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– No te preocupes -dijo riendo-, la brujería es acción. Cuando llegue la ocasión, actuarás de acuerdo a tu pasión; de la misma forma en que yo actuaré de acuerdo a la mía. La mía es aceptar mi destino; no de una forma pasiva, como un idiota, sino activamente como un guerrero. La tuya es tirarte, sin capricho ni premeditación, a romper las cadenas de quien sea.

Don Juan explicó que al fusionar mi energía con la del explorador azul, había yo verdaderamente dejado de existir. Todo mi cuerpo físico había sido entonces transportado al reino de los seres inorgánicos, y si no hubiera sido por el explorador azul, quien guió a don Juan y a sus compañeros hasta donde yo estaba, estaría muerto, o inextricablemente preso en ese mundo.

– ¿Por qué lo guió el explorador adonde yo estaba? -pregunté.

– El explorador es un ser sensitivo de otra dimensión -dijo-. Ahora es una niñita; y como tal, me dijo que para obtener la energía necesaria a fin de romper la barrera que la tenía aprisionada en el mundo de los seres inorgánicos, tuvo que tomar toda la tuya. Esa es ahora su parte humana. Algo parecido a un sentimiento de gratitud la condujo hacia mí. Cuando la vi, supe instantáneamente que estabas perdido.

– ¿Qué hizo usted entonces, don Juan?

– Junté a todos los que pude, especialmente a Carol Tiggs, y nos fuimos al reino de los seres inorgánicos.

– ¿Por qué Carol Tiggs?

– En primer lugar, porque tiene infinita energía, y en segundo lugar, porque se tenía que familiarizar con el explorador. Todos nosotros obtuvimos algo invaluable de esta experiencia. Tú y Carol Tiggs obtuvieron al explorador. Nosotros obtuvimos una razón para unir nuestros cuerpos físicos con nuestros cuerpos energéticos; nos convertimos en pura energía.

– ¿Cómo hicieron ustedes eso, don Juan?

– Desplazamos nuestros puntos de encaje al unísono. Nuestro intento impecable de salvarte hizo que esto fuera posible. En fracciones de segundo, el explorador nos llevó adonde yacías tendido, medio muerto, y Carol te arrastró hacia afuera.

Su explicación no me explicó nada, porque carecía de sentido. Don Juan se rió cuando le dije esto.

– ¿Cómo podrías entenderlo, si ni siquiera tienes suficiente energía para salirte de tu cama? -replicó.

Le revelé algo que se insinuaba en mi mente: que sabía infinitamente más de lo que racionalmente admitía, pero que algo obturaba apretadamente mi memoria.

– Falta de energía es lo que ha puesto una tapa en tu memoria -dijo-. Cuando tengas suficiente energía te funcionará perfectamente.

– ¿Quiere usted decir que podré recordar todo, si así lo deseo?

– No exactamente. Puedes desearlo tanto como quieras, pero si tu nivel de energía no está a la par con la importancia de lo que sabes, ya te puedes ir despidiendo de tu conocimiento: no te será nunca accesible.

– ¿Entonces, qué es lo que hay que hacer, don Juan?

– La energía tiende a acumularse; si sigues impecablemente el camino del guerrero, va llegar el momento en que tu memoria se abrirá.

Le confesé que al escucharlo hablar, me venía la sensación de que me estaba entregando a mi antiguo vicio de la autocompasión, y que realmente estaba bien, solamente simulando estar mal.

– No estás únicamente entregándote a tu vicio -dijo-. Estuviste enérgicamente muerto hace cuatro semanas. Ahora no estás más que aturdido. Estar aturdido y con falta de energía es lo que te hace esconder tu conocimiento. Tú ciertamente sabes más que ninguno de nosotros acerca del mundo de los seres inorgánicos; te hemos dicho que todo lo que sabemos de él nos viene de las historias de brujos. Imagínate lo extraño que será para nosotros que te hayas convertido en otra fuente de historias de brujos.

Le reafirmé que me era imposible creer que yo había hecho algo que él no hubiera hecho, o creía que estaban meramente tomándome el pelo.

