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Luego explicó que los brujos de ahora no conocen los detalles de las miles y miles de posibles posiciones del punto de encaje.

– ¿Qué quiere usted decir con detalles? -pregunté.

– Formas particulares de tratar el cuerpo energético para mantener el punto de encaje fijo en posiciones específicas -contestó.

Tomó su propio caso como ejemplo. Dijo que el regalo de poder que el desafiante de la muerte le dio había sido la posición del punto de encaje de un cuervo, y los procedimientos para manejar su cuerpo energético a fin de obtener la percepción total de un cuervo. Don Juan explicó que la total percepción y la total cohesión eran lo que los brujos antiguos buscaban a cualquier precio; y que en el caso de su propio regalo de poder, llegó a la total percepción del cuervo por medio de procesos que tuvo que aprender, paso a paso, como se aprende el manejo de una máquina muy compleja.

Don Juan continuó explicando que la mayoría de los desplazamientos del punto de encaje, que los brujos de hoy experimentan, son desplazamientos ligeros dentro de una delgada banda de filamentos luminosos en el interior del huevo luminoso, llamada la banda del hombre, o el aspecto puramente humano de la energía del universo. Más allá de esa banda, pero aún dentro del huevo luminoso, se encuentra el reino de los grandes desplazamientos. Cuando el punto de encaje se desplaza a cualquier sitio en esta área, lo que uno percibe es más o menos comprensible, pero se requiere de procedimientos extremadamente detallados para que la percepción no sea meramente más o menos comprensible, sino total.

– En tu último viaje a lo desconocido, los seres inorgánicos te engañaron a ti y a Carol, ayudándolos a que obtuvieran total cohesión en un gran desplazamiento -dijo don Juan-. Les desplazaron sus puntos de encaje al sitio más lejano posible y luego los ayudaron a percibir ahí como si estuvieran en el mundo de todos los días. Una cosa casi imposible. Para lograr esa clase de percepción, un brujo necesita conocimiento pragmático, o amigos influyentes.

"Al final, tus amigos te hubieran traicionado y te hubieran dejado a ti y a Carol arreglárselas por sí solos a fin de aprender medios pragmáticos para sobrevivir en ese mundo. Ustedes dos hubieran terminado llenos hasta el tope de procedimientos, tal como los brujos de la antigüedad.

"Cada gran desplazamiento implica posibilidades especificas que los brujos modernos podrían aprender -continuó-, si supieran cómo fijar el punto de encaje en cualquiera de esas posiciones por un buen rato. Sólo los brujos de la antigüedad tenían el conocimiento especifico para hacer esto.

Don Juan prosiguió diciendo que el conocimiento de procedimientos específicos implicado en esos grandes desplazamientos no le fue accesible a los ocho naguales que precedieron al nagual Sebastián, y que el inquilino le enseñó al nagual Sebastián cómo lograr percibir totalmente en diez posiciones nuevas del punto de encaje. El nagual Santisteban recibió siete, el nagual Luján cincuenta, el nagual Rosendo seis, el nagual Elías cuatro, el nagual Julián dieciséis, y a él le enseñaron dos. Su linaje conocía un total de noventa y cinco posiciones específicas del punto de encaje. Dijo que si yo le preguntara a él si consideraba esto como una ventaja para su linaje, tendría que decirme que no, ya que el peso de esos regalos los acercaba a algo asqueroso para éclass="underline" al temperamento de los brujos de la antigüedad.

– Ahora es tu turno de encontrarte con el inquilino -continuó-. Quizá los regalos que te dé a ti rompan nuestro equilibrio total y nuestro linaje se hunda en la oscuridad que acabó con los brujos antiguos.

– Esto es tan horrendamente serio que me deja sin palabras -dije.

– Simpatizo sinceramente contigo -contestó con una seria expresión-. Sé que no es ningún consuelo decir que esta es la prueba más dura para un nagual de hoy en día. Enfrentarse a algo tan viejo y misterioso como el inquilino no inspira admiración, sino repugnancia. Por lo menos así fue para mí, y todavía lo es.

