Выбрать главу

No podía seguir pasando por alto la inconsistencia en su uso del lenguaje, y me quejé.

– Tiene que hablar de ese brujo ya sea como hombre o como mujer, pero no como los dos -dije duramente-. Estoy demasiado tenso y su uso arbitrario del lenguaje me pone aún más inquieto.

– Yo mismo estoy muy inquieto -confesó-. Pero la verdad es que el desafiante de la muerte es las dos cosas: hombre y mujer. Nunca he sido capaz de enfrentar con gracia este cambio. Estaba seguro de que ibas a sentir lo mismo habiéndolo visto como hombre primero.

Don Juan me hizo acordar que en una ocasión, años antes, me llevó a conocer al desafiante de la muerte y conocí a un hombre; un indio delgado y extraño que no era viejo, pero tampoco joven. Lo que más recordaba era su acento inusitado y su uso de una metáfora para describir cosas que afirmaba haber visto. Decía: mis ojos se pasearon… Por ejemplo, dijo: "mis ojos se pasearon en los cascos de los conquistadores españoles".

El evento era tan efímero en mi mente que siempre creí que nuestro encuentro había durado sólo unos cuantos minutos. Don Juan me dijo más tarde que pasé todo un día con el desafiante de la muerte; algo de lo que yo no estaba consciente en lo absoluto.

– La razón por la cual estaba tratando hace un rato de que me dijeras si sabías o no lo que iba a pasar -don Juan continuó-, era porque creí que hace años habías hecho tú mismo una cita con el desafiante de la muerte.

– Me estaba usted dando demasiado valor, don Juan. Para decirle la verdad, realmente no sé ni quién soy. ¿Pero, qué le hizo creer que yo sabía?

– Le caíste muy bien al desafiante de la muerte. Y eso para mí quiere decir que a lo mejor ya te hizo un regalo de poder, aunque tú no te acuerdes de nada; o que tal vez hiciste una cita con él como mujer. Hasta sospeché que te había dado direcciones precisas.

Don Juan comentó que el desafiante de la muerte, siendo definitivamente una criatura de hábitos rituales, siempre se presentó a los naguales de su línea primero como hombre, como había sucedido con el nagual Sebastián, y subsecuentemente como mujer.

– ¿Por qué llama usted a los regalos del desafiante de la muerte regalos de poder? ¿Y por qué el misterio? -pregunté-. Usted mismo puede desplazar su punto de encaje al sitio que quiera ¿no es cierto?

– Se llaman regalos de poder porque son el producto del conocimiento especializado de los brujos de la antigüedad -dijo-. El misterio de esos regalos es que nadie en esta Tierra, con la excepción del desafiante de la muerte, puede darnos una muestra de ese conocimiento. Y por supuesto que puedo desplazar mi punto de encaje a cualquier sitio que yo quiera, ya sea adentro o afuera de la forma energética del hombre. Pero lo que no puedo hacer, y sólo el desafiante de la muerte puede, es saber qué hacer con mi cuerpo energético en cada una de esas posiciones para llegar a una percepción total.

Luego explicó que los brujos de ahora no conocen los detalles de las miles y miles de posibles posiciones del punto de encaje.

– ¿Qué quiere usted decir con detalles? -pregunté.

– Formas particulares de tratar el cuerpo energético para mantener el punto de encaje fijo en posiciones específicas -contestó.

Tomó su propio caso como ejemplo. Dijo que el regalo de poder que el desafiante de la muerte le dio había sido la posición del punto de encaje de un cuervo, y los procedimientos para manejar su cuerpo energético a fin de obtener la percepción total de un cuervo. Don Juan explicó que la total percepción y la total cohesión eran lo que los brujos antiguos buscaban a cualquier precio; y que en el caso de su propio regalo de poder, llegó a la total percepción del cuervo por medio de procesos que tuvo que aprender, paso a paso, como se aprende el manejo de una máquina muy compleja.

