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– Entender eso no es ciertamente un ejercicio para la razón -contestó, después de haber escuchado atentamente mis argumentos-. No hay manera de explicar lo que los brujos quieren decir cuando se refieren a filamentos adentro o afuera de la bola o huevo luminoso. Cuando los videntes ven, ellos ven una sola bola o huevo de energía. Si hay otra bola al lado, la ven de nuevo como una sola y aislada bola de energía. La idea de una multitud de bolas luminosas te viene de las muchedumbres humanas. En el universo de la energía, existen únicamente individuos solos, rodeados por el infinito.

"¡Pero todo esto, tienes que verlo tú mismo!

Argüí que era inútil decirme que lo viera yo mismo, puesto que él sabía muy bien que yo no podía. Me propuso entonces que tomara prestada su energía y la usara para ver.

– ¿Cómo puedo hacer eso? Tomar prestada su energía.

– Muy simple. Con mi energía puedo hacer que tu punto de encaje se desplace a otra posición más adecuada para percibir energía directamente.

Tal como me acuerdo, esta fue la primera vez que él me habló intencionalmente acerca de algo que hacía conmigo desde el principio de mi aprendizaje: hacerme entrar en un incomprensible estado de conciencia que ponía en tela de juicio mi idea del mundo y de mí mismo; un estado al cual él llamaba la segunda atención. Para lograr que mi punto de encaje se desplazara a una posición más adecuada para percibir energía directamente, don Juan solía darme, con la palma de su mano, un golpe en la espalda, entre los omóplatos, con tal fuerza que me hacía perder el aliento. En la ocasión de la que estoy hablando, su golpe pareció causarme un desmayo o quizá me dormí. De repente vi o soñé que veía algo literalmente más allá de las palabras. Brillantes filamentos de luz salían disparados por todos lados; filamentos luminosos indescriptibles. Decir que eran filamentos de luz es un eufemismo disparatado para determinar algo que, de no ser por don Juan, jamás hubiese entrado en mis pensamientos.

Cuando recuperé el aliento, o me desperté, don Juan me preguntó en un tono de gran expectativa:

– ¿Qué fue lo que viste?

Y cuando le contesté sinceramente:

– Su golpe me hizo ver estrellas -se dobló de risa.

Recalcó que yo no estaba todavía listo para comprender percepciones fuera de lo usual.

– Hice que tu punto de encaje cambiara -prosiguió-. Y por un instante ensoñaste los filamentos del universo. Pero aún no tienes la disciplina o la energía para arreglar tu uniformidad y cohesión. Los brujos antiguos eran los maestros consumados de ese arreglo. Así fue como vieron todo lo que puede ser visto por el hombre.

– ¿Qué significa, don Juan, arreglar la uniformidad y la cohesión?

– Significa que uno entra en la segunda atención debido al acto de retener el punto de encaje en una nueva posición, previniendo de este modo que se deslice de regreso a su sitio original.

Don Juan me dio allí una definición tradicional de la segunda atención. Dijo que los brujos antiguos llamaban al resultado de fijar el punto de encaje en nuevas posiciones, la segunda atención. Y que trataban a la segunda atención como a un área de total actividad, de la misma manera que la atención del mundo cotidiano es un área que incluye total actividad. Recalcó que los brujos tienen realmente dos áreas absolutas para realizar sus acciones. Una muy pequeña, llamada la primera atención o la conciencia de nuestro mundo cotidiano, o la fijación del punto de encaje en su posición habitual. Y otra área mucho más grande, la segunda atención o la conciencia de otros mundos, o al acto de mantener el punto de encaje fijo en cada una de las innumerables nuevas posiciones que puede adoptar.

