"Y ahora, hablando del otro asunto bajo discusión -añadió don Juan con aire pensativo-. ¿Por qué no te ayudaron tus amigos los seres inorgánicos?
– ¿Por qué los llama usted mis amigos, don Juan?
– Porque lo son. Son los amigos clásicos, ni considerados, ni amables, pero tampoco groseros; los amigos que sólo esperan un momento de descuido para darnos una puñalada.
Comprendí todo con tal lucidez que le hice unas preguntas mas bien retóricas y dirigidas a mi mismo.
– ¿Qué es lo que me hace ir a ellos? ¿Será una tendencia suicida?
– No es ninguna tendencia suicida -dijo-. Lo que te pasa es que no crees que estuviste casi muerto. Como no tuviste dolor físico, no puedes creer que estuviste a punto de morir.
Su argumento era bastante razonable, mi incredulidad era real. Pero aun así, yo no podía descartar el profundo y desconocido miedo que regía mi vida a partir de mi encuentro con los seres inorgánicos. Don Juan escuchó en silencio lo que le dije acerca de mi incapacidad de explicar mi deseo de ir al mundo de los seres inorgánicos, a pesar de todo lo que sabía de él.
– Es una locura -dije-, lo que hago no tiene ningún sentido.
– Sí tiene sentido. Los seres inorgánicos todavía te están jalando, como a un pez enganchado por un anzuelo -dijo-. De vez en cuando te tiran carnadas inservibles para mantenerte enganchado. Arreglar tus sueños para que ocurran cada cuatro días es una carnada inservible. Pero eso si, no te enseñaron a mover tu cuerpo energético.
– ¿Por qué cree usted que no me lo enseñaron?
– Porque cuando tu cuerpo energético aprenda a moverse por sí mismo, vas a estar completamente fuera de su alcance. Fue algo prematuro de mi parte creer que ya estabas libre de ellos. Estás relativa pero no completamente libre; todavía andan detrás de tu conciencia.
Sentí un escalofrío en la espalda. Don Juan me había tocado un punto doloroso.
– Dígame qué hacer don Juan, y lo haré -dije.
– Sé impecable. Ya te lo he dicho docenas de veces. Ser impecable quiere decir poner tu vida en el tapete para respaldar tus decisiones, y hacer lo mejor de lo mejor para llevar a cabo esas decisiones. Si no hay decisiones en tu vida, la estás simplemente desperdiciando de una manera pueril.
Don Juan terminó nuestra conversación, insistiendo en que pensara profundamente sobre lo que me había dicho.
En la primera oportunidad que tuve, puse a prueba su sugerencia de cómo mover mi cuerpo energético. Al encontrarme mirando mi cuerpo dormido, en lugar de esforzarme por llegar caminando a él, simplemente deseé acercarme a la cama. Instantáneamente, estaba casi tocando mi cuerpo dormido. Vi mi cara. De hecho podía ver los poros de mi piel. No puedo decir que me agradó ver lo que vi. Mi visión de mi propio cuerpo era demasiado detallada para ser estéticamente agradable. Después algo como un viento entró en el cuarto, desarregló completamente todo y borró mi visión.
En ensueños posteriores, corroboré totalmente que la única manera en que el cuerpo energético se puede mover es deslizándose o volando. Discutí esto con don Juan. Parecía estar muy satisfecho con lo que yo había hecho, lo cual realmente me sorprendió. Estaba acostumbrado a su fría reacción ante cualquier cosa que lograra en mis prácticas de ensueño.
– Tu cuerpo energético está acostumbrado a moverse únicamente cuando algo lo jala -dijo-. Los seres inorgánicos lo han estado jalando de arriba abajo; hasta ahora, nunca lo has movido por ti mismo, con tu propia voluntad. No parece que hayas hecho mucho, moviéndote de la manera en que te moviste, pero te aseguro que yo estaba considerando seriamente terminar con tus prácticas de ensueño. Por un momento pensé que jamás ibas a aprender a moverte por tu cuenta.
– ¿Estaba usted considerando terminar mis prácticas de ensueño porque soy lento?
– No eres lento. Un brujo se demora mucho tiempo para aprender a mover su cuerpo energético. Iba a terminar con tus prácticas de ensueño porque debo ya irme y hay otros asuntos más apremiantes que el ensueño, en los que puedes utilizar tu energía.