– ¿Por qué tengo que continuar con esto, don Juan?

– Porque sin saberlo, aceptaste el reto del desafiante. Sonsaqué tu aprobación a lo largo de tu aprendizaje, de la misma manera que mi maestro sonsacó la mía clandestinamente.

"Pasé a través del mismo horror, tal vez un poco más brutalmente que tú -comenzó a reírse entre dientes-. Al nagual Julián le daba por jugar horrendas bromas. Me dijo que había una hermosa viuda muy apasionada, que estaba locamente enamorada de mí. El nagual me llevaba seguido a la iglesia y yo había visto cómo me miraba una mujer. Era una mujer guapa. Y yo era un hombre joven y fogoso. Cuando el nagual dijo que yo le gustaba a ella, me lo creí. Mi despertar fue muy rudo.

Tuve que luchar por no reírme del gesto de inocencia perdida que hizo don Juan. Luego, la idea de que estuviera metido en tal apuro me pareció tan chistosa como espantosa.

– ¿Está usted seguro, don Juan, de que esa mujer es el inquilino? -pregunté, esperando que quizá fuera un error o una broma pesada.

– Estoy muy, muy seguro -dijo-. Además, aunque fuera tan tonto como para olvidarme del inquilino, mi capacidad para ver no me puede fallar.

– ¿Quiere usted decir, don Juan, que el inquilino tiene un tipo diferente de energía?

– No, no un tipo diferente de energía, pero ciertamente tiene características diferentes a las de una persona normal.

– ¿Está usted absolutamente seguro, don Juan, de que esa mujer es el inquilino? -insistí, movido por un extraño asco y miedo.

– ¡Esa mujer es el inquilino! -don Juan exclamó en un tono de voz que no admitía dudas.

Nos quedamos callados. Esperé el siguiente pasó, en medio de un pánico que iba más allá de toda descripción.

– Ya te he dicho que ser un hombre natural o una mujer natural es cuestión de la posición del punto de encaje -dijo don Juan-. Cuando digo natural, me refiero a alguien que nació ya sea hombre o mujer. Para un vidente, en el caso de las mujeres, la parte más brillante del punto de encaje está mirando hacia enfrente, y en el caso de los hombres, hacia adentro. El punto de encaje del inquilino estaba originalmente mirando hacia adentro, pero lo cambió retorciéndolo, y esto hace que su forma energética de huevo luminoso se vea como una concha de mar enrollada en si misma.

12 LA MUJER DELA IGLESIA

Don Juan y yo nos quedamos sentados en silencio. No tenía más preguntas que hacerle y parecía que él ya me había dicho todo lo que era pertinente. No podrían haber sido más de las siete, pero la plaza estaba desierta. Era una noche cálida. En ese pueblo, en las noches, la gente usualmente se pasea por la plaza hasta las diez u once.

Empecé a reconsiderar lo que sucedía. Mi aprendizaje con don Juan se acercaba a su fin. Él y su bando iban a realizar el sueño de los brujos: dejar este mundo y entrar en dimensiones inconcebibles. Basándome en mi limitado éxito en el ensueño, creía que esa meta no era ilusoria, sino en extremo sobria, aunque contraria a la razón. Buscaban percibir lo desconocido y lo habían logrado.

Don Juan estaba en lo correcto cuando decía que al inducir un desplazamiento sistemático del punto de encaje, ensoñar libera la percepción, agrandando el campo de lo que puede ser percibido. Para los brujos de su bando, el ensueño no solamente les había abierto las puertas a otros mundos perceptibles, sino que también los preparó para entrar completamente conscientes de si en esos reinos. Para ellos, el ensueño se había convertido en algo inefable, sin precedentes: algo cuya naturaleza y alcance sólo podían ser aludidos, como refirió don Juan cuando dijo que el ensoñar es la puerta a la luz y a la oscuridad del universo.