Don Juan me ayudó a experimentar cosas inexplicables en la segunda atención. Me hacia entrar en ella por medio de lo que él llamaba su maniobra de brujo: el fuerte golpe en la espalda a la altura de los omóplatos. Desde mi posición subjetiva, tales desplazamientos de mi punto de encaje significaban que mi conciencia entraba en un inquietante estado de inigualable claridad; un estado de superconciencia que duraba cortos periodos de tiempo, y en el que yo podía entender cualquier cosa con mínimos preámbulos. No era un estado del todo placentero; en la mayoría de los casos, era como un sueño tan extraño e intenso que en comparación, la conciencia normal palidecía.

Don Juan justificaba su maniobra de brujo diciendo que era tradicional e indispensable que los aprendices recibieran conceptos y procedimientos básicos, en estados de conciencia normal, y que se les dieran explicaciones abstractas y detalladas, en la segunda atención.

Normalmente, los aprendices no recuerdan esas explicaciones en su vida diaria, pero de alguna forma, las guardan intactas y fielmente en lo que los brujos llaman el aparato de perceptividad. Los brujos han utilizado esta aparente peculiaridad de la percepción, y han convertido el acto de recordar todo lo que se les enseñó en la segunda atención, en una de las tareas tradicionalmente más difíciles y complejas de la brujería.

Los brujos explican que cada vez que uno entra en la segunda atención, el punto de encaje se encuentra en una posición diferente. Recordar, para ellos, significa situar de nuevo el punto de encaje en la posición exacta en la que se encontraba en los momentos en que ocurrieron las entradas a la segunda atención.

Don Juan me aseguró que los brujos no solamente recuerdan sino que reviven todas sus experiencias en la segunda atención, por medio del acto de volver a situar su punto de encaje en cada una de las posiciones donde estuvo.

Don Juan me dio explicaciones muy detalladas de la brujería mientras yo me hallaba en la segunda atención, sabiendo que la fidelidad y precisión de tal instrucción permanecería fielmente intacta conmigo por el resto de mi vida.

Acerca de esta calidad de fidelidad, dijo:

– Aprender algo en la segunda atención es como lo que aprendemos de niños; permanece con nosotros toda la vida. Decimos "es muy natural" cuando hablamos de algo aprendido muy temprano en la infancia.

Juzgando todo esto desde mi punto de vista actual, me doy cuenta de que don Juan me hizo entrar en la segunda atención tantas veces como pudo. Quería, según él, forzarme a sostener, por largos periodos de tiempo, nuevas posiciones de mi punto de encaje y percibir coherentemente en ellas; en otras palabras, su propósito era forzarme a arreglar mi uniformidad y mi cohesión.

Innumerables veces, llegué a percibir, en la segunda atención, de una manera tan precisa como percibo el mundo de todos los días. Mi falla era mi incapacidad de crear un puente entre mis acciones en la segunda atención y mi conciencia del mundo cotidiano. Comprender qué es la segunda atención me tomó un largo tiempo y un gran esfuerzo. No tanto por lo intrincado y lo complejo de ellas sino porque una vez que regresaba a mi conciencia normal me era imposible recordar que había entrado en la segunda atención, o que ese estado siquiera existía.

Otro descubrimiento monumental que los brujos antiguos hicieron, que don Juan me explicó cuidadosamente, fue el darse cuenta de que el punto de encaje se desplaza muy fácilmente durante el sueño. Esta realización dio lugar a otra: que los sueños están totalmente asociados con ese desplazamiento. Los brujos antiguos vieron que cuanto mayor era el desplazamiento, más inusitado era el sueño, o viceversa: cuanto más inusitado era el sueño, mayor era el desplazamiento. Don Juan dijo que esta observación los llevó a idear técnicas extravagantes para forzar el desplazamiento del punto de encaje, tales como la ingestión de plantas alucinogénicas; o el someterse a estados de hambre, fatiga, tensión; o el control de los sueños. De esta manera, y quizá sin siquiera saberlo, crearon el arte del ensueño.

Un día, cuando nos paseábamos en la plaza de la ciudad de Oaxaca, don Juan me dio la más coherente definición del arte del ensueño, desde el punto de vista de un brujo.