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Empezó a susurrar en mi oído izquierdo. Dijo que los regalos que había dado a los naguales de mi línea tenían que ver con lo que los brujos antiguos llamaban las posiciones gemelas. Lo que significaba que la posición inicial en la que el ensoñador mantiene su cuerpo para empezar a ensoñar es imitada en la posición en que mantiene su cuerpo energético durante los ensueños, a fin de fijar el punto de encaje en cualquier sitio que escoja. Las dos posiciones forman una unidad, dijo, y a los brujos antiguos les llevó miles de años descubrir la relación perfecta entre posiciones gemelas. Comentó, con una risita, que los brujos de ahora nunca tendrán ni el tiempo ni la disposición para hacer todo ese trabajo, y que los hombres y las mujeres de mi línea tenían verdaderamente suerte de tenerla a ella para que les diera regalos. Su risa tenía un notable sonido cristalino.

No comprendí su explicación sobre las posiciones gemelas. Le dije descaradamente que no quería practicar esas cosas sino solamente saber de ellas como posibilidades intelectuales.

– ¿Qué es exactamente lo que quieres saber? -me preguntó suavemente.

– Explíqueme qué quiere decir con las posiciones gemelas, o la posición inicial en la que el ensoñador pone su cuerpo para empezar a ensoñar -le dije.

– ¿Cómo te acuestas para empezar a ensoñar? -preguntó.

– De cualquier manera, no tengo ningún patrón. Don Juan nunca hizo hincapié en este punto.

– Bueno, yo sí hago hincapié en él -dijo, y se levantó.

Cambió de posición. Se sentó a mi derecha y susurró en mi otro oído que de acuerdo a lo que ella sabía, la posición en la que uno pone el cuerpo es de mayor importancia. Propuso una manera muy fácil de comprobar eso, llevando a cabo un ejercicio extremadamente delicado pero sencillo.

– Empieza tu ensueño acostándote en tu lado derecho, con las rodillas ligeramente dobladas -dijo-. La disciplina es mantener esa posición y quedarse dormido en ella. Luego, en el ensueño, el ejercicio es ensoñar que te acuestas exactamente en la misma posición y te quedas dormido otra vez.

– ¿Qué sucede con eso? -pregunté.

– Eso hace que el punto de encaje se fije, y quiero decir que realmente se fije, en cualquier posición en la que se encuentre en el instante en que uno se quede dormido por segunda vez.

– ¿Cuáles son los resultados de este ejercicio?

– La percepción total. Estoy segura que tus maestros ya te han dicho que mis regalos son regalos de percepción total, ¿no es así?

– Sí. Pero creo que nunca me fue claro lo que es la percepción total -mentí.

Me ignoró y continuó diciéndome que las cuatro variantes del ejercicio eran: quedarse dormido acostado del lado derecho, del izquierdo, boca arriba y boca abajo. Y luego, en el ensueño, el ejercicio era ensoñar que uno se quedaba dormido por segunda vez en la misma posición en la que había comenzado a ensoñar. Me prometió resultados extraordinarios, e imposibles de predecir.

Cambió bruscamente de tema y preguntó:

– ¿Cuál regalo quieres para ti?

– No quiero ningún regalo. Ya se lo dije antes.

– Insisto. Te tengo que ofrecer un regalo y tú lo tienes que aceptar. Es nuestro convenio.

– Nuestro convenio es que nosotros le damos energía. Así que tómela de mí. Esto corre por mi cuenta. Es mi regalo para usted.

La mujer pareció quedarse atónita. Y persistí en decirle que estaba bien que ella tomara mi energía. Hasta le confesé que ella me gustaba inmensamente. Naturalmente lo dije con toda sinceridad. Había algo en ella sumamente triste y al mismo tiempo sumamente atractivo.

– Vamos de regreso a la iglesia -murmuró.

– Si realmente quiere darme un regalo -dije-, lléveme a dar un paseo por este pueblo, a la luz de la luna.

