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(Se ve nuevamente la imagen de Loge, la música del final se oye a bajo volumen.)

—Un último y enigmático dato. Dieciséis millones de años no es nada; es como ayer en la escala cósmica. Cuando Loge se desintegró ya había primates en la Tierra. ¿Miraron nuestros lejanos ancestros el cielo una noche para ver el aterrador espectáculo de la explosión de Loge? ¿Es concebible que otro planeta pudiera sufrir un destino similar?

(La imagen se desvanece mientras Loge se hincha, cambia de color, estalla. Crescendo musical indicando el fin.)

—Aún me asombra que designen a Ling para esta investigación. Es muy independiente, por cierto. Quizá conocía a uno de los exploradores muertos… parecía saberlo todo sobre el Cinturón y sus habitantes. —Green meneó la cabeza fatigosamente—. Supongo que tendré que ir a verlo y averiguar qué quiere de mí. Espero que no trate de degradarme a mensajero.

Juntos, Green y Wolf regresaron a la oficina de Bey. Karl Ling no alzó la vista cuando entraron. Estaba totalmente enfrascado en los datos de la autopsia de los tres tripulantes de lujasen. Sólo se percató de que estaban allí cuando Wolf se le plantó delante y le habló.

—Cuando usted quiera, señor Ling, estamos dispuestos a resumirle nuestros hallazgos. Éste es Park Green, que representa a la FEU en Control de Formas.

Ling alzó la vista un instante, luego volvió a examinar los registros médicos. Había mirado a ambos hombres por una mera fracción de segundo, pero Bey tuvo la sensación de que ambos habían sido catalogados y memorizados.

—Muy bien —dijo Ling, los ojos fijos en la pantalla—. Ante todo, respóndame la pregunta más elemental. Es evidente que esos tres hombres participaban en algún proceso de cambio de forma. ¿Dónde están las máquinas de realimentación que usaron?

Wolf miró a Park Green haciendo una mueca.

—Aún no tenemos esa respuesta —dijo—. Desde luego, sabemos que es importante, y estamos trabajando en ello.

Ling alzó la vista de nuevo. Esta vez clavó los ojos en Wolf. Por alguna razón, parecía que había esperado, y aun deseado, esa respuesta.

—¿Aún no tiene respuesta, señor Wolf? Eso sospechaba. ¿Le agradaría que yo le aclarara la situación?

Bey dominó el repentino impulso de estrangular a Ling y atinó a responder serenamente.

—Desde luego, si puede hacerlo. Aunque me cuesta entender que haya llegado a una conclusión racional con un vistazo tan breve a nuestros datos.

—No fue así. Lo sabía antes de irme de la Luna. —Ling sonrió por primera vez y se puso de pie—. Verá usted, señor Wolf, no dudo de la idoneidad de usted y sus colegas de Control de Formas. De hecho, me tomé el trabajo de verificar la excelente reputación de usted antes de irme de la Luna. No se trata de eso. Esta situación requiere algo que por definición no tienen ni el señor Larsen ni usted: la capacidad para pensar como un ciudadano de la FEU. Por ejemplo, si usted fuera millonario de pronto porque amasó una fortuna en el Cinturón, ¿a qué parte de la Tierra iría a divertirse? Recuerde que puede escoger libremente, sin preocuparse por el gasto.

—Probablemente al Arrecife de la Gran Barrera, adoptando una forma con agallas.

—Muy bien. —Karl Ling se volvió a Park Green—. Ahora permítame hacerle la misma pregunta. Usted es un habitante del Cinturón, y de pronto se vuelve millonario. ¿A qué parte de la Tierra iría? ¿Cuál es el lugar con que sueña todo habitante del Cinturón, por sus exóticos deleites?

Green se frotó pensativamente la barbilla.

—Vaya, supongo que sería la Cúpula del Placer. Nunca estuve allí, y no sé qué ofrecen, pero es el lugar que todos mencionan.

—Correcto. Y por cierto usted no ha estado allí… tendría que ser inmensamente rico. Aun así, es la idea que los habitantes de la Federación tienen del paraíso, especialmente los que viven en el Cinturón. Una de las razones para ir allí es demostrar lo rico que es uno.

Se acercó a la pantalla cartográfica de la pared y pidió una proyección del Polo Sur.

