De pronto, sintió que la amenaza les pisaba los talones.
Capítulo 89
Cuando la policía se presentó en la casa de Roma, Emma yacía completamente desmadejada en el cuarto de la niña, en el piso superior. Estaba inconsciente. Una ambulancia la trasladó a urgencias de psiquiatría, en el hospital de Visby.
La policía acordonó la casa y la calle, se cerraron las carreteras de salida de Roma, e incluso los accesos a Visby y al puerto. El siguiente barco para Nynäshamn tenía previsto soltar amarras a las cuatro, y se inspeccionaron todos los vehículos que aguardaban su salida en el muelle. En el aeropuerto se identificó a todos y cada uno de los pasajeros. Sería imposible para el secuestrador abandonar Gotland, al menos utilizando el transporte público.
A Knutas le costó convencerse de que habían secuestrado a la hija de Johan Berg. Supuso al momento que el reportero había estado investigando por su cuenta, y que eso había molestado de alguna manera al criminal. Parecía increíble que, después de lo que le sucedió la vez anterior, no hubiera aprendido a mantenerse al margen del trabajo de la policía. Entonces estuvo a punto de perder la vida, pero ahora era la de su hijita la que estaba en juego. A Knutas le apenaba sinceramente la situación de Johan, y lo llamó tan pronto como tuvo noticia de lo ocurrido. No respondió al teléfono, naturalmente. Supo que Johan estaba con Emma en urgencias de psiquiatría y lo buscó a través del jefe de sección. La voz del periodista apenas era audible cuando por fin contestó:
– Lo siento de veras -dijo Knutas-. Quiero que sepas que hacemos todo cuanto podemos.
– Gracias.
– Tengo que saber qué tipo de contacto puedes haber tenido con el asesino -le explicó Knutas-. ¿Has hablado con él?
– No, pero ha pasado otra cosa.
– ¿Qué?
Johan le contó lo de la fotografía colocada en la pared de la redacción de Noticias Regionales.
– ¿Sabes quién es el autor?
– Creo que se trata de Erik Mattson, el tasador de arte de la Casa Bukowskis.
– No ha sido él.
No quiso contarle que Erik Mattson estaba muerto, para no asustarlo aún más. Ya tenía bastante. Luego le explicó:
– No ha sido él, sino su hijo, David Mattson. Tal vez se ponga en contacto contigo. No sabemos lo que quiere, pero si contacta contigo, llámame inmediatamente. ¿Me entiendes, Johan? Si ocurriera eso, es vital que me llames directamente. Luego, ya hablaremos tú y yo de cómo debemos manejar la situación. ¿De acuerdo?
– De acuerdo -contestó Johan casi sin voz-. Ahora he de volver con Emma.
Capítulo 90
Pasó la noche sin que tuvieran noticias de David Mattson. La policía mantuvo el férreo control en las salidas de Gotland. Para mayor seguridad, Muramaris fue objeto de vigilancia, aunque nadie creía que el secuestrador fuera tan idiota como para volver allí. Se las tenían que ver con un peligroso asesino que ya había matado a dos personas; aún no sabían con certeza si David Mattson asesinó también a su padre. Había que practicar la autopsia al cadáver antes de que el forense pudiera pronunciarse sobre el tema.
Sentado en su despacho de la comisaría, a Knutas le atenazaba la angustia. Un niño secuestrado era el peor escenario imaginable.
Lo más frustrante era que se sentía impotente. Mientras el secuestrador no se pusiera en contacto con alguien y siguiera escondido en algún agujero, era imposible seguirle la pista. En el chalé de Roma vigilaba una patrulla de policías, y el teléfono estaba pinchado. Emma Winarve seguía en el hospital; trataron de interrogarla, pero al parecer resultaba imposible hacerle pronunciar palabra. Era víctima de un colapso psíquico.
