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Me pidió entonces que le contara los más recientes eventos de mis prácticas de ensueño. Lo primero que le mencioné fue que el impulso de mi atención de ensueño de quedar absorta en detalles había disminuido considerablemente. Le dije que quizá porque en mis ensueños me movía compulsiva e incesantemente, el movimiento en sí me detenía antes de que me sumergiera en el detalle que estaba observando. Detenerme así me dio la oportunidad de examinar el acto de quedar absorto en detalles; y llegué a la conclusión de que la materia inanimada poseía una fuerza inmovilizante. Yo la veía como un rayo inmóvil de luz opaca que me mantenía fijo. Por ejemplo, muchas veces alguna diminuta marca en las paredes, o en las líneas de la madera del piso de mi cuarto emitía una línea de luz que me inmovilizaba; a partir del momento en que mi atención de ensueño enfocaba esa luz, todo el ensueño giraba alrededor de esa diminuta marca. La veía agrandarse al tamaño del universo entero. Esa visión duraba hasta que me despertaba, con la nariz presionada contra la pared o contra el piso de madera. Mis conclusiones fueron que, en primer lugar, el detalle era real, y en segundo lugar, parecía que lo había estado observando mientras dormía.

Don Juan sonrió y dijo:

– Todo esto te está pasando porque tu cuerpo energético se forjó completamente en el momento en que se movió por sí mismo. No te lo dije, pero te lo insinué. Quería saber si eras capaz de descubrirlo por ti mismo, y por supuesto lo hiciste.

No tenía idea a qué se refería. Don Juan me escudriñó de la manera en que solía hacerlo. Su mirada fija y penetrante recorrió mi cuerpo.

– ¿Qué fue exactamente lo que descubrí por mí mismo, don Juan? -me vi forzado a preguntar.

– Descubriste que tu cuerpo energético está completo -contestó.

– Yo no descubrí nada de eso; se lo aseguro.

– Sí, lo descubriste. Comenzó cuando no podías encontrar un método para certificar la realidad de tus ensueños. Sin saber cómo, algo empezó a funcionar, algo que te revelaba lo que querías saber acerca de tus ensueños. Ese algo era tu cuerpo energético. Ahora te desespera no poder encontrar el lugar ideal donde fijar tu punto de encaje. Y yo te digo que ya lo encontraste. La prueba es que has descubierto que si te mueves tu cuerpo energético reduces su obsesión con los detalles.

Me quedé estupefacto. Ni siquiera pude hacerle una de mis débiles preguntas.

– Lo que vas a hacer ahora es una de las maravillas de brujos -prosiguió don Juan-. Vas a practicar ver energía en tu ensueño. Has cumplido la tarea parcial de la tercera compuerta del ensueño: mover tu cuerpo energético. Ahora vas a llevar a cabo la verdadera tarea: ver energía con tu cuerpo energético.

"Ya has visto varias veces energía -prosiguió-. Pero cada una de esas veces, viste de pura casualidad. Ahora lo vas a hacer deliberadamente.

"Los ensoñadores tienen una regla empírica -continuó-. Si sus cuerpos energéticos está completos, ven energía cada vez que miran fijamente algún objeto del mundo cotidiano. En sus ensueños, si ven energía en un objeto, están tratando con un mundo real, sin importar qué tan extraño o indefinido les pueda parecer ese mundo. Si no pueden ver energía en los objetos de su ensueño, se encuentran en un sueño común y corriente y no en un mundo real.

– ¿Qué es un mundo real, don Juan?

– Es un mundo que genera energía; lo opuesto a un mundo fantasma de proyecciones donde nada genera energía; como la mayoría de nuestros sueños, donde nada tiene un efecto energético.

Don Juan me dio entonces otra definición del ensueño: un proceso por medio del cual los ensoñadores aíslan condiciones del ensueño en las que pueden encontrar elementos que generan energía. Su definición me dejó perplejo. Se rió, y me dio otra aún más compleja: ensoñar es el proceso por medio del cual intentamos encontrar posiciones adecuadas del punto de encaje, posiciones que nos permiten percibir elementos que generan energía en estados que parecen sueños.

Explicó que el cuerpo energético es también capaz de percibir energía diferente a la energía de nuestro mundo. Como en el caso de los seres inorgánicos, a quienes el cuerpo energético percibe como energía chisporroteante. Añadió que en nuestro mundo nada chisporrotea; todo aquí oscila.

– De ahora en adelante -dijo-, la tarea de tu ensueño va a ser determinar si los objetos en los que enfocas tu atención de ensueño generan energía terrestre, o generan energía foránea, o son meras proyecciones fantasmagóricas.

Don Juan admitió haber tenido la esperanza de que yo llegara a la idea de ver energía, como medida para determinar si estaba realmente viendo mi cuerpo dormido. Se rió de mi falsa estratagema de ponerme elaboradas vestimentas de dormir. Dijo que yo había tenido en mis manos toda la información necesaria para deducir cuál era la verdadera tarea de la tercera compuerta del ensueño y llegar a la solución correcta, pero que mi sistema de interpretación me forzó a buscar soluciones artificiales que carecían de la simplicidad y la franqueza de la brujería.

9 LA NUEVA ÁREA DE EXPLORACIÓN

Don Juan me dijo que para poder ver en ensueños, no sólo tenía yo que intentar ver, sino también expresar mi intento en voz alta. Insistió en lo de la voz alta por razones que se rehusó a explicar. Sin embargo admitió que había otras maneras de obtener el mismo resultado, pero aseveró que expresar en voz alta el intento de uno es la forma más simple y directa.

La primera vez que en ensueños puse en palabras mi intento de ver, estaba soñando con una venta pública de toda clase de objetos; la venta se realizaba en un campo abierto. Había tantos artículos, que no podía decidir cuál ver. Un jarrón gigantesco y llamativo me hizo decidir. Me le quedé mirando fijamente, y luego expresé en voz alta mi intento de ver. El jarrón permaneció en mi vista por un instante, y luego se transformó en otro objeto, como sucedía en mi práctica diaria de ensueño.

Vi tantas cosas como pude en ese ensueño. Después de expresar mi intento de ver, cada objeto que escogía se esfumaba o se transformaba en cualquier otra cosa. Finalmente mi atención de ensueño se agotó y desperté tremendamente frustrado, casi enojado.

Por meses enteros miré fijamente cientos de objetos en mis sueños, y pronuncié deliberadamente mi intento de ver cientos de veces, pero nunca pasó nada. Cansado de esperar, tuve que preguntarle finalmente a don Juan acerca de esto.

– Necesitas paciencia. Estás aprendiendo a hacer algo nuevo y extraordinario -remarcó cuando le conté mis fracasos-. Estás aprendiendo a ver en tus sueños. Algún día no vas a necesitar más declarar tu intento en voz alta sino simplemente desearlo, en silencio.

– Creo que no he entendido la función de lo que estoy haciendo -dije-. No pasa nada cuando grito mi intento de ver. ¿Qué quiere decir esto?

– Quiere decir que hasta ahora tus ensueños han sido ensueños ordinarios; proyecciones fantasmagóricas; imágenes que tienen vida únicamente en tu atención de ensueño.

Don Juan me pidió una descripción exacta de lo que había pasado con los objetos en los que enfoqué mi atención de ensueño. Le dije que o se desvanecían, o cambiaban de forma o hasta producían vórtices que eventualmente cambiaban mis ensueños.