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– Quiero que rompas con los limites del mundo diario y que entres en otro usando la conciencia como un elemento energético -dijo-. Este romper límites y entrar en otro mundo es el equivalente a acechar a los acechadores. Usar la conciencia como un elemento del medio ambiente pasa por alto la influencia de los seres inorgánicos, pero deja el paso libre para usar su energía.

No quiso darme más informes para no influenciarme demasiado. Creía que cuanto menos supiera de antemano, mejor. No estuve de acuerdo, pero me aseguró que si algo inusitado sucedía, mi cuerpo energético era perfectamente capaz de tomar las riendas.

Del restaurante fuimos a la oficina del abogado. Don Juan concluyó rápidamente con sus negocios, y en cosa de nada, nos encontrábamos en un taxi en camino al aeropuerto. Don Juan me informó que Carol Tiggs iba a llegar en un vuelo desde Los Angeles, exclusivamente a ejecutar la última tarea de ensueño conmigo.

– El valle de México es un espléndido lugar para llevar a cabo la clase de brujería que ustedes dos necesitan -comentó.

– Todavía no me dijo cuáles son los pasos exactos a seguir -dije.

No me contestó. No hablamos más, pero mientras esperábamos a que el avión aterrizara, me explicó el procedimiento a seguir. Tenía que ir al cuarto de Carol Tiggs, en el hotel Regis, y después de entrar junto con ella en un estado de total silencio interior, teníamos que deslizarnos velozmente al ensueño, expresando en voz alta nuestro intento de ir al reino de los seres inorgánicos.

Lo interrumpí para recordarle que yo siempre había tenido que esperar a que apareciera un explorador, antes de que pudiera manifestar en voz alta mi intento de ir al mundo de los seres inorgánicos.

Don Juan se rió entre dientes y dijo:

– Tú y Carol Tiggs nunca han ensoñado juntos. Vas a descubrir lo que es un deleite. Las brujas no necesitan de ningún sostén. Ellas simplemente van a ese mundo cuando quieren; para ellas hay siempre un explorador listo.

Yo creía tener cierto grado de experiencia en el trato con los seres inorgánicos, y no podía creer que las brujas fueran capaces de hacer lo que él aseveraba. Cuando le mencioné mis dudas, don Juan respondió que yo no tenía experiencia acerca de lo que las brujas eran capaces de hacer.

– ¿Por qué crees que traje a Carol Tiggs conmigo cuando tuve que sacarte del mundo de los seres inorgánicos? -preguntó-. ¿Crees que lo hice porque es hermosa?

– ¿Por qué lo hizo, don Juan?

– Porque yo no lo podía hacer solo; y para ella eso no fue nada. Tiene una afiliación natural con ese mundo.

– ¿Es ella un caso excepcional, don Juan?

– Las mujeres en general tienen una inclinación natural por ese reino; por supuesto que las brujas son las campeonas, pero Carol Tiggs es la mejor de las que yo he conocido. Como mujer nagual su energía es espléndida.

Creí haber sorprendido a don Juan en una seria contradicción. Me había dicho que los seres inorgánicos no estaban en lo absoluto interesados en las mujeres, y ahora afirmaba lo opuesto.

– No. No estoy afirmando lo opuesto -remarcó cuando le eché en cara su contradicción-. Te he dicho que los seres inorgánicos no persiguen a las mujeres, van únicamente tras los hombres; pero también te dije que los seres inorgánicos son femeninos, y que el universo entero parece ser femenino. Así que saca tus propias conclusiones.

Puesto que no tenía manera alguna de sacar mis propias conclusiones, don Juan me explicó que en teoría las brujas van y vienen a ese mundo a su antojo, debido a su conciencia acrecentada y a su feminidad.

– ¿Le consta a usted esto? -pregunté.

– Las mujeres de mi bando nunca han hecho eso -confesó-, no porque no puedan, sino porque yo las disuadí. Por otro lado, las mujeres de tu bando lo hacen tan fácilmente como si se cambiaran de vestido.

Sentí un vacío en el estómago. Realmente no sabía nada acerca de las mujeres de mi bando. Don Juan me consoló, dijo que mis circunstancias eran diferentes a las de él, al igual que mi rol como nagual. Me aseguró que no podría disuadir a ninguna de las mujeres de mi bando ni aunque me pusiera a llorar.