¿Dónde estaba el secuestrador? En verano se podía acampar, dormir en una caravana o en el coche en el peor de los casos. Pero ¿en invierno? Lo más probable era que hubiese forzado la puerta de una casa de verano y se refugiara en ella; casas de verano no faltaban. Pero ¿por dónde debía empezar a indagar la policía? La isla estaba llena de casas de verano aisladas, incluida Fårö. Ahora bien, si el secuestrador se proponía que la niña sobreviviera, necesitaba comida y pañales. ¿Y cuál podía ser el motivo para secuestrar a Elin?
Antes o después, David Mattson tenía que mostrarse.
Capítulo 91
No había nada más solitario en invierno que un camping. Johan aparcó abajo, cerca de la playa. Bajó del coche y avanzó con dificultades hacia la caseta de servicios. Todo estaba en silencio, vacío y cerrado a cal y canto. El manto de nieve era aquí más profundo. No lo habrían retirado en todo el invierno. A la empinada cuesta por la que bajó tampoco le habían echado arena. La cuestión era si luego habría manera de subir por ella, pero eso no era lo que le preocupaba en aquellos momentos, sino sólo poder volver a tener a Elin en sus brazos. David le dijo que quería hacer un intercambio, pero se negó a desvelarle por teléfono qué exigía para devolver a Elin. Se lo diría personalmente, dijo. Johan pensó que no había más elección que aceptar sus condiciones. También recibió órdenes estrictas de que no se pusiera en contacto con la policía. Si David tenía la menor sospecha de que Johan acudía acompañado, acabaría con Elin.
El silencio era total allí abajo, y el agua se extendía gris y alborotada a sus pies. El aire, húmedo y cortante, penetraba a través de la ropa. Cuando se acercó a las instalaciones, que disponían de duchas y retretes, avistó un coche aparcado algo más allá; un Citroën azul. No se veía a nadie. Tenía los nervios en tensión, no sabía cuál era el aspecto de David, sólo conocía su edad. Rodeó la construcción de madera, cuyas ventanas estaban cerradas, al igual que la puerta. No era difícil comprender por qué David había elegido quedar con él allí. El lugar estaba cerca de la ciudad, pero era de lo más solitario.
De repente vio una figura alta vestida de negro que se aproximaba caminando desde la orilla. Era un tipo robusto, que llevaba una cazadora acolchada; un pasamontañas le cubría la cabeza. A Johan le pareció que el suelo temblaba bajo sus pies.
El que avanzaba hacia él asesinó a sangre fría a dos personas y se había llevado a un bebé de ocho meses como rehén. Se hallaba frente a frente con un psicópata.
En aquel momento se percató de su estupidez al no avisar a la policía. Iba desarmado y se encontraba absolutamente a merced de un loco. ¿Qué se había imaginado? ¿Que David le entregaría a Elin, sin más?
Se mantenía inmóvil, esperando, mientras su mente iba a toda pastilla.
Evidentemente, David no llevaba a Elin consigo. Johan no olvidaría jamás la impotencia que sintió en aquel momento. Enfurecido, sólo pensaba en lo que podía decir o hacer para tener más posibilidades de volver a ver a Elin.
De pronto, David se detuvo ante él.
– Vas a dejar de seguir a mi padre -le dijo-. Déjalo en paz si quieres que te devuelva a tu hija. Quiero que me lo prometas por tu conciencia y tu honor. Deja tranquilo a mi padre.
Así que es eso, pensó Johan. Su visita a la casa de Erik Mattson y el que lo siguiera después. David sólo quería proteger a su padre. Por eso había secuestrado a Elin. Así de sencillo…
– Por supuesto, te prometo que no volveré a hacerlo. Naturalmente, mi hija es mucho más importante para mí. No lo haré más si me devuelves a Elin.
– ¿Elin? ¿Se llama Elin? No sabía cómo llamarla.
Sonrió. Johan vio en sus ojos la enajenación mental. David parecía estar drogado. Era imposible mirarle a los ojos; la mirada se deslizaba alrededor como un huevo en la sartén. Habida cuenta de su musculatura, no era descartable que se metiera anabolizantes.
– ¿Dónde está? -quiso saber Johan.
Se controló para que no trasluciera su desesperación. Debía conservar la calma.
Cuando David iba a responder, lo interrumpió un grito procedente del tejado de los servicios: