– Es horrendo pensar que hayas estado en la segunda atención por nueve días -don Juan prosiguió-. Nueve días son sólo un segundo para el desafiante de la muerte, pero una eternidad para nosotros.
Antes de que pudiera protestar o decir nada, me paró con un comentario.
– Considera esto -dijo-. Si todavía no puedes recordar todas las cosas que te enseñé, y las cosas que hice contigo en la segunda atención, imagínate cuánto más difícil deberá ser recordar lo que te enseñó e hizo contigo el desafiante de la muerte. Yo sólo te hice cambiar de niveles de conciencia, el desafiante de la muerte te hizo cambiar universos.
Me sentí derrotado. Don Juan y sus dos compañeros me instaron a que realizara un esfuerzo titánico para recordar dónde me había cambiado de ropa. No pude. No había nada en mi mente; no había ni sentimientos, ni memorias. De alguna manera, no estaba totalmente allí con don Juan y sus compañeros.
La agitación nerviosa de don Juan llegó al paroxismo. Nunca lo había visto tan trastornado. Siempre había existido un toque de alegría, de no tomarse a si mismo en serio en lo que me decía o me hacia. Pero no esta vez.
De nuevo, traté de pensar; de traer alguna luz que pudiera iluminar todo esto; y una vez más, fracasé. Pero no me sentí derrotado, una inverosímil oleada de optimismo se apoderó de mi. Sentí que todo estaba sucediendo como debía suceder.
La preocupación que don Juan expresó era que él no sabía nada del tipo de ensueño que yo había hecho con la mujer de la iglesia. Para él, crear un hotel de ensueño, un pueblo de ensueño, y una Carol Tiggs de ensueño, eran ejemplos de la destreza para ensoñar de los brujos antiguos, cuyo campo total traspasaba más allá de la imaginación humana.
Don Juan abrió sus brazos ampliamente y finalmente sonrió con su usual deleite.
– Podemos solamente deducir que la mujer de la iglesia te enseñó cómo hacerlo -dijo en un tono deliberadamente lento-. Vas a tener una tarea gigantesca para hacer comprensible una maniobra incomprensible. Ha sido un movimiento maestro en el tablero de ajedrez, realizado por el desafiante de la muerte, como la mujer de la iglesia. Ha usado el cuerpo energético de Carol y el tuyo para levantarse, para romper con sus amarras. Te tomó la palabra con tu oferta de energía gratuita.
Lo que decía don Juan no tenía ningún significado para mí aparentemente, tenía un gran significado para sus dos compañeros brujos. Se agitaron inmensamente. Dirigiéndose a ellos, don Juan explicó que el desafiante de la muerte y la mujer de la iglesia eran diferentes expresiones de la misma energía; la mujer de la iglesia era la más poderosa y compleja de las dos. Al tomar control, usó el cuerpo energético de Carol Tiggs, de una manera oscura y portentosa, congruente con las maquinaciones de los brujos antiguos, y creó la Carol Tiggs del hotel; una Carol Tiggs de puro intento. Don Juan añadió que Carol y la mujer podrían haber llegado a una clase de convenio energético durante su encuentro. En ese instante, pareció haberle llegado un nuevo pensamiento. Miró fijamente a sus dos compañeros. Los ojos de todos ellos se movían rápidamente yendo de uno a otro. Estaba seguro de que no buscaban meramente llegar a un acuerdo, sino que parecía que se habían dado cuenta de algo al unísono.
– Todas nuestras especulaciones son inútiles -dijo don Juan en un tono seco y tranquilo-. Creo que Carol Tiggs ya no existe. Tampoco existe ya ninguna mujer de la iglesia; las dos se han fusionado y han volado en alas del intento, creo que hacia adelante.
"La razón por la cual la Carol Tiggs del hotel estaba tan preocupada por su apariencia fue porque era la mujer de la iglesia haciéndote ensoñar a una Carol Tiggs de otra clase; una Carol Tiggs infinitamente más poderosa. ¿No recuerdas lo que te dijo? Ensueña tu intento de mí. ¡Inténtame hacia adelante!
