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—¿Con qué frecuencia lo hacen?

—En un caso simple como éste, una vez por día. Ni siquiera eso es necesario. Nunca tenemos que intervenir, pero aun así lo comprobamos. Esos tres clientes habían llegado juntos e iniciaron el programa al mismo tiempo, así que un vistazo por día bastaba para monitorizar a todos. Los tres usaban el mismo programa de reacondicionamiento. Además lo necesitaban. Tenían muy mal aspecto cuando llegaron… No sé qué habrían estado haciendo.

Hizo una pausa. Bey se preguntó cómo se divertía el personal de la Cúpula del Placer. ¿Qué podía atraer a hombres y mujeres que lo habían visto todo, que habían satisfecho todos los gustos posibles? Probablemente algo muy simple. Los chefs de los restaurantes más costosos comían platos muy sencillos.

—La noche del tercer día —continuó el hombre—, eché una ojeada de rutina a los indicadores. Los tres hombres estaban muertos. No pude creerlo. Al principio pensé que había un problema en los indicadores, o un error de programación en las pantallas. Luego abrimos los tanques.

Hizo otra pausa, evocando ese momento.

—Por Dios, era horrendo, era una pesadilla. Habían cambiado. Ya no eran hombres. Eran monstruos, con ojos grandes y relucientes y piel rugosa. Parecía un holofilme de horror. Confirmamos que estaban muertos y miramos su identificación. Aun sin eso, yo sabía que teníamos a tres clientes que no venían de la Tierra. Aquí cundió el pánico. Pensamos que podríamos sacarlos de la Tierra, pero no es tan fácil como antes. Cuando descubrimos que era imposible, pensamos que lo más seguro sería arrojarlos al fondo del mar. Pero aparentemente tampoco dio resultado.

Hubo un largo silencio. Ling estaba demasiado interesado para demostrar a Bey su orgullo por haber reconstruido los hechos con tanta precisión. Estaba tan concentrado que parecía ciego, los ojos clavados en el infinito.

—¿Hizo usted un análisis químico de los cuerpos? —preguntó al fin.

—Claro que no. Queríamos deshacernos de ellos. No queríamos perder tiempo con análisis. Aun así, tiene que haber registros químicos, por las mediciones realizadas durante el trabajo de realimentación. Todo está en los archivos, con los registros de los monitores e indicadores. La química sanguínea y la química celular se registran continuamente.

—Bien, quisiera examinarlos. Tráigalos aquí o llévenos a ellos.

—Los traeré. Pero están desordenados. Sólo un experto en cambio de forma podrá leerlos.

Ling captó la mirada de Bey.

—Tráigalos. Nos las apañaremos de algún modo —dijo—. Es una habilidad que nunca se pierde una vez que se la ha dominado totalmente.

John Larsen miró los datos del espectrógrafo y se volvió hacia Park Green.

—Es mucho menos de lo que esperaba —dijo—. Hay vestigios de asfanio en todos los cuerpos, pero la cantidad es muy pequeña. Hay un pequeño rastro de radiactividad, pero no basta para causar un gran efecto físico, aunque el cambio de forma lo amplifique. Me pregunto si no será un sutil cambio químico. Los vestigios de elementos, aun en cantidades microscópicas, alteran el equilibrio bioquímico. Aún no sabemos demasiado sobre las propiedades químicas de los elementos transuránicos en la isla de estabilidad del 114.

—Bien —dijo Green dubitativamente—, no sabemos tanto. Pero no hemos descubierto propiedades extrañas en el asfanio o el polkio en nuestro trabajo en la Luna. Creo que es otra cosa. Los tripulantes de la Jasón nunca habían hecho cambio de forma. No tenían experiencia. Me pregunto si las cosas no se les fueron de las manos. Se toparon con algo nuevo, como un vestigio de asfanio, y no tenían experiencia suficiente en cambio de forma como para controlarlo.

Larsen se pegó en el muslo con la hoja impresa.