– ¿Qué más debo hacer, ahora que he aprendido a mover mi cuerpo energético, don Juan?
– Continúa moviéndolo. Mover tu cuerpo energético ha abierto una nueva área para ti, un área de extraordinaria exploración.
Insistió una vez más en que debía idear algo para validar la fidelidad de mis ensueños; su pedido no me pareció tan raro como la primera vez que lo mencionó.
– Como ya sabes, ser transportado por un explorador es la verdadera tarea de la segunda compuerta -explicó-. Es un asunto muy serio, pero no tan serio como forjar el cuerpo energético. Por lo tanto, tienes que asegurarte, por tus propios medios, si estás verdaderamente viéndote dormido, o si estás solamente soñando que te ves dormido. La nueva exploración extraordinaria de la que te hablé depende de si en realidad te ves dormido.
Después de muchas dudas y tribulaciones, creí que había ideado el plan correcto. El haber visto mi camiseta rasgada me dio una idea. Si estaba realmente viéndome dormido, también estaría viendo si llevaba la misma indumentaria con la que me había ido a dormir; una indumentaria experimental que planeaba cambiar radicalmente cada cuatro días. Confiaba en que no tendría ninguna dificultad en recordar, en mis sueños, mi indumentaria experimental. Creí que la disciplina adquirida a través de mis prácticas de ensueño me permitiría grabar cosas como ésta en mi mente y recordarlas en mis ensueños.
Puse en práctica este plan, pero los resultados fueron desastrosos. Me faltó control en mi atención de ensueño y no pude recordar los detalles de mis indumentarias experimentales. Pero aun así, de alguna manera, siempre supe cuando mis sueños eran solamente sueños ordinarios, cuando eran ensueños, o cuando eran algo más que ensueños. En cuyo caso se suponía que mi cuerpo estaba acostado en la cama dormido, mientras mi conciencia realmente lo observaba.
Una característica notable de estos ensueños era mi cuarto. Nunca era como mi cuarto en el mundo cotidiano, sino una enorme y vacía sala de conferencias, con mi cama en uno de sus extremos. Tenía que volar una considerable distancia para estar junto a la cama donde yacía mi cuerpo. En el momento en que estaba junto a él, una fuerza como un fuerte viento me hacia revolotear encima de él, como un colibrí. Algunas veces el cuarto se disolvía; desaparecía pedazo por pedazo hasta que sólo quedaba mi cuerpo y la cama. Otras veces, experimentaba una total pérdida de voluntad. Mi atención de ensueño parecía entonces funcionar independientemente; se quedaba completamente absorta con el primer objeto en el que se enfocara, o parecía no poder decidir qué hacer. En esos casos, tenía la sensación de que estaba flotando, sin volición alguna, yendo de un objeto a otro sin poder concentrarme.
La voz del emisario me explicó una vez que todos los elementos de este tipo de ensueño eran realmente configuraciones energéticas diferentes a las del mundo normal. La voz del emisario señaló que, por ejemplo, las paredes eran liquidas. Insistió en que me sumergiera en una de ellas.
Sin más ni más, me zambullí en una pared como si ésta fuera un gigantesco lago. No sentía la líquida pared; lo que sentí no fue tampoco la sensación de sumergirme físicamente en el agua, pero fue como el pensamiento de sumergirme y la sensación visual de pasar a través de una materia liquida. Mi zambullida me llevó, hundiéndome en algo que se abría, como el agua se abre.
La sensación de hundirme, con la cabeza por delante, era tan real que empecé a preguntarme por cuánto tiempo, o cuán hondo me había sumergido. Desde mi punto de vista subjetivo pasé una eternidad zambulléndome. Vi nubes y masas de materia que parecían rocas suspendidas en una sustancia al parecer liquida. Vi resplandecientes objetos geométricos, como de cristal, y masas de los colores primarios más profundos que jamás había visto. Había también zonas de intensa luminosidad y otras de total oscuridad. Todo eso se movía frente a mi, ya sea despacio o a una gran velocidad. Se me ocurrió que estaba viendo el cosmos. Al instante en que tuve ese pensamiento, mi velocidad aumentó tan intensamente que todo se volvió borroso, y de repente, me encontré despierto con la nariz contra una de las paredes de mi cuarto.