Movió la cabeza afirmativamente.

– Siempre y cuando no digas una sola palabra -dijo.

– ¿Por qué no? -pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

– Porque estamos ensoñando -dijo-. Te voy a llevar a un sitio aún más profundo en mi ensueño.

Explicó que mientras nos quedáramos en la iglesia, yo tendría suficiente energía para pensar y conversar, pero más allá de los límites de esa iglesia era una situación diferente.

– ¿Por qué es eso? -pregunté atrevidamente.

En un tono muy serio que no sólo aumentó su misterio sino que me aterró, la mujer dijo:

– Porque no hay allá afuera. Esto es un ensueño. Estás en la cuarta compuerta del ensueño, ensoñando mi ensueño.

Me dijo que su arte era ser capaz de proyectar su intento, y que todo lo que veía a mi alrededor era su intento. En un susurro dijo que la iglesia y el pueblo eran el resultado de su intento; no existían y sin embargo sí existían. Mirándome a los ojos, añadió que este era uno de los misterios de intentar las posiciones gemelas del ensueño en la segunda atención, y que se podía hacer, pero no explicar ni comprender.

Me dijo entonces que venía de una línea de brujos que sabía cómo proyectar su intento en la segunda atención y moverse con él. Su versión era que los brujos de su línea practicaban el arte de proyectar sus pensamientos durante el ensueño, para así poder lograr una verdadera reproducción de cualquier objeto, o estructura, o punto sobresaliente, o escena que escogieran.

Dijo que los brujos de su línea empezaban por mirar fijamente un simple objeto, memorizando cada uno de sus detalles. Luego cerraban los ojos y visualizaban el objeto, y después corregían su visualización con el objeto real hasta que pudieran verlo en su totalidad con los ojos cerrados.

El próximo paso en este esquema de desarrollo era ensoñar con el objeto y crear en el ensueño, desde el punto de vista de su propia percepción, la completa materialización del objeto. Este acto, dijo la mujer, era llamado el primer paso hacia la percepción total. De allí pasaban a visualizar más y más complejos artículos. Su objetivo final era que todos ellos juntos visualizaran un mundo total y después lo ensoñaran para así crear un reino totalmente real donde pudieran existir.

– Cuando cualesquiera de los brujos de mi línea eran capaces de hacer eso -la mujer prosiguió-, podían fácilmente jalar a cualquiera adentro de su intento, adentro de su ensueño. Esto es lo que estoy haciendo ahora contigo, y lo que hice con todos los naguales de tu línea.

La mujer se rió como si le diera pena hacer tales aseveraciones.

– Es mejor que lo creas -dijo como si supiera que no le había creído-. Poblaciones enteras desaparecieron ensoñando de esta manera. Esa es la razón por la que te dije que la iglesia y el pueblo aquí son uno de los misterios de intentar en la segunda atención.

– Usted dijo que poblaciones enteras desaparecieron de esta manera, ¿cómo fue esto posible? -pregunté.

– Primero visualizaron y luego recrearon en su ensueño la misma escena -contestó-. Tú nunca has visualizado nada, así que para ti es muy peligroso entrar en mi ensueño.

Me advirtió que cruzar la cuarta compuerta y viajar a lugares que existen solamente en el intento de alguien era peligrosísimo, ya que cada objeto en ese ensueño tenía que ser lo máximo de lo personal.

– ¿Todavía quieres ir? -preguntó.

Dije que sí, y me dio más información sobre las posiciones gemelas. La esencia de su explicación era que por ejemplo, si yo estuviera ensoñando con mi pueblo natal, y mi ensueño hubiera comenzado al acostarme en mi lado derecho, podría fácilmente quedarme en el pueblo de mi ensueño, si me acostara en mi lado derecho en el ensueño y ensoñara que me había quedado dormido. El segundo ensueño no sería sólo un ensueño de mi pueblo natal, sino el ensueño más concreto que uno se pueda imaginar.