—Park, creo que has acertado. La experiencia es importante durante el cambio de forma. Con gente inexperta algo podría salir mal.

—¿Podemos verificarlo?

—Creo que sí. Ya sabemos que el asfanio se concentra en una glándula, el timo. Tomamos un extracto de uno de los cuerpos y realizamos una verificación controlada para ver si ocurren cosas extrañas cuando usas un programa de cambio de forma.

—Buena idea —dijo Green, frunciendo el ceño—, ¿pero dónde conseguirás el animal de laboratorio? El cambio de forma se basa en que sólo los humanos pueden hacerlo. A fin de cuentas, ése es el fundamento de los tests de humanidad.

Larsen rió confiadamente.

—Exacto. ¿Quieres ver al animal? Aquí lo tienes. —Se tocó el pecho—. Pero no me entiendas mal —añadió cuando vio la horrorizada expresión de Park Green—. En Control de Formas tenemos muchos años de adiestramiento. Si algo anda mal, no tendré problemas para detenerlo y revenirlo. Ésa es la diferencia entre esos tres exploradores y yo: la experiencia.

Se puso de pie.

—No olvides que se trata de un proceso deliberado. Sólo te cambia porque deseas cambiar. Vamos, obtengamos un extracto de timo y volvamos a los tanques de la jefatura de Control de Formas. Tendremos algo para mostrar a Bey Wolf y a tu jefe cuando regresen de su paseo a la Cúpula del Placer.

14

El «paseo» a la Cúpula del Placer se estaba volviendo agotador. Los empleados miraban asombrados mientras Wolf y Ling revisaban los registros de los monitores a toda velocidad, leyendo datos, intercambiando comentarios y análisis. Tenían que habérselas con parámetros físicos corporales tales como la temperatura, las pulsaciones y la conductividad dérmica, y con variables del sistema tales como la tasa de sustancias nutritivas, las temperaturas ambientales y los estímulos eléctricos. Los programas en uso, a medida que entraban y salían del ordenador, eran registrados paralelamente en los mismos archivos. La lectura de los datos requería muchos años de experiencia, además de una plena comprensión de los procesos físicos y mentales del cuerpo humano. Ling era infatigable, y Bey estaba resuelto a no quedarse atrás.

—¿Quién es? —le preguntó el supervisor de cambio de forma de la Cúpula del Placer a Bey en una de sus breves pausas para esperar más datos—. Sé que usted es jefe de Control de Formas. ¿Pero dónde aprendió él todo esto?

Bey miró de soslayo a Ling, quien estaba sumido en sus reflexiones y no prestaba atención a los comentarios.

—Quizá deba preguntárselo usted. Yo ya he tenido esa conversación.

La llegada de más datos postergó la pregunta.

Al cabo de treinta y seis horas de intenso trabajo, el análisis básico estaba completo. Tenían un increíble cúmulo de información, pero un dato prevalecía sobre los demás: los tripulantes de la Jasón habían muerto mucho antes de que el cambio de forma estuviera completo. Habían muerto porque las formas que estaban adoptando no podían respirar aire normal. Las formas finales seguían siendo desconocidas, y también había otros misterios. ¿Por qué habían adoptado esas formas bajo el control de un simple programa de reacondicionamiento que se había usado mil veces sin el menor problema?

Karl Ling permaneció inmóvil en su asiento, tal como había estado las últimas dos horas. De vez en cuando hacía una pregunta a Bey o volvía a mirar algún dato. En vez de molestarlo con preguntas generales, Bey decidió ir a otro cuarto para comunicarse con la jefatura de Control de Formas. Quería preguntar a John Larsen cómo andaba todo. Ling navegaba en extraños mares de pensamiento, a solas, y Bey Wolf sentía un profundo respeto por la mente de ese hombre.

Park Green atendió el comunicador en vez de Larsen. Parecía muy inquieto.

—¿Dónde está John?

—Está en el tanque de cambio de forma. Entró ayer por la mañana.

—Bien, es un modo de olvidarse de la burocracia.