– Ni te estoy halagando ni me estoy burlando de ti -dijo visiblemente molesto-. Te estoy describiendo un acto de brujería. El que sepas más de ese mundo que ninguno de nosotros, no debería de ser una razón para sentirte contento. No hay ninguna ventaja en ese conocimiento; de hecho, a pesar de todo lo que sabes, no te pudiste salvar a ti mismo. Nosotros te salvamos, porque te encontramos. Pero sin la ayuda del explorador azul, no hubiera habido ningún caso en siquiera tratar de buscarte. Estabas tan infinitamente perdido en ese mundo que me estremezco con sólo pensar en ello.

En el estado emocional en el que me encontraba, no me pareció raro ver pasar una oleada de emoción a través de todos los compañeros y aprendices de don Juan. La única que permaneció inalterable fue Carol Tiggs, quien parecía haber aceptado completamente su papel. Ella era una conmigo.

– Liberaste al explorador -continuó don Juan-, pero perdiste tu vida. O peor aún, perdiste tu libertad. Los seres inorgánicos dejaron libre al explorador azul, pero a cambio de ti.

– Difícilmente puedo creer eso, don Juan. No es que dude de usted, pero describe una maniobra tan taimada que me deja pasmado.

– No consideres a los seres inorgánicos como granujas y todo se aclarará. Los seres inorgánicos están buscando eternamente conciencia y energía; si tú los abasteces con ambas, ¿qué crees que van a hacer? ¿Mandarte besitos desde el balcón de enfrente?

Sabía que don Juan tenía razón. Pero no podía sostener esa certeza por mucho tiempo; mi claridad mental venía y se alejaba de mí.

Los compañeros de don Juan continuaron haciéndole preguntas. Querían saber si había pensado qué hacer con el explorador.

– Sí he pensado en eso. Es un problema de lo más serio, que el nagual tiene que resolver -dijo señalándome-. Él y Carol Tiggs son los únicos que pueden liberar al explorador.

Naturalmente que le hice la única pregunta posible.

– ¿Cómo lo puedo liberar?

– En lugar de que yo te diga cómo, hay una mejor y más justa manera de averiguarlo -dijo con una gran sonrisa-. Pregúntale al emisario. Como tú sabes, los seres inorgánicos no pueden mentir.

8 LA TERCERA COMPUERTA DEL ENSUEÑO

– Se alcanza la tercera compuerta del ensueño cuando uno se encuentra en un ensueño, mirando a alguien que está durmiendo, y ese alguien, resulta ser uno mismo -don Juan dijo.

Mi estado energético era tan intenso, que me puse a laborar en la tercera tarea inmediatamente, aunque don Juan no me ofreció más información al respecto. Lo primero que noté fue que una oleada de energía reacomodó el enfoque de mi atención de ensueño; en vez del afán de viajar al reino de los seres inorgánicos, me dejó otro: el afán de despertarme y verme durmiendo.

Después de unos días, me encontré en un ensueño mirándome a mí mismo dormido. Se lo reporté a don Juan instantáneamente. El ensueño había ocurrido durante mi estancia en su casa.

– Hay dos fases en cada una de las compuertas del ensueño -dijo-. Como ya sabes, la primera es llegar a la compuerta, y la segunda es cruzarla. Al ensoñar lo que ensoñaste: que te veías a ti mismo dormido, llegaste a la tercera compuerta. La segunda fase consiste en moverte una vez que te has visto dormido.

"En la tercera compuerta del ensueño -prosiguió-, uno empieza a fusionar la realidad de ensueño con la realidad del mundo cotidiano. Los brujos llaman a este procedimiento, completar el cuerpo energético. La fusión de las dos realidades tiene que ser tan completa, que debe ser más fluido que nunca. En la tercera compuerta, examina todo con gran cuidado y curiosidad.

Me quejé de que sus recomendaciones eran demasiado enigmáticas, y por lo tanto, carentes de sentido para mí.

– ¿Qué es lo que significa tener gran cuidado y curiosidad? -pregunté.

– En la tercera compuerta, nuestra tendencia es perdernos en detalles -contestó-. Ver las cosas con gran cuidado y curiosidad quiere decir resistir la casi irresistible tentación de sumergirnos en detalles.