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Don Juan reiteró que su estadía en el mundo se estaba terminando y que yo tenía que usar mis recursos muy mesuradamente para cubrir tanto terreno como pudiese antes de que esto ocurriera. Aseveraciones de ese tipo me hacían entrar en estados de profunda depresión.

No se dijo nada más después de eso. Al día siguiente, cumpliendo con su pedido, llevé a don Juan a la ciudad de México. Llegamos alrededor del mediodía y fuimos directamente al hotel Del Prado, en La Alameda, donde usualmente se alojaba cuando estaba en la ciudad. Ese día don Juan tenía una cita con un abogado a las cuatro de la tarde. Ya que teníamos bastante tiempo, fuimos a comer al Café Tacuba, un restaurante en el corazón del centro, que tenía la reputación de servir verdaderas comidas.

Don Juan no tenía hambre. Sólo ordenó dos tamales dulces, mientras que yo me comí vorazmente un espléndido festín. Se rió de mí e hizo señas de desesperación silenciosa ante mi saludable apetito.

– Te voy a proponer que hagas algo muy importante -dijo en un tono frío, una vez que terminamos nuestra comida-. Es la última tarea de la tercera compuerta del ensueño y consiste en acechar a los acechadores; una maniobra sumamente misteriosa. Acechar a los acechadores quiere decir extraer deliberadamente energía del reino de los seres inorgánicos para poder realizar las proezas de la brujería.

– ¿Cuáles son esas proezas de la brujería, don Juan?

– Por ejemplo un viaje; un viaje que usa la conciencia como un elemento del medio ambiente -explicó-. En el mundo de la vida cotidiana, el agua es un elemento del medio ambiente que usamos para viajar. Imagina a la conciencia como un elemento similar que puede ser usado para viajar. Exploradores de todo el universo vienen a nosotros a través del medio de la conciencia; y viceversa, a través de la conciencia, los brujos van a los confines del universo.

Entre la cantidad de conceptos que don Juan me había presentado durante el curso de sus enseñanzas, hubo algunos que no necesitaron ser repetidos para atraer por completo mi interés. Este fue uno de ellos.

– La idea de que la conciencia es un elemento físico es revolucionaria -dije azorado.

– No dije que era un elemento físico -me corrigió-. Es un elemento energético. Tienes que hacer esa distinción. Para los brujos que ven, la conciencia es un resplandor. Pueden enganchar su cuerpo energético a ese resplandor e irse con él.

– ¿Cuál es la diferencia entre un elemento físico y uno energético? -pregunté.

– La diferencia es que los elementos físicos son parte de nuestro sistema de interpretación, pero los elementos energéticos no lo son. En nuestro mundo existen elementos energéticos como la conciencia, pero nosotros, como gente común y corriente, percibimos únicamente los elementos físicos, porque así nos enseñaron a hacerlo. Los brujos perciben los elementos energéticos por la misma razón: porque les enseñaron a hacerlo.

Don Juan explicó que el uso de la conciencia como un elemento energético de nuestro ambiente es la esencia de la brujería. Dijo que la trayectoria de los brujos era, primero, liberar la energía existente en nosotros por medio de la recapitulación y la disciplina del camino del guerrero; segundo, usar esa energía para desarrollar el cuerpo energético por medio del ensueño; y tercero, usar la conciencia como un elemento del medio ambiente para poder entrar en otros mundos, no sólo con el cuerpo energético, sino también con el cuerpo físico.

– Hay dos clases de viajes energéticos a otros mundos -prosiguió-. Uno es cuando la conciencia levanta al cuerpo energético y lo lleva adonde fuere; y el otro es cuando el brujo, con plena lucidez, decide usar la avenida de la conciencia para hacer el viaje. Tú has hecho la primera clase de viaje. Se requiere de una tremenda disciplina para hacer la segunda clase.

Después de un largo silencio, don Juan declaró que en la actividad de los brujos hay asuntos que requieren de un manejo muy delicado y experto. Tratar con la conciencia con un elemento abierto al cuerpo energético es el más importante, vital y peligroso de esos asuntos.

