamente que existía una relación totalmente coordinada y coactiva entre los túneles y las sombras móviles. Terminó diciendo:

– No podemos existir los unos sin los otros.

– Entiendo lo que quieres decir -dije.

Noté un tono desdeñoso en la voz del emisario cuando replicó que no había manera de que yo pudiera entender lo que significaba estar relacionado de esa forma; que tal relación era infinitamente más que una de mutua dependencia. Mi intención era pedirle que expandiera su explicación, pero en el instante siguiente me encontraba adentro de lo que solamente puedo describir como el tejido de un túnel. Vi unas protuberancias de aspecto glandular grotescamente chisporroteantes que emitían una luz opaca. Cruzó por mi mente el pensamiento de que esas eran las entidades sombra y las protuberancias parecidas al Braille. Considerando que estas eran masas energéticas de metro o metro y medio de diámetro, me pregunté cuál sería el verdadero tamaño de esos túneles.

– El tamaño aquí no es como el tamaño en tu mundo -dijo el emisario-. La energía de este mundo es una clase diferente de energía; sus características no coinciden con las características de la energía de tu mundo, sin embargo, este mundo es tan real como el tuyo.

El emisario añadió que me había dicho todo acerca de los seres sombra, al explicar y describir las protuberancias de las paredes de los túneles. Repliqué que no había prestado atención a sus explicaciones, ya que creí que no estaban directamente relacionadas con el ensueño.

– En este reino, todo está relacionado con el ensueño -afirmó el emisario.

Quería pensar en la razón de mi equivocación, pero mi mente se puso en blanco. Mi atención de ensueño estaba debilitándose. Me era difícil enfocarla; me preparé para despertarme. El emisario habló nuevamente, y el sonido de su voz me reforzó. Mi atención de ensueño se avivó considerablemente.