– ¿Qué quiere decir esto, don Juan? -pregunté perplejo.
– Quiere decir que el desafiante de la muerte encontró una vez más su escapatoria. Agarró un viaje con ustedes. Tu destino es el destino de ella.
– ¿Qué significa esto, don Juan?
– Significa que si llegas a la libertad, ella también llegará.
– ¿Y cómo va a hacer eso?
– A través de Carol Tiggs. Pero no te preocupes por Carol -dijo antes de que expresara mi aprensión-. Ella es capaz de esta maniobra y de mucho más.
Había inmensidades amontonándose encima de mi. Ya podía sentir su peso aplastante. Tuve un momento de lucidez y le pregunté a don Juan:
– ¿Cuáles son las consecuencias de todo esto?
No me contestó. Me miró fijamente, examinándome de pies a cabeza. Luego dijo despacio y deliberadamente:
– El regalo del desafiante de la muerte consiste en infinitas posibilidades de ensueño. Una de ellas fue tu ensueño de Carol Tiggs en otro tiempo, en otro mundo, un mundo más vasto, con un final abierto. Un mundo donde lo imposible puede ser factible. El sentimiento pendiente fue que algún día vas no sólo a vivir esas posibilidades, sino a comprenderlas.
Se levantó y empezamos a caminar en silencio hacia su casa. Mis pensamientos empezaron a brotar desesperadamente. En realidad, no eran pensamientos sino imágenes; una mezcla de memorias de la mujer de la iglesia, y de Carol Tiggs hablándome en la oscuridad, en el cuarto del hotel de ensueño. Un par de veces estuve a punto de condensar esas imágenes y llegar a la sensación de mi persona usual, pero tuve que pararlo; no tenía energía para tal tarea.
Antes de que llegáramos a su casa, don Juan se detuvo y me miró de frente. Me escudriñó cuidadosamente una vez más, como si estuviera buscando señales en mi cuerpo. Me sentí entonces obligado a aclarar algo en lo que yo creía que él estaba mortalmente equivocado.
– Estuve con la verdadera Carol Tiggs en el hotel -le dije-. Por un momento, yo también pensé que era el desafiante de la muerte, pero después de una evaluación cuidadosa, no puedo sostener esa creencia. ¡Era Carol! De una manera extraña y pavorosa, ella estaba en el hotel, de la misma forma que yo estaba en el hotel.
– Por supuesto que era Carol -don Juan dijo con gran fuerza-. Pero no la Carol que tú y yo conocemos. Esta era la Carol de ensueños, como te dije, una Carol hecha de puro intento. Tú le ayudaste a la mujer de la iglesia a hilar ese ensueño. Su arte fue hacer de él una total realidad. Ese es el arte de los brujos antiguos; la cosa más temible que uno puede imaginar. Te dije que ibas a recibir la máxima lección sobre el ensueño, ¿no es así?
– ¿Qué cree usted que le pasó a Carol? -pregunté.
– Carol Tiggs se fue -contestó-. Pero algún día vas a encontrar a la nueva Carol Tiggs; la del cuarto del hotel de ensueño.
– ¿Qué quiere decir con que se fue?
– Se fue del mundo -dijo.
Sentí una oleada de nerviosismo en mi plexo solar. Me estaba despertando. Mi conciencia de ser empezaba a serme familiar, pero no tenía completo control de ella todavía. Aunque ya había empezado a romper la niebla del ensueño; la ruptura empezó como una mezcla entre no saber lo que estaba pasando y la frenética sensación de que lo inconmensurable estaba a la vuelta de la esquina.
Debí de haber tenido una expresión de incredulidad, porque don Juan añadió en un tono enérgico:
– Esto es ensoñar. A estas alturas deberías saber que sus transacciones son finales. Carol Tiggs se fue.
– ¿Pero a dónde cree que se fue, don Juan?
– Adonde se fueron los brujos de la antigüedad. Te dije que el regalo del desafiante de la muerte fueron infinitas posibilidades de ensueño. No quisiste nada concreto, así que la mujer de la iglesia te dio un regalo abstracto: la posibilidad de volar en alas del intento.
Fin