No tuve nada que comentar. Me puse ansioso de repente, pendiente de cada una de sus palabras.

– Por ti solo no tienes suficiente energía para llevar a cabo la última tarea de la tercera compuerta del ensueño -prosiguió-; pero si te aúnas a Carol Tiggs, ustedes dos pueden ciertamente hacer lo que tengo en mente.

Hizo una pausa, aguijoneándome con su silencio para que le preguntara qué era lo que tenía en mente. Lo hice. Su risa únicamente aumentó lo siniestro de mi estado de ánimo.

– Quiero que rompas con los limites del mundo diario y que entres en otro usando la conciencia como un elemento energético -dijo-. Este romper límites y entrar en otro mundo es el equivalente a acechar a los acechadores. Usar la conciencia como un elemento del medio ambiente pasa por alto la influencia de los seres inorgánicos, pero deja el paso libre para usar su energía.

No quiso darme más informes para no influenciarme demasiado. Creía que cuanto menos supiera de antemano, mejor. No estuve de acuerdo, pero me aseguró que si algo inusitado sucedía, mi cuerpo energético era perfectamente capaz de tomar las riendas.

Del restaurante fuimos a la oficina del abogado. Don Juan concluyó rápidamente con sus negocios, y en cosa de nada, nos encontrábamos en un taxi en camino al aeropuerto. Don Juan me informó que Carol Tiggs iba a llegar en un vuelo desde Los Angeles, exclusivamente a ejecutar la última tarea de ensueño conmigo.

– El valle de México es un espléndido lugar para llevar a cabo la clase de brujería que ustedes dos necesitan -comentó.

– Todavía no me dijo cuáles son los pasos exactos a seguir -dije.

No me contestó. No hablamos más, pero mientras esperábamos a que el avión aterrizara, me explicó el procedimiento a seguir. Tenía que ir al cuarto de Carol Tiggs, en el hotel Regis, y después de entrar junto con ella en un estado de total silencio interior, teníamos que deslizarnos velozmente al ensueño, expresando en voz alta nuestro intento de ir al reino de los seres inorgánicos.

Lo interrumpí para recordarle que yo siempre había tenido que esperar a que apareciera un explorador, antes de que pudiera manifestar en voz alta mi intento de ir al mundo de los seres inorgánicos.

Don Juan se rió entre dientes y dijo:

– Tú y Carol Tiggs nunca han ensoñado juntos. Vas a descubrir lo que es un deleite. Las brujas no necesitan de ningún sostén. Ellas simplemente van a ese mundo cuando quieren; para ellas hay siempre un explorador listo.

Yo creía tener cierto grado de experiencia en el trato con los seres inorgánicos, y no podía creer que las brujas fueran capaces de hacer lo que él aseveraba. Cuando le mencioné mis dudas, don Juan respondió que yo no tenía experiencia acerca de lo que las brujas eran capaces de hacer.

– ¿Por qué crees que traje a Carol Tiggs conmigo cuando tuve que sacarte del mundo de los seres inorgánicos? -preguntó-. ¿Crees que lo hice porque es hermosa?

– ¿Por qué lo hizo, don Juan?

– Porque yo no lo podía hacer solo; y para ella eso no fue nada. Tiene una afiliación natural con ese mundo.

– ¿Es ella un caso excepcional, don Juan?

– Las mujeres en general tienen una inclinación natural por ese reino; por supuesto que las brujas son las campeonas, pero Carol Tiggs es la mejor de las que yo he conocido. Como mujer nagual su energía es espléndida.

Creí haber sorprendido a don Juan en una seria contradicción. Me había dicho que los seres inorgánicos no estaban en lo absoluto interesados en las mujeres, y ahora afirmaba lo opuesto.

– No. No estoy afirmando lo opuesto -remarcó cuando le eché en cara su contradicción-. Te he dicho que los seres inorgánicos no persiguen a las mujeres, van únicamente tras los hombres; pero también te dije que los seres inorgánicos son femeninos, y que el universo entero parece ser femenino. Así que saca tus propias conclusiones.