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Secretamente me sentía de alguna manera exonerado de responsabilidad total, ya que el mismo don Juan me había sugerido que le preguntara al emisario de ensueño qué hacer para liberar al explorador azul atrapado entre nosotros. Él quiso decir que le hiciera la pregunta al emisario durante mi práctica diaria, pero yo quise interpretar su sugerencia como si, implicara el tener que hacerla cuando me encontrara en su mundo. Lo que realmente quería preguntar al emisario era que si de verdad los seres inorgánicos me habían tendido una trampa. El emisario no sólo me dijo que todo lo que don Juan me había dicho era cierto, sino que también me dio instrucciones sobre lo que Carol Tiggs y yo tendríamos que hacer para liberar al explorador.

– La regularidad de tus ensueños es algo que me esperaba -don Juan remarcó después de escucharme.

– ¿Por qué esperaba usted algo así, don Juan?

– Por tu relación con los seres inorgánicos.

– Eso se acabó y está olvidado, don Juan -mentí, esperando que no insistiera en el tema.

– Dices eso solamente para contentarme, ¿no es así? No necesitas hacerlo. Sé muy bien lo que haces. Créeme, una vez que empiezas a jugar con los seres inorgánicos, estás enganchado Siempre te perseguirán. O lo que es peor aún, siempre los perseguirás.

Me miró fijamente, y mi culpabilidad fue tan obvia que lo hizo reír.

– La única explicación de tal regularidad, es que los seres inorgánicos están tratando de complacerte otra vez -don Juan dijo en tono serio.

Me apresuré a cambiar de tema y le dije que otro detalle de mis prácticas de ensueño que valía la pena mencionar era la reacción que tenía al verme a mí mismo, acostado y profundamente dormido. Verme así era siempre sorprendente; y yo, o me quedaba pegado en el mismo sitio hasta que el ensueño cambiaba, o me asustaba tan profundamente que me despertaba gritando a todo pulmón. Había llegado hasta el extremo de tener miedo a dormir en los días marcados para tener ese ensueño.

– Todavía no estás listo para una verdadera fusión entre tu realidad de ensueño y tu realidad cotidiana -concluyó-. Tienes que seguir recapitulando tu vida.

– Pero ya hice la recapitulación con toda la potencia posible -protesté-. He recapitulado por años. No existe nada más que pueda recordar sobre mi vida.

– Debe haber mucho más -dijo obstinadamente-. De otra manera, no te despertarías gritando.

No me gustó la idea de recapitular otra vez. Creía haberlo hecho tan bien que no necesitaba tocar ese tema nunca más.

– La recapitulación de nuestras vidas no se acaba nunca, no importa qué tan bien la hagamos -dijo don Juan-. La razón por la que la gente común y corriente carece de control y dirección en sus sueños, es porque nunca han recapitulado, y sus vidas están llenas hasta el tope de emociones densas y pesadas, de memorias, esperanzas, miedos.

"Por otro lado, gracias a su recapitulación, los brujos están relativamente libres de pesadas ataduras emocionales. Y si algo los detiene, como te ha detenido a ti, en este momento, se supone que todavía hay algo en ellos no totalmente claro.

– Recapitular es demasiado intrincado, don Juan. Quizá haya otra cosa que pueda hacer en su lugar.

– No, no hay nada más. Recapitular y ensoñar van de la mano.

"A medida que nos deshacemos de la pesadez de nuestras vidas, nos volvemos más y más vaporosos.

Don Juan me había dado instrucciones sumamente detalladas y explícitas acerca de la recapitulación. Consistía en revivir la totalidad de nuestras experiencias en la vida, haciendo un recuento minucioso de todo detalle posible. Él consideraba la recapitulación como el factor esencial para la redefinición y la redistribución de la energía necesaria para ensoñar.

– La recapitulación libera energía aprisionada dentro de nosotros, y no es posible ensoñar sin esa energía -fue su afirmación.

