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– No tiene nada que ver con lo que normalmente percibimos como el cuerpo -dijo-. Es parte del huevo luminoso, el cual es nuestro ser energético.

– ¿Cómo se desplaza? -pregunté.

– A través de corrientes energéticas, que son como empellones de energía que se sienten afuera o adentro, no del cuerpo sino del huevo luminoso. Generalmente, son corrientes impredecibles que ocurren de por sí. Con los brujos, sin embargo, son corrientes predecibles; controladas por el intento de ellos.

– ¿Puede usted sentir esas corrientes, don Juan?

– Todo brujo las siente. Y lo que es más, todo ser humano las siente. Lo malo es que la gente común y corriente está muy ocupada con sus problemas y no le presta atención alguna a este tipo de sensaciones.

– ¿Qué siente uno al recibir una de esas corrientes?

– Como una leve molestia; una sensación vaga de tristeza seguida inmediatamente por una desmedida euforia. Ya que esa clase de tristeza o de euforia no tienen fundamento real, nunca los consideramos como verdaderos asaltos de lo desconocido, sino como inexplicables arranques de mal o de buen humor.

– ¿Qué pasa cuando el punto de encaje se mueve afuera del huevo luminoso? ¿Se queda colgando afuera o está atado a él?

– Empuja el contorno de la formación luminosa hacia afuera, sin romper sus limites energéticos.

Don Juan me explicó que el resultado de un movimiento del punto de encaje es un cambio total en la estructura energética de los seres humanos. De ser una bola o un huevo luminoso, se convierte en algo parecido a una pipa de fumar. El pitillo de la pipa es el punto de encaje, y el cuenco es lo que queda de la bola luminosa. Si el punto de encaje continúa moviéndose, llega un momento en que la pipa luminosa se convierte en una delgada línea de energía.

Don Juan prosiguió explicando que los brujos de la antigüedad fueron los únicos que lograron esta proeza de transformar la estructura energética del huevo luminoso a línea. Y yo le pregunté que si con esa nueva estructura esos brujos seguían siendo seres humanos.

– Por supuesto que seguían siendo seres humanos -dijo-. Pero creo que lo que tú quieres saber es si eran hombres de razón, personas dignas de confianza, ¿verdad? Pues no lo eran del todo.

– ¿De qué manera eran diferentes?

– En sus intereses y expectativas. Los esfuerzos y preocupaciones humanas no tenían para ellos ningún significado. Además hasta tenían un diferente porte físico.

– ¿Quiere usted decir que no parecían seres humanos?

– Ya te dije que eran hombres como todos nosotros. ¿Qué otra cosa podrían ser? Pero no eran del todo como tú o yo esperaríamos que fueran. Si me pongo a decirte de qué manera eran diferentes, me metería en camisa de once varas.

– ¿Conoció usted alguna vez a alguno de esos hombres, don Juan?

– Sí, conocí a uno.

– ¿Cómo era?

– En cuanto a apariencias, era como una persona común y corriente. Lo que era insólito era su comportamiento.

– ¿De qué modo era insólito?

– Todo lo que te puedo decir es que el comportamiento del brujo que conocí es algo que sale de lo imaginable. Pero convertirlo en un asunto sólo de comportamiento es engañoso. Ese brujo es alguien a quien realmente uno debe ver para poder apreciar.

– ¿Eran todos esos brujos antiguos como el que usted conoció?

– No sé cómo eran los otros, excepto por las historias y cuentos que los brujos han guardado por generaciones. En esas historias, esos brujos aparecen como seres bastante extravagantes.

– ¿Quiere usted decir monstruosos?

– En cierto modo. Dicen que eran muy simpáticos, pero que a la vez causaban pavor. En realidad eran criaturas desconocidas. Lo que hace homogénea a la humanidad es el hecho de que todos somos como huevos o bolas luminosas. Y esos brujos ya no eran así. Eran líneas de energía tratando inútilmente de doblarse para formar un círculo.

– ¿Qué es lo que finalmente les sucedió, don Juan? ¿Se murieron?

