«Canalla arrogante», pensó Bey. Estudió al visitante mientras buscaba una respuesta conciliatoria. De pronto sintió cierta simpatía.
—Hemos hecho lo posible para darles información, señor Ling —dijo al fin—. Nos parecía imprudente presentar teorías sin tener un modo definido de verificarlas. Sin duda usted comprenderá que es un caso complejo y hay diversos factores que no hemos enfrentado antes.
—Eso parece. —Ling se había sentado junto al comunicador y se tamborileaba irritadamente el muslo con su manicurada mano izquierda—. Por ejemplo, veo que se ha establecido que la causa del deceso es asfixia. Pero la autopsia muestra que los cadáveres sólo tenían aire normal en los pulmones, sin sustancias contaminantes. Quizás usted se digne explicarme su teoría sobre eso… no es preciso esperar una verificación plena.
El tono de Ling era escéptico e insultante. Bey dudó repentinamente de su propia reacción intuitiva ante la presencia de Ling. En el pasado, al tratar con representantes oficiosos de los gobiernos, Bey había descubierto un modo eficaz de limarles los colmillos. Lo consideraba su «técnica de saturación». El truco consistía en atiborrar al fastidioso con tantos datos, cifras, informes, gráficos, tablas y análisis que el hombre quedaba abrumado y se perdía de vista. El burócrata medio era reacio a admitir que no había leído el material que le habían dado. Bey fue hasta su escritorio y extrajo una tablilla negra.
—Ésta es una conexión privada con el terminal de esta oficina. Contiene los códigos de acceso privado que le permitirán a usted consultar todos los registros relacionados con este caso. Son bastante voluminosos, así que le llevará tiempo analizarlos. Le sugiero que use mi oficina y se sienta en libertad de usar mi comunicador como acceso a los Archivos Centrales. No se le ocultará nada. Esta máquina tiene un código de pleno acceso.
Bey no estaba satisfecho con su actitud pomposa, pero era la reacción atinada, fuera correcta o no su reacción instintiva inicial ante Ling.
El hombrecito se levantó con ojos muy relucientes. Tenían un extraño color amarillo pardusco, con motas doradas. Se frotó las manos.
—Excelente. Por favor, evite que me molesten. Sin embargo, deseo ver al señor Green en cuanto llegue.
Lejos de sentirse intimidado, Karl Ling estaba encantado ante la perspectiva de obtener un diluvio de información. Bey lo dejó trabajando y fue a darle la noticia a Park Green.
—¿Karl Ling? —Green parecía impresionado—. Claro que lo conozco… o he oído hablar de él. Nunca lo he visto personalmente, pero conozco su reputación. Forma parte del círculo áulico de los altos niveles de la FEU. También es un experto en Loge y el Cinturón. Hace unos años realizó varios programas de holovisión, y en uno de ellos evocó la historia del descubrimiento de Loge. Fue un programa popular, y él lo hacía bien. Empezaba mucho tiempo atrás, hace cientos de años…
(Las cámaras se alejan de la maqueta iluminada y enfocan a Ling de pie.)
—Las cápsulas de enseñanza presentan la década de 1970 como la primera fecha en la historia de Loge. En realidad, podemos encontrar rastros de él mucho antes de eso. El punto inicial es quizá 1766. Pocos años antes de la Revolución Francesa y la Revolución Norteamericana, un astrónomo alemán elaboró una fórmula que parecía dar las distancias relativas de los planetas respecto del Sol. Se llamaba Johann Titius. Su trabajo no cobró fama hasta que pocos años después lo retomó otro alemán, Johann Bode, y la relación que él descubrió se llama habitualmente «la ley de Titius-Bo-de», o simplemente «la ley de Bode».
(Aparece la imagen de una litografía enmarcada de Bode, luego la tabla de distancias planetarias. Se enfoca un blanco en la tabla, con un signo de interrogación.)