Don Juan continuó explicando que la mayoría de los desplazamientos del punto de encaje, que los brujos de hoy experimentan, son desplazamientos ligeros dentro de una delgada banda de filamentos luminosos en el interior del huevo luminoso, llamada la banda del hombre, o el aspecto puramente humano de la energía del universo. Más allá de esa banda, pero aún dentro del huevo luminoso, se encuentra el reino de los grandes desplazamientos. Cuando el punto de encaje se desplaza a cualquier sitio en esta área, lo que uno percibe es más o menos comprensible, pero se requiere de procedimientos extremadamente detallados para que la percepción no sea meramente más o menos comprensible, sino total.

– En tu último viaje a lo desconocido, los seres inorgánicos te engañaron a ti y a Carol, ayudándolos a que obtuvieran total cohesión en un gran desplazamiento -dijo don Juan-. Les desplazaron sus puntos de encaje al sitio más lejano posible y luego los ayudaron a percibir ahí como si estuvieran en el mundo de todos los días. Una cosa casi imposible. Para lograr esa clase de percepción, un brujo necesita conocimiento pragmático, o amigos influyentes.

"Al final, tus amigos te hubieran traicionado y te hubieran dejado a ti y a Carol arreglárselas por sí solos a fin de aprender medios pragmáticos para sobrevivir en ese mundo. Ustedes dos hubieran terminado llenos hasta el tope de procedimientos, tal como los brujos de la antigüedad.

"Cada gran desplazamiento implica posibilidades especificas que los brujos modernos podrían aprender -continuó-, si supieran cómo fijar el punto de encaje en cualquiera de esas posiciones por un buen rato. Sólo los brujos de la antigüedad tenían el conocimiento especifico para hacer esto.

Don Juan prosiguió diciendo que el conocimiento de procedimientos específicos implicado en esos grandes desplazamientos no le fue accesible a los ocho naguales que precedieron al nagual Sebastián, y que el inquilino le enseñó al nagual Sebastián cómo lograr percibir totalmente en diez posiciones nuevas del punto de encaje. El nagual Santisteban recibió siete, el nagual Luján cincuenta, el nagual Rosendo seis, el nagual Elías cuatro, el nagual Julián dieciséis, y a él le enseñaron dos. Su linaje conocía un total de noventa y cinco posiciones específicas del punto de encaje. Dijo que si yo le preguntara a él si consideraba esto como una ventaja para su linaje, tendría que decirme que no, ya que el peso de esos regalos los acercaba a algo asqueroso para éclass="underline" al temperamento de los brujos de la antigüedad.

– Ahora es tu turno de encontrarte con el inquilino -continuó-. Quizá los regalos que te dé a ti rompan nuestro equilibrio total y nuestro linaje se hunda en la oscuridad que acabó con los brujos antiguos.

– Esto es tan horrendamente serio que me deja sin palabras -dije.

– Simpatizo sinceramente contigo -contestó con una seria expresión-. Sé que no es ningún consuelo decir que esta es la prueba más dura para un nagual de hoy en día. Enfrentarse a algo tan viejo y misterioso como el inquilino no inspira admiración, sino repugnancia. Por lo menos así fue para mí, y todavía lo es.

– ¿Por qué tengo que continuar con esto, don Juan?

– Porque sin saberlo, aceptaste el reto del desafiante. Sonsaqué tu aprobación a lo largo de tu aprendizaje, de la misma manera que mi maestro sonsacó la mía clandestinamente.

"Pasé a través del mismo horror, tal vez un poco más brutalmente que tú -comenzó a reírse entre dientes-. Al nagual Julián le daba por jugar horrendas bromas. Me dijo que había una hermosa viuda muy apasionada, que estaba locamente enamorada de mí. El nagual me llevaba seguido a la iglesia y yo había visto cómo me miraba una mujer. Era una mujer guapa. Y yo era un hombre joven y fogoso. Cuando el nagual dijo que yo le gustaba a ella, me lo creí. Mi despertar fue muy rudo.

Tuve que luchar por no reírme del gesto de inocencia perdida que hizo don Juan. Luego, la idea de que estuviera metido en tal apuro me pareció tan chistosa como espantosa.

– ¿Está usted seguro, don Juan, de que esa mujer es el inquilino? -pregunté, esperando que quizá fuera un error o una broma pesada.