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—Vamos —dijo María Sun con escepticismo—. No puede usted saber eso. Quizá le acepte la existencia de los logianos, pero usted mismo acaba de decir que nunca sabremos mucho sobre ellos.

—Aun así, sé lo que he dicho. ¿Cómo lo sé? —Ling estaba complacido ante las preguntas—. Bien, sé que tenían energía nuclear porque crearon elementos transuránicos. Toda fuente natural de elementos transuránicos habría decaído mediante procesos naturales desde la formación del planeta. El único modo posible de hallar una fuente de elementos transuránicos en Loge, y sólo en Loge, consiste en que alguien los haya creado allí mediante síntesis nuclear. Nosotros no sabemos cómo hacerlo con eficacia, así que hay buenas razones para pensar que los logianos tenían una tecnología nuclear más avanzada que la nuestra.

—De acuerdo. —María asintió con la oscura cabeza. Se había modificado el aspecto desde la última vez que Bey la había visto. Ahora usaba la forma de una exquisita oriental. Los procaces juramentos que salían de esos labios de pétalo cuando trabajaba creaban un extraño efecto en el que quizás ella no reparaba—. Conque tenían energía nuclear. ¿Pero cómo sabe usted que no dominaban el vuelo espacial?

—Elemental, mi querida María. —Ling estaba demasiado absorto en su explicación para notar la callada reacción de Bey ante ese indicio de que la conocía desde antes—. Ninguno de ellos pudo escapar de Loge, aun cuando descubrieron que iba a desintegrarse. Debieron de tener algunos años de advertencia, un tiempo para planear… pero ninguno escapó, ni uno sólo.

Ling se levantó del asiento.

—Un momento, debo ver cómo anda todo. —Fue hasta el tanque, inspeccionó los indicadores y regresó—. Todo sigue estable, y el cambio se está acelerando. Las próximas dos horas serán cruciales.

—Nos quedaremos aquí —dijo Bey. Y añadió—: Conque no pudieron huir de Loge.

—Exacto. —Ling volvió a adoptar su serena postura, mirando a lo lejos—. Tuvieron tiempo para planear, así que supongo que no fue una guerra nuclear. Quizás hallaron un modo de realizar ajustes interiores en gran escala para el planeta y perdieron el control. Eso sería relativamente lento.

»¿Qué podían hacer? Examinaron el sistema solar. Sabían que iban a morir, ¿pero tenían alguna manera de lograr que la raza sobreviviera? Para un logiano, el sitio natural de supervivencia sería Júpiter o, mejor aún, Saturno. Quizá nunca pensaron en la Tierra, que para ellos era un planeta diminuto, demasiado caliente, con atmósfera de oxígeno, una bola de metal muy cercana al Sol. No, tendría que haber sido Júpiter o Saturno, que era su esperanza. Hacia allá volvieron esos ojos grandes y relucientes, adaptados para ver bien en una atmósfera turbia, rica en metano.

Bey recordó de pronto los grandes y relucientes ojos de los Monstruos de las Marianas que habían hallado frente a Guam. Los mineros jamás habían imaginado semejante destino mientras se divertían en la gris superficie de Tycho.

—Los tripulantes de la Jasón —dijo Bey.

—Se adelanta usted, señor Wolf —dijo Ling, sonriendo—. Permítame continuar con la historia, sea verdadera o falsa. Como he dicho, todo esto es mera conjetura. Sus científicos calcularon la fuerza con que estallaría Loge, y presentaron un informe sombrío. Ninguna forma de vida, ni siquiera unicelular, podía sobrevivir. Los fragmentos de Loge volarían hacia todas partes. Algunos abandonarían para siempre el sistema solar. Algunos caerían en el Sol. Y sin duda algunos caerían en Júpiter, Saturno y los demás planetas, la Tierra incluida. ¿Era posible que algo pudiera sobrevivir a esa explosión y a ese largo tránsito?

Park Green habló por primera vez.