En el taxi de camino al hotel, Carol Tiggs nos deleitó con sus imitaciones de personas que conocíamos. Traté de ponerme serio y le pregunté sobre nuestra tarea. Murmuró algunas disculpas por no ser capaz de contestarme con la seriedad que me merecía. Don Juan se rió ruidosamente cuando ella imitó mi solemne tono de voz.

Después que Carol firmó el registro en el hotel, los tres caminamos sin rumbo alrededor del centro buscando tiendas de libros usados. Comimos una cena ligera en el restaurante Sanborns de la Casa de los Azulejos. A eso de las diez, entramos en el hotel Regis. Nos fuimos directamente al elevador. Mi miedo había agudizado mi capacidad para percibir detalles. El edificio del hotel era viejo y masivo. Los muebles del vestíbulo obviamente vieron mejores días. Sin embargo aún había en todo nuestro alrededor algo encantador, algo de la antigua gloria del Regis. Podía entender fácilmente por qué le gustaba tanto este hotel a Carol Tiggs.

Antes de subirnos al ascensor, mi ansiedad escaló tales alturas, que le tuve que pedir a don Juan instrucciones de último minuto.

– Dígame otra vez cómo vamos a proceder -le rogué.

Don Juan nos llevó a las gigantescas y antiguas poltronas en el vestíbulo y nos explicó pacientemente que una vez que estuviéramos en el mundo de los seres inorgánicos, teníamos que expresar en voz alta nuestro intento de transferir nuestra conciencia normal a nuestros, cuerpos energéticos. Sugirió que Carol y yo lo dijéramos al unísono, aunque eso no era realmente importante. Lo importante era que cada uno de nosotros intentara transferir la conciencia total de nuestro mundo cotidiano a nuestros cuerpos energéticos.

– ¿Cómo hacemos esta transferencia de conciencia? -pregunté.

– Transferir la conciencia es puramente una cuestión de expresar en voz alta nuestro intento y de tener la cantidad suficiente de energía -dijo-. Carol sabe todo esto porque lo ha hecho antes. Entró al reino de los seres inorgánicos con todo su cuerpo cuando te sacó de ahí, ¿te acuerdas? Su energía hará que tu tarea sea posible. Ella pondrá lo que falta.

– ¿Qué quiere usted decir con poner lo que falta? Estoy en las tinieblas don Juan.

Don Juan explicó que poner lo que falta significaba poner la energía necesaria para transportar la parte física de uno y ponerla en el cuerpo energético. Dijo que usar la conciencia como un medio para hacer el viaje a otro mundo no es el resultado de aplicar técnicas, sino el corolario de poseer la suficiente energía para intentar el viaje. La masa energética de Carol sumada a la mía, o mi masa energética sumada a la de Carol, nos iba a convertir en una sola entidad energéticamente capaz de transportar nuestra parte física, y de ponerla en el cuerpo energético para poder hacer ese viaje.

– ¿Qué es exactamente lo que tenemos que hacer para entrar a ese otro mundo? -Carol Tiggs preguntó.

Su pregunta me causó una enorme inquietud porque creía que ella sabía cómo proceder.

– La totalidad de tu masa física se tiene que volcar en tu cuerpo energético -contestó don Juan mirándola a los ojos-. Lo tremendamente dificultoso de esta maniobra es disciplinar al cuerpo energético, algo que ustedes dos ya han hecho. La falta de disciplina sería la única razón por la cual ustedes podrían fracasar en esta hazaña de máximo acecho. Algunas veces, de pura casualidad, una persona común y corriente la ejecuta y entra a otro mundo. Pero esto inmediatamente se aclara y se explica como un estado de locura o alucinación.

Hubiera dado cualquier cosa para que don Juan continuara hablando. Nos puso en el ascensor a pesar de mis protestas y mi necesidad de hacerle más preguntas. Subimos al segundo piso, al cuarto de Carol. En lo profundo de mí sabía que mi desasosiego no se debía tanto a que necesitara saber, sino a mi miedo. De alguna manera esta maniobra de brujos me aterraba más de lo que hubiera querido admitir.