—Ahora vayamos un poco más lejos. Observen ustedes la geografía. Los tripulantes de la Jasan desembarcaron en el puerto espacial de Australia del Norte, que está a poca distancia del punto de entrada del enlace Mattin de Australia. Un traslado los lleva a Nueva Zelanda; un segundo salto los lleva a Ciudad del Casquete, en la Antártida. La Cúpula del Placer, como bien sabe usted, señor Wolf, aunque quizás el señor Green lo ignore, está debajo de Ciudad del Casquete, en el Casquete Polar Antártico. Tiempo total de viaje desde el puerto espaciaclass="underline" una hora o menos.

Park Green asintió lentamente.

—Supongo que sí. Aún no estoy habituado a la cantidad de puntos de entrada Mattin de la Tierra. Aun así, no veo adonde nos lleva su análisis. Tenemos que encontrar un sitio que disponga de equipo complejo para el cambio de forma. Vi la lista de laboratorios del señor Woíf, y por cierto Ciudad del Casquete y la Cúpula del Placer no figuraban allí.

Karl Ling sonrió irónicamente.

—Claro que no. Usted vio la lista legal. —Se volvió hacia Bey, quien comprendió qué venía a continuación y sintió una oleada de entusiasmo—. La Cúpula del Placer brinda todos los placeres, ¿verdad, señor Wolf ? Aun los más exóticos. ¿No sería lógico suponer que algunas de esas recreaciones implican el uso de equipos de cambio de forma?

—Desde luego. En realidad, se trata de un asunto que me tiene a mal traer. Sabemos que allí se practican cambios ilegales para satisfacer algunos de los gustos físicos más depravados. Pero tenemos órdenes de no entrometernos. Debo admitir que habitualmente no nos crean problemas. Son muy discretos, y desde el último contratiempo, hace unos años, hemos pactado una suerte de tregua informal con ellos. Me sorprendería descubrir que tienen equipo tan complejo como para lograr esos cambios, pero no lo descartaría. Allí abunda el dinero, y conseguirían el equipo si lo quisieran. Usted comprenderá cuánto poder esgrimen los gerentes de la Cúpula del Placer en lo concerniente a la influencia en altas esferas. Se rumorea que varios coordinadores centrales van allí con frecuencia.

Ling tocó los controles del mapa, y una nueva imagen apareció en la pantalla.

—Entonces, he aquí nuestra próxima parada: Ciudad del Casquete, y la Cúpula del Placer. Aún no tenemos la respuesta a la pregunta básica: ¿cómo se transformaron esos tres hombres en tres monstruos muertos? Señor Green, usted se quedará aquí para responder a indagaciones por parte de las autoridades de la Tierra y la Luna.

Green no pudo contener un bufido de disgusto. Su opinión sobre la orden de Ling se le notaba en la cara.

—Por favor, realice los arreglos para que viajemos el señor Wolf y yo —continuó Ling con calma—. Consiga los enlaces de máxima prioridad y las intersecciones más rápidas. No se preocupe por los gastos, señor Wolf —dijo, captando la expresión inquisitiva de Bey—. Ése no es el problema. Si es necesario, puedo acudir a todos los recursos financieros de la FEU para continuar esta investigación.

—No me preocupaba eso, señor Ling. Sólo me preguntaba por qué escogieron la Fosa de las Marianas para librarse de los cadáveres. ¿También puede explicar eso?

—Tengo una idea, y creo que es la misma que tiene usted. Incluso creo saber qué intenta ganar usted con esa pregunta, pero ésa es otra cuestión.

Había un destello de humor en los ojos parduscos de Ling.

—Dejemos volar la imaginación. Los tripulantes de la Jasón murieron en la Cúpula del Placer. Los propietarios de ese local vieron la identificación de esos hombres y supieron que estaban en un brete. Saben que la FEU cuida de sus ciudadanos. Decidieron enviar los cuerpos al espacio exterior, y los llevaron a Australia por el enlace Mattin. Lamentablemente para sus planes, no advirtieron lo severas que eran las normas de seguridad desde que aparecieron las esporas Purcell. No había modo de sacar tres cadáveres de contrabando, así que abandonaron ese plan e improvisaron otro. El fondo del mar parecía atractivo. Un nuevo traslado a través del enlace los llevó a las Marianas. Pero los planes apresurados y un mal conocimiento de la geografía local produjeron un resultado chapucero. Ya sabemos el resto.