—Si las criaturas unicelulares no podían sobrevivir, tendría que tratarse de algo muy primitivo. Un virus, por ejemplo. Es apenas un fragmento de ADN, sin ningún envoltorio.

Ling miró a Green con expresión de sorpresa.

—Exactamente. Un virus no tiene un sistema propio de «soporte vital». Para crecer y multiplicarse, necesita una célula huésped. Los logianos corrieron el riesgo y empacaron su material genético dándole forma vírica.

—¿Y funcionó? —preguntó María Sung.

—No como ellos esperaban —dijo Ling—. O tal vez sí. Nunca enviamos una nave a la superficie de Júpiter ni Saturno, y no sabemos qué hay allí. Quizás haya logianos, merced al crecimiento vírico de su material genético en organismos huésped.

»Parte de ese material vírico estaba en fragmentos de Loge que escaparon del sistema solar y pasaron a ser cometas de período largo. Eso no importaba. Un virus dura indefinidamente. Dieciséis millones de años después, algunos de los fragmentos que regresaron al sistema solar atraídos por la gravedad del Sol fueron excavados por hombres. Éstos no buscaban el ADN de Loge, sino los elementos transuránicos.

—¿Y el ADN de Loge empezó a crecer en ellos? —dijo Green, desconcertado—. Un momento, eso no funcionaría. Si fuera posible, cada explorador sería…

Ling cabeceó aprobatoriamente.

—Muy bien, señor Green. Tiene usted razón. Los humanos son huéspedes insatisfactorios para el desarrollo de los logianos. El virus de Loge podía entrar fácilmente en el cuerpo humano, e incluso instalarse en el sistema nervioso central. Pero no podría prosperar en ese ámbito poco familiar. La atmósfera inapropiada, el equilibrio químico inapropiado, la forma inapropiada.

Ling hizo una pausa y miró a los otros tres. Su actitud había cambiado. Se había convertido en el gran científico, exponiendo ante un público interesado un problema de su especialidad.

—Supe que había una civilización logiana antes de venir a la Tierra para esta investigación. Los elementos transuránicos lo demostraban más allá de toda duda. De lo contrario, no habría llegado tan pronto a estas conclusiones.

»Creo que ahora ustedes pueden completar la historia. Los tripulantes de la Jasón recogieron ADN logiano en forma de virus del fragmento que estaban minando en busca de asfanio y polkio. Se les metió en el cuerpo, y nada ocurrió. Fueron a celebrarlo a Ciudad Tycho, y nada ocurrió. Pero al fin vinieron a la Tierra y se metieron en máquinas de cambio de forma. Al fin el virus pudo comenzar a actuar. Les estimuló el sistema nervioso central y comenzó el proceso de cambio deliberado. Estaba creando una forma que era óptima para los logianos, no para los terrícolas. Cuando ese cambio llegó al extremo en que la forma cambiada no podía sobrevivir en la atmósfera de la Tierra, las criaturas murieron. Asfixiadas en el aire normal.

Park miró el tanque que contenía a John Larsen. Al fin comprendía todas las implicaciones de las palabras de Ling.

—Es decir, ¿que lo mismo le está ocurriendo a John?

—Le habría ocurrido, y lo habría matado —respondió Ling—. Se inyectó ADN logiano, además del asfanio que tomó de los cadáveres. Lo que hicimos nosotros fue modificar el sistema de soporte vital del tanque para que responda a las necesidades del organismo que contiene. Si mira ahora los indicadores, notará que los alimentos y la atmósfera serían letales para un ser humano.

Park Green caminó deprisa hacia el tanque. Miró los monitores y regresó.

—Masa corporal, doscientos kilos. El oxígeno ha bajado a menos del ocho por ciento, y el amoníaco ha subido. Señor Ling, ¿vivirá John?

Ling se levantó y caminó hasta el tanque. Examinó cuidadosamente cada indicador.

—Creo que sí —dijo al fin—. El ritmo del cambio es más lento, y todo es muy estable. No sé si podremos devolverle su forma original. Aun si podemos, no creo que lo consigamos de inmediato.