– Las historias de los brujos dicen que al alargar su forma energética, también lograron alargar la duración de su conciencia; de manera que están vivos y conscientes de ser hasta hoy día. Las historias también cuentan que reaparecen periódicamente en la Tierra.

– ¿Qué piensa acerca de todo esto, don Juan?

– Para mí, todo esto es demasiado extravagante. Yo quiero la libertad. Libertad de mantener mi conciencia de ser y sin embargo desaparecer en la vastedad. En mi opinión, los brujos de la antigüedad eran hombres tenebrosos, obsesivos, caprichosos y hasta apostaría que debido a ello se quedaron atrapados en sus propias maniobras.

"Pero no dejes que mis opiniones y sentimientos personales te nublen el panorama. El logro de los brujos de la antigüedad es inigualable. Por lo menos, nos probaron que los potenciales del hombre no son cualquier cosa.

Otro tópico de las explicaciones de don Juan fue lo indispensable que son la cohesión y la uniformidad energética para el acto de percibir. Su punto de vista era que la humanidad entera percibe el mundo que conocemos, en los términos en que lo hacemos, solamente porque compartimos cohesión y uniformidad energética. Dijo que adquirimos estas dos condiciones automáticamente en el transcurso de nuestra crianza; y que las tomamos a tal punto por dadas que no nos damos cuenta de su importancia vital sino al momento de enfrentarnos con mundos distintos al mundo habitual. En esos momentos se hace evidente que, para poder percibir de una manera coherente y total, necesitamos una nueva, apropiada cohesión y uniformidad energética.

Le pregunté qué eran la cohesión y la uniformidad. Me explicó que la forma energética del hombre tiene uniformidad puesto que todos los seres humanos son como una bola o un huevo luminoso. El hecho de que la energía del hombre se mantiene en un haz, como bola o como huevo, es prueba de que tiene cohesión. Don Juan dio como ejemplo de una nueva uniformidad y cohesión el caso de los brujos de la antigüedad. Cuando convirtieron su forma energética en una línea, todos ellos, uniformemente, mantuvieron su cohesión lineal. Uniformidad y cohesión, a ese nivel lineal, les permitieron percibir un mundo nuevo y homogéneo.

– ¿Cómo se adquiere una nueva uniformidad y cohesión? -le pregunté.

– La clave es la posición del punto de encaje, o más bien, la fijación del punto de encaje -dijo.

En esa ocasión no quiso explicar más sobre el asunto. Pero yo insistí en preguntarle si esos brujos habrían podido retroceder de la forma lineal a su antigua forma de huevo luminoso. Me contestó que en un momento dado habrían podido hacerlo, pero no lo hicieron. Luego, la cohesión lineal se fijó en ellos, haciéndoles imposible el regreso. Don Juan creía que lo que realmente los cristalizó y les previno volver a su forma inicial fue una cuestión de avaricia. El alcance perceptivo de esos brujos, como líneas de energía, era infinitamente más grande de lo que un hombre o un brujo común y corriente pueden alcanzar.

Explicó que el dominio humano, como masas energéticas, incluye todos aquellos filamentos que pasan a través de la bola luminosa. Normalmente, no percibimos todo el potencial humano sino quizá solamente una milésima parte de éste. Si tomamos esto en consideración, se puede apreciar la enormidad de lo que los brujos de la antigüedad hicieron. Se extendieron en una línea de energía mil veces más larga que un huevo luminoso, y percibieron todos los filamentos que pasaban á través de esa línea.

A resultas de su insistencia, hice esfuerzos gigantescos por entender el modelo de configuración energética que me estaba delineando. Finalmente, después de mucho trabajo pude imaginarme filamentos adentro y afuera de una bola luminosa. Sin embargo, si me imaginaba una multitud de bolas luminosas, el modelo dejaba de ser aplicable. Razonaba yo que en una multitud de bolas luminosas, los filamentos que están afuera de una, por fuerza estarían adentro de otra adyacente. Por lo tanto, en una multitud no podrían existir filamentos energéticos que estuvieran afuera de ninguna bola luminosa.