—Bode señaló que había una curiosa laguna en la fórmula de las distancias. Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno congeniaban con ella, y ésos eran todos los planetas conocidos en la época. Pero aparentemente faltaba uno. Tenía que haber un planeta entre Marte y Júpiter, para que la fórmula congeniara con el sistema solar. En 1871 William Herschel descubrió otro planeta, más alejado del Sol que Saturno.
(Aparece una imagen de alta resolución, en colores, de Urano, los anillos en primer plano, una imagen de Herschel insertada en la parte superior izquierda. Reaparece Ling.)
—Congeniaba con la ley de Bode, sin duda, pero no estaba en el lugar correcto, entre Marte y Júpiter. Se inició la búsqueda de un planeta que faltaba, y en 1800 se descubrió al fin el asteroide Ceres, a la distancia correcta del Sol. Poco después se descubrieron otros asteroides a la misma distancia que Ceres. Habían aparecido los primeros fragmentos de Loge.
(Aparece una imagen de Ceres, y luego un primer plano de alta resolución de Ciudad Ceres y su sistema de invernáculos. Un diagrama muestra las distancias planetarias, con muchos ítems entre Marte y Júpiter. Reaparece Ling.)
—Ahora parecía haber demasiados planetas. A medida que se hallaban más asteroides, se elaboró la teoría de que eran fragmentos de un solo planeta. Durante mucho tiempo hubo especulaciones sin pruebas, hasta que en 1972 es astrónomo canadiense Ovenden brindó la primera prueba sólida. Partiendo de la proporción de cambio de las órbitas planetarias, pudo demostrar que todas eran coherentes con la desaparición de un cuerpo de masa planetaria, dentro del sistema solar, hace unos dieciséis millones de años. También le atribuyó una masa equivalente a noventa veces la masa de la Tierra. Loge empezaba a cobrar forma.
(Aparece una imagen de Ovenden, luego una ilustración con el tamaño y la apariencia de Loge cerca de una imagen de la Tierra en la misma escala.)
—La siguiente parte de la historia ocurrió unos años después en 1975 En los Estados UInidos América, Van Flandern integró las órbitas de cometas de Período largo proyectándolas hacia atrás en el tiempo. Descubrió que muchos de ellos tenían periodos de unos dieciséis millones de años y que habían partido de una región del sistema solar que estaba entre marte y Júpiter. Fragmentos de Loge haciendo su primera visita de regreso, al cabo de una largaausencia.
(Se ve una visión animada de la órbita de los cometas, mostrando su intersección con un diagrama del sistema. La animación se proyecta hacia atrás, para revelar como las órbitas afluyen en determinado punto entre Marte y Júpiter.)
—Esto condujo a las primeras ideas modernas sobre Loge: un planeta grande, un gigante gaseoso de noventa masas terrestres, casi del mismo tamaño que Saturno. Se desintegró hace dieciséis millones de años en un cataclismo inimaginable. Con la explosión, parte de Loge voló para siempre fuera del sistema. Algunos restos del núcleo planetario han permanecido como asteroides. Otros fragmentos, procedentes de la corteza exterior de Loge, regresan de vez en cuando al sistema solar como cometas de período largo.
(Primer plano de Ling, cabeza y hombros.)
—Ésa parecía ser la historia completa, hasta que pudimos ver de cerca fragmentos de cometas de período largo. Descubrimos que algunos de ellos están atiborrados de elementos transuránicos. El misterio de Loge había regresado, y era mayor que nunca. ¿Por qué los fragmentos de la corteza exterior de Loge en todo el sistema solar, contenían eventos transuránicos? Los períodos de semidesintegración de estos elementos son inferiores a los veinte millones de años, en un sistema que tiene miles de millones de años. Tendrían que haberse desintegrado tiempo atrás. ¿Se formaron con la explosión de Loge? En tal caso ¿por qué aparecen sólo en la corteza exterior y no en los asteroides originados en el núcleo de Loge? ¿Cómo se formaron? Aún no tenemos respuestas satisfactorias para estas preguntas.