Muchos años antes, don Juan me ayudó a recopilar una lista de todas las personas que yo había conocido en mi vida, empezando por el presente. Ordenó mi lista de una forma coherente, dividiéndola en áreas de actividad, como lugares donde trabajé, sitios donde viví, escuelas a las que asistí. Luego me guió, ordenadamente y sin ninguna desviación, a revivir cada una de mis interacciones con las personas de mi lista, desde la primera hasta la última.

Explicó que la recapitulación comienza cuando la mente arregla todo lo pertinente a lo que se está recapitulando. Arreglar quiere decir reconstruir el acontecimiento, pieza por pieza, empezando por los detalles físicos del medio ambiente, pasando luego a la persona con quien se compartió lo ocurrido y, después, a uno mismo; al examen de todo lo que uno sintió.

Don Juan me enseñó a acompañar la recapitulación con una respiración natural y rítmica. Me guió a exhalar prolongadamente, al mover la cabeza de manera lenta de derecha a izquierda; y a inhalar profundamente, al volver a mover la cabeza de izquierda a derecha. Él llamaba a esto "airear lo ocurrido". La mente examina el acontecimiento de principio a fin, mientras que el cuerpo continúa aireando todo aquello en lo que la mente se enfoca.

Don Juan dijo que los brujos de la antigüedad, inventores de la recapitulación, consideraban la respiración como un vehículo mágico; la exhalación para expulsar la energía ajena que se quedó en uno durante el acontecimiento que se está recapitulando, y la inhalación, para traer de regreso la energía que uno dejó en dicho acontecimiento.

Debido a mi entrenamiento académico, consideré la recapitulación como un proceso de analizar la vida de uno. Pero don Juan insistió en que era un asunto mucho más complejo que un psicoanálisis intelectual. Postuló que la recapitulación era una táctica de brujos para inducir un diminuto pero consistente desplazamiento del punto de encaje. Dijo que bajo el impacto de revisar las acciones y sentimientos pasados, el punto de encaje se mueve entre su sitio presente y el sitio que ocupaba cuando el evento recapitulado tuvo lugar.

Don Juan aseveró que la base fundamental de la recapitulación es la convicción que tienen los brujos de que existe en el universo una inconcebible fuerza disolvente, la cual da vida a los organismos prestándoles conciencia. Esa misma fuerza también hace que mueran, para poder disolverlos y extraerles la conciencia que les prestó, la cual ha sido acrecentada a través de las experiencias de la vida. Don Juan explicó que teniendo en cuenta que esta fuerza anda detrás de tales experiencias, algo de suprema importancia es que se le pueda satisfacer con un facsímil de ellas: la recapitulación. Al obtener lo que busca, la fuerza disolvente deja a los brujos libres para que expandan su capacidad de percibir y alcancen con ella los confines del espacio y del tiempo.

Al comenzar nuevamente a recapitular, me llevé una gran sorpresa cuando comprobé que mis prácticas de ensueño quedaron automáticamente suspendidas en el momento mismo en que empecé mi recapitulación. Le pregunté a don Juan sobre esto.

– Ensoñar requiere de toda la energía disponible -contestó-. Si existe una gran preocupación en nuestras vidas, no hay posibilidad de que ensoñemos.

– Pero, he estado profundamente preocupado antes -dije-, y mis prácticas nunca fueron interrumpidas.

– Debe ser que cada vez que creías estar preocupado, estabas sólo maniáticamente alterado -dijo riéndose-. Para los brujos, preocuparse significa que todas sus fuentes de energía están funcionando. Esta es la primera vez que empleas la totalidad de tus fuentes energéticas. En lo otro, aun en tu recapitulación, has estado siempre muy lejos de estar absorto.

Don Juan me dio un nuevo modelo de recapitulación. Lo llamó "recapitulación rompecabezas". Consistía en tomar diferentes eventos de mi vida, sin un orden aparente.

– Pero, va a